Hace una década, Ridley Scott nos sumergía en el universo del crimen organizado de la Harlem de los setenta y las guerras de gángsters en su película 'American Gangster', donde veíamos cómo Frank Lucas (Denzel Washington) sucedía a Bumpy Johnson como el jefe de la organización criminal.
Doce años después volvemos al barrio con 'El padrino de Harlem', serie que llega a HBO España (originaria de EPIX) que retrocede unos cuantos años en el tiempo para explorar largo y tendido (bueno, durante diez episodios) la historia de Bumpy Johnson, interpretado en esta ocasión por Forest Whitaker.
Estamos en 1963 y Johnson acaba de salir de Alcatraz tras una larga temporada. Nada más llegar verá que tiene trabajo que hacer, los genoveses (guineas), encabezados por Chin Gigante (Vincent D'Onofrio) le están quitando el terreno y las dos bandas se aproximan a una gran guerra en plena era de la lucha por los derechos civiles.
Una perspectiva amplia de la Harlem criminal
Al igual que series como 'Boardwalk Empire' y 'Los Soprano', 'El padrino de Harlem' no va tanto sobre los urdides criminales de la banda de Johnson sino del lugar de actuación como un personaje más y como el cruce de caminos entre personalidades sociales, políticos y criminales.
Esa es, al menos, la intención de sus guionistas. Chris Brancato y Paul Eckstein presentan un crisol de sueños, de juguetes rotos por la droga, de amores imposibles y un vistazo global a la olla de presión del barrio neoyorquino en los sesenta se ve claramente en la elección del momento a retratar de la vida de Bumpy Johnson.
En un barrio cambiado tras una década de ausencia, Bumpy debe aprender a convivir con dos de los actores políticos más importantes en la lucha por los derechos civiles de la población afroamericana: el ministro Malcolm X (Nigél Thatch) y Adam Powell (Giancarlo Espósito), que buscan el mismo fin pero distintos métodos.
Entonces, esta mezcolanza de acontecimientos y personas de tan distinto carácter hace que 'El padrino de Harlem' navegue sin un timonel firme en el mundo propuesto por los guionistas. No es que Forest Whitaker no tenga una gran presencia y un carisma tan tranquilo como agresivo como para movernos por este Harlem sesentero, es que la serie quiere tocar demasiados palos para que funcione todo lo bien que debería.
La ambición mal ejecutada
En líneas generales hay una especie de ambición mal entendida basada en la dañina premisa de que cuánto más terreno abarque una ficción mejor. Esto hace que se descuide tanto el desarrollo de personajes (D'Onofrio está desaprovechado y, además, parece algo caricaturizado) como la gran trama.
Lo cual es una pena porque el gran reparto que tiene la serie no termina de dar todo lo que podría dar de sí en un drama criminal que no sabe muy bien qué está contando. Ese es en realidad el principal problema de una serie que, por otro lado, es un buen entretenimiento.
La sensación que deja 'El padrino de Harlem' es que sería bastante mejor con un par de retoques. Es un buen drama, entretenido, correcto, con un gran reparto pero cuya falta de un centro claro (en el sentido de potente) en lo argumental le perjudica.
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