‘Patria’ ha iniciado el camino hacia el final de la serie de HBO con el lanzamiento de su quinto episodio, el primero dirigido por Óscar Pedraza, ya que los cuatro primeros corrieron a cargo de Félix Viscarret. En 'El país de los callados' se apuesta por mantener una continuidad formal con respecto a lo visto previamente. Esto lleva a un trabajo de puesta en escena algo más contenido, dejando que el peso recaiga más sobre el guion de Aitor Gabilondo y el trabajo de los actores.
Además, resulta curioso que estemos ante un episodio que funciona hasta cierto punto como interludio centrado en dos personajes que podríamos decir que también sufren el daño colateral tanto de los ataques terroristas de ETA en general como de la actividad particular de su hermano Joxe Mari. Y es que si la gran estrella del cuarto episodio fue el Txato, aquí el peso recae sobre Gorka y Arantxa.
A partir de aquí habrá spoilers del quinto episodio de 'Patria'.
El contraste entre Gorka y Joxe Mari
Recuerdo que una de las cosas que más llamó mi atención de los comentarios de los lectores en mi crítica a los dos primeros episodios de ‘Patria’ fue un apunte a “ese supuesto sufrimiento de los familiares de los etarras”, ya que parece que es una idea inconcebible para algunas personas. Este episodio viene a ser la demostración definitiva de que eso era algo habitual, algunos como la madre de Joxe Mari optaron por una defensa a ultranza de su hijo, pero sus hermanos no optaron precisamente por esa vía.
En un mundo justo, Eneko Sagardoy ya sería uno de los actores más solicitados del cine español y espero que al menos su paso por ‘Patria’ ayude a poner fin a esa injusticia. Solamente con Gorka ya podría decirse que ‘Patria’ ofrece un retrato certero de cómo era la vida en el País Vasco por aquel entonces a poco que te salieses de la norma. Ya desde el primer momento había quedado claro que él era muy diferente a Joxe Mari, tanto por la actitud del personaje como por la interpretación gestual de Sagardoy y aquí eso es algo que alcanza su máxima expresión hasta ahora.
Esa oposición entre lo que representan Joxe Mari y Gorka es un buen ejemplo de que alguien puede ser totalmente distinto al otro habiendo crecido en el mismo sitio con una educación idéntica. De hecho, aquí ni siquiera hace falta que el personaje interpretado por Jon Olivares esté presente para que se nos recuerde en todo momento lo que el representa, porque esas felicitaciones por el premio de poesía pronto giran hacia presiones por no decantarse abiertamente por apoyar la búsqueda de la independencia vasca a cualquier precio.
Mucho sentido tiene que él forme parte de ese ataque fallido a la fábrica del Txato que ya habíamos visto con anterior. Él no encaja con esa actitud y acaba encontrando la liberación, en todos los sentidos, fuera de su pueblo. Es cierto que todo lo referente a su homosexualidad podría haber acabado siendo problemático según cómo se enfocara, pero aquí funciona más para terminar de descubrirse a sí mismo en lugar de aparentar ser quien no es. El opuesto a Joxe Mari, a quien no es casualidad que veamos aquí cometiendo su primer asesinato.
La serie incluso explicita esa incomodidad suya que, pese a todo, no termina de superar por la pasividad de todos aquellos que no apoyaban a ETA pero no hacían nada para evitar el miedo al que sometían a muchos. Eso era algo tan normalizado que yo hasta recuerdo una votación en mi instituto para hacer huelga vinculada a los presos de la organización terrorista en la que la gran mayoría votó que sí como si no fuera con ellos la cosa, aunque ahí queda un poco la duda de si era lo que había que hacer o, lo más seguro, simplemente querían perder un día de clase...
Más dura será la caída de Arantxa
Está claro que no hemos visto lo último de Gorka -parece inevitable que en algún momento haya un cara a cara como Joxe Mari, sobre todo después de ver cómo expresaba en palabras esa agonía existencial que aún padece pese a haber encontrado su lugar en la vida-, pero no es el momento de adivinar el futuro, ya que su hermana Arantxa ha sido el otro gran eje de este excelente episodio
En su caso es a través de una carta donde se recalca una vez más que ella es diferente a su hermano, pero eso no impide que siga teniendo un cariño hacia Joxe Mari que no duda en explotar para conseguir que quiera perdón a Bittori. Es cierto que la serie ha incidido bastante en la buena relación entre ambas, pero eso no quita para que Arantxa quiera seguir creyendo que su hermano es un ser humano pese a todas las atrocidades que ha cometido, por lo que ese perdón resulta indispensable.
No obstante, el capítulo ha girado más alrededor de cómo ella también logró “escapar” del pueblo, estableciendo un duro contraste actual entre su situación de dependencia actual y esa actitud libre y decidida de su juventud. Muy elocuente pese a lo superficial que pueda parecer en primera instancia es ese comentario de “Con lo buena que estaba, joder”. Ya sabíamos que el personaje encarnado por Loreto Mauleón podía ser un poco bruta, pero también que siempre era honesta.
Quizá por ello resulte más duro ver cómo va creciendo como persona sabiendo a lo que va a acabar reducida, una situación de constante incomodidad que alcanza un pequeño oasis de alegría cuando le pide a Bittori que le dé un paseo por la plaza. Está claro que así busca dar un paso más para cerrar la herida causada por su hermano, un momento muy simbólico con el que este capítulo llega a su fin.
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