Cualquier aficionado al cine fantástico va a recibir con los brazos abiertos, de salida, un proyecto como 'Overlord'. Se trata de una aventura bélica que no se anda con demasiadas monsergas a la hora de poner sobre la mesa su enloquecido y algo sobado planteamiento: un pelotón de soldados norteamericanos tiene que acabar con un terrible experimento nazi en un castilo de Francia que busca reanimar a los muertos y crear un ejército de (espera, que viene) zombis nazis.
Pero aunque su argumento es puro espíritu pulp, su acabado técnico es mucho más ostentoso: nada menos que dos directores de fotografía (Laurie Rose, habitual de Ben Wheatley, y Fabian Wagner -'Juego de tronos'-), un estupendo diseño de escenarios y maquillajes, y secuencias espectaculares en planos-secuencia marca de la casa (produce JJ Abrams), como los que abren y cierran la película. De algún modo, 'Overlord' consigue que ambos universos, la producción bien surtida de billetes y el argumento de serie Z, encajen en un todo coherente. La ficción de 'Overlord' no chirría, y ese es su mayor logro.
Por desgracia, aunque la acción bélica y el disparate zombi se dan la mano con firmeza, la cosa no va mucho más allá. No hay nada en 'Overlord' que no hayamos visto más y mejor en otras ocasiones: por supuesto, hay innumerables películas de la II Guerra Mundial superiores a esta (aunque en su descargo, es justo decir que 'Overlord' no pretende ser reconocida como un clásico en ese apartado), empezando por esa 'Malditos bastardos' en la que se mira arrobada todo el rato, consciente de los kilómetros de distancia que las separan a todos los niveles.
Pero es que por otro lado, tampoco como película de zombis nazis está por encima de miniclásicos del género como las inevitables dos entregas de 'Zombis nazis', más tronadas pero también más imaginativas. O la maravillosa 'Shock Waves' de 1977, infinitamente más atmosférica y misteriosa. 'Overlord' no explota la potente imaginería pulp que tiene a su alcance, ni por la vía del esoterismo nazi ni por la de los científicos a lo Mengele, que parecen no llamar la atención de Julius Avery y los guionistas Billy Ray y Mark L. Smith. Por no llegar, no llega ni al nivel de delirio y frenesí de su inspiración más clara, las últimas encarnaciones de la franquicia de videojuegos 'Wolfenstein', de la que 'Overlord' es una muy limitada adaptación apócrifa.
Es imposible cabrearse con 'Overlord': ruidosa y verbenera hasta para los sustos baratos a golpe de montaje y banda sonora estridente, parece empeñada en esquivar los detalles más sugerentes de su relato. La rebeldía del cabo, la raza negra del protagonista, los zombis de comportamiento incontrolable tras recibir la inyección... la posibilidad de mostrar un ejército de muertos vivientes de las SS se anula nada más plantearse, y la película está orgullosa de su modestia y su limitación de personajes y escenarios (un pueblo, una casa y una torre).
Divertida y olvidable, 'Overlord' es más por lo que apunta que por lo que ofrece, y su versión de tebeo de una guerra entre virtuosos americanos y diabólicos nazis es tan barata que respira encanto de la vieja escuela. Algún alarde técnico la salva de ser un subproducto más, pero no le concedamos más de lo que merece: recordemos que hasta aquel primigenio 'Wolfenstein 3D' de 1992, con toda su modestia, te plantaba un Hitler cyborg en los morros. 'Overlord' debería haber apuntado al cielo o al infierno, pero no conformarse con ideas que ya se explotaban en la literatura barata de los años cincuenta.
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