Programas donde la gente va a buscar el amor los ha habido desde siempre en la televisión española. Desde 'Lo que necesitas es amor' hasta 'El diario de Patricia', el inolvidable 'Next' o el marrullero 'Mujeres y hombres y viceversa', la programación se ha nutrido en gran parte y durante años de gente que ha creído que la mejor manera de encontrar a alguien especial era delante de un montón de cámaras y pudiendo ser eliminado ante todo el país. Ahora, 'Para toda la vida' quiere seguir la tradición, pero despojado de todo sentido del humor y autoparodia, se convierte en un aburrimiento insoportable.
Nadie quiere casarse con tu hijo
Hace ya una década que Eyeworks, de la mano de Luján Argüelles, revolucionó el mundo de los programas de citas con su propia versión de 'The bachelor', quitándole toda la solemnidad y reemplazándola por humor salvaje, edición casi pirata y un casting perfecto repleto de personas que querían entrar en el juego de '¿Quién quiere casarse con mi hijo?'. El formato alcanzó su perfección en 'Un príncipe para Corina', que sustituyó el amor por los efectos de sonido y convirtió cualquier proposición medianamente seria en un festival de running gags, chistes y montaje intrépido.
Se nota que tras las cámaras de 'Para toda la vida' hay un grupo de personas que saben que con el material que tienen podrían hacer perfectamente un nuevo '¿Quién quiere casarse con mi hijo?', pero las órdenes de arriba les obligan a que sea lo más sobrio, lujoso y aspiracional posible. Y el lío está montado, con un casting formado por una mitad de pijos sosainas y otra de pijos extravagantes que claramente pertenecen a otro programa. Y no me refiero a 'UnREAL', pero es inevitable verlo desde otra perspectiva.
La llegada de los solteros, que en el programa de Cuatro era el mejor episodio siempre, se convirtió aquí en un paseíllo clónico donde cada uno de los muchachos trató de engatusar a la soltera en cuestión, Sheila, dándole todo tipo de regalos, desde palos de golf hasta planos de cimentación, apareciendo montados a caballo, en furgoneta o con un perrete -claro ganador de la noche- del brazo. Y lo que podría haber sido un entretenimiento de primer orden se convirtió, por obra y magia de una edición que evitaba el rock and roll de forma explícita, en un amodorramiento del que ver uno y no más.
Un príncipe para Sheila
Decían los responsables del programa que 'Para toda la vida' es como una novela turca, pero por lo que se ha podido vislumbrar en este piloto se parece más a 'The white lotus' de manera involuntaria. En un momento audiovisual en el que la mayoría de los productos se mofan de los pijos y los ricos, Telecinco ha decidido, por algún motivo, convertirles en aspiracionales y no señalar su absurdo vital en ningún momento.
Por las cámaras de Mediaset pasan empresarios, modelos, arquitectos y deportistas profesionales que dejan perlas como "Siempre me dicen que soy un pibón", "Estoy calculando un modelo estadístico para la posibilidad de match entre los dos" o "Busco una persona seria porque soy un chico serio y busco una relación seria". No puedo enfatizar más la pena que me da que el formato se tome en serio todas estas bravuconadas y no les deje en ridículo con la voz en off de Luján o un montaje que enfatice lo ridículo del asunto.
La risa que causa 'Para toda la vida' siempre es ajena a la voluntad del reality. Más allá de algún pequeño detalle de postedición como la música que desafina cuando algo va mal, carece absolutamente de sentido del humor. Es verdad que los concursantes no se pelean, se insultan o se lanzan los trastos, pero también que son el prototipo del perfil de Tinder más aburrido del mundo, superficiales hasta la médula y protagonizan momentos bochornosos por sus cuatro minutos de fama. ¡Los hay que incluso creen que se van a casar con Sheila media hora después de conocerla! Es vergonzoso y, de calle, el formato más espantoso con el que jamás ha probado suerte Telecinco.
He visto horrores que no creeríais
Por mucho que Sheila afirme cosas como "Me siento muy protegida entre tanto hombre", la imagen es dantesca: veinte señores, prácticamente todos iguales (morenos, con barba, altos, pijos, de gimnasio) buscando los favores de una señora arquitecta que también le da al diseño de joyas. Es como el reality que diseñaría Isabel Preysler, tan pasado como irreal, inconscientemente autoparódico, terrorífico y con un fondo de toxicidad que no dice nada en favor de quienes decidieron traerlo a España.
Que sí, que es un formato que lleva 19 temporadas en Estados Unidos (a las que hay que sumar otras 39 de sus spin-offs, sus especiales y hasta un videojuego), pero eso no lo convierte en menos terrorífico o sus imágenes menos desasosegantes: buscar el amor nunca se había parecido tanto a una tómbola en la que el premio gordo es un trozo de carne (y un par de Deluxes). El tono no se ajusta en absoluto al contenido que se consume en España, mucho menos en estos tiempos: es un programa errado de base.
Pero un programa fallido puede ser, al menos, divertido. No es el caso de 'Para toda la vida', que solo entretiene al ver la absoluta familiaridad y amor loco con los que estos solteros tratan a Sheila después de haberla conocido durante un par de horas. De hecho, en este primer episodio ya hay besos, revelaciones forzadas, preguntas incómodas y mucho machaque con dos conceptos: la búsqueda del amor y la fricción entre los solteros por conseguir el premio grande del programa. O sea, ella. Si la intención era crear el reality más desasosegante del año, hay que felicitarles: lo han conseguido con creces.
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