Paul Newman: 'Casta invencible', la épica de una forma de vida odiada

Paul Newman: 'Casta invencible', la épica de una forma de vida odiada

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Paul Newman: 'Casta invencible', la épica de una forma de vida odiada

‘Casta invencible’ (‘Sometimes a Great Notion’, Paul Newman, 1971) –nótese el juego al que se presta la última palabra del título− es una película que, si llega a estrenarse hoy día, sería tildada de reaccionaria, como de hecho lo fue en su momento, y presa fácil para circos mediáticos orquestados por ciegos y oportunistas. De las reflexiones de 140 caracteres mejor ni imaginarlo. Si escarbamos un poco –la filmografía como director de Newman se presta continuamente a ello− encontramos lecturas más interesantes más allá de la estupidez política.

Tras protagonizar ‘Un hombre de hoy’ (‘WUSA’, Stuart Rosenberg, 1970), película bastante comprometida, acorde con cómo era Paul Newman, que ponía en tela de juicio al poder establecido en la sombra, algo que le costó la taquilla a su actor, los ojos azules por excelencia del cine se pasaron “al otro lado” de la ideología del film de Rosenberg, levantando con ello ampollas en aquellos que sólo ven discursos políticos en todos lados. Pero las cosas no son sólo blancas o negras, sino que contienen una amplia gama de matices, y mucho más cuando hablamos de las personas.

Hay que apuntar que Newman no tenía pensado dirigir la película, que sustituyó al inicialmente previsto, Richard A. Colla, que en aquel momento venía de la televisión y tenía una sola película para el cine. Cuesta imaginar qué habría realizado Colla con el material proveniente de la novela de Ken Kensey, de quien cuatro años más tarde se adaptaría una de sus novelas en la muy exitosa ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’ (‘One Flew Over the Cuckoo's Nest’, Milos Forman, 1975). El guion de John Gay permite a Newman ser el blanco de los amantes de los mensajes políticos.

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Los ideales de la tradición

‘Casta invencible’ es un título que hace más honor a la épica con la que Paul Newman retrata la vida de la familia de madereros que, en tiempos de huelga convocada por el sindicato, siguen adelante con su empresa para ganarse la vida, sin hacer caso de las charlatanerías que caracterizan a los que gustan de soltar discursos pero no hacer nada. O como dice el personaje de Henry Fonda –otro par de ojos azules inolvidables− “siempre ha preferido darle al pico que masticar”. Demoledora frase que más de uno malinterpretará.

La familia, de la que Henry Stamper (Fonda) es el patriarca representa a esa clase de personas que se han abierto camino en el mundo, dedicándose única y exclusivamente a trabajar, comer, beber, follar y dormir, tal y como dice en un momento dado a la esposa de su hijo (Lee Remick), que sorprendida ante la ceguera de sus simples miembros pregunta si no hay nada más en la vida, una clase de vida de la que ella siempre se sintió apartada, ya no sólo por su forma de pensar, sino por la imposibilidad de tener descendencia, algo fundamental entre mentes conservadoras.

Podría decirse que toda la esencia de la película queda resumida en el citado diálogo, y la filosofía de los personajes centrales, a excepción del “hijo pródigo”, interpretado por el entonces muy de moda Michael Sarrazin, está tallada en un tronco expuesto en el salón de su hogar, y que reza “Never give an inch”, que podría interpretarse como “no des el brazo a torcer”, frase que caracteriza a la muy tozuda familia que se niega a cooperar con el Sindicato en una huelga que no les importa lo más mínimo, algo por lo que se ganarán las antipatías de un pueblo no menos paleto y cerrado que ellos, incapaces de lidiar, algunos de ellos, con otro tipo de problemas.

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Creer en uno mismo hasta el final

Queda muy bien reflejada la épica de una forma de pensar que, entre otras cosas, ayudó a formar y levantar un país como los Estados Unidos, con todo lo malo y bueno que eso conlleva. También podría decirse que ‘Casta invencible’ juega en su mensaje en la misma liga que ‘El manantial’ (‘The Fountainhead’, King Vidor, 1949), en cuanto al individualismo se refiere, mensaje tan peligroso como susceptible de caer en malas mentes. Ese final, con detalle morboso incluido, es una buena muestra de ello, y la cámara, desde lo alto, ensalzando una forma de obrar auténtica, y nada despreciable.

La película es recordada sobre todo por la impresionante secuencia del personaje de Richard Jaeckel, nominado al Oscar por su trabajo, cuando éste queda atrapado en el río por un gran tronco, en un accidente que se lleva consigo también el brazo del patriarca. La secuencia es bastante angustiosa –el nivel del agua va creciendo y no hay tiempo−, y curiosamente no exenta de humor. Auténtico punto de inflexión del relato, y en el que Hank y Leeland (Newman y Sarrazin) toman la determinación de luchar hasta el final por unos ideales que han caracterizado a una familia toda su vida.

La seguridad de Newman, tanto detrás como delante de la cámara, es apabullante. Llaman la atención los movimientos de cámara con planos generales, sobre todo cuando la familia está trabajando, o los encuadres dentro de la casa familiar, antaño un lugar lleno de vida, ahora un espacio vacío en el que Hank no tiene futuro.

El actor/director recibió innumerables críticas negativas por su excepcional trabajo, tras el cual produjo a su esposa un curioso film sobre la figura de Sherlock Holmes.

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