Nunca me ha gustado Keanu Reeves. Es más, en su época de esplendor, no podía entender como a un intérprete con unas capacidades expresivas tan limitadas —si por limitadas entendemos nulas— le ofrecíeron a lo largo de los noventa tantos y tantos papeles protagonistas en producciones tan dispares como 'Speed' (id, Jan de Bont, 1994) o 'Un paseo entre las nubes' ('A Walk in the Clouds', Alfonso Arau, 1995), por citar dos de las más opuestas de cuantas se vio envuelto durante la citada década. Y es por ese motivo que, llegado el momento, y perdido completamente el interés hacia lo que por él viniera encabezado, dejé de ver el cine que contara con su presencia.
Pero entonces comenzaron a llegarme rumores de un filme de esos que había que ver sí o sí, una cinta de acción seca, al límite, con un ritmo brutal y unas secuencias alucinantes que te dejaban pegado a la silla desde el primer minuto de metraje. Y atraído por lo que estaba seguro eran cantos de sirena, me dejé llevar y hace cosa de un año, me asomé por primera vez a 'Otro día para matar (John Wick)' ('John Wick', Chad Stahelski, David Leitch, 2014). Afirmar que lo pude encontrar obliteró mis paupérrimas expectativas sólo comenzaría a cubrir la gigantesca impresión que el filme dejó, situándose de golpe entre lo mejor que vi durante 2015, sin lugar a dudas.
Matasteis a mi perro...grave error
Bueno, John no era exactamente el hombre del saco. Es al que mandabas a matar al jodido hombre del saco.
Por mucho que sólo sean catorce minutos de los ciento uno que dura la cinta, si uno se acerca a 'John Wick' sin saber nada de los derroteros por los que discurrirá la trama, es muy probable que el primer acto lo ponga a prueba hasta tal punto que piense en abandonar de forma prematura el visionado. A fin de cuentas, ese cuarto de hora inicial es completamente ajeno a lo que la acción irá ofreciendo a partir de entonces, pero eso no quita, ni mucho menos, para que sea estrictamente necesario de cara a esbozar con cuatro trazos el personaje encarnado por Reeves.
Este se nos presenta como un hombre de buena posición que acaba de perder a su esposa tras una lucha contra una enfermedad terminal y que, después de enterrarla, recibe un paquete que ella dejó preparado antes de su muerte: un cachorro de beagle —la raza de Snoopy, dicho sea de paso— orientado a hacer que pueda copar mejor con la dureza de su pérdida. Hasta aquí, como podréis observar, lo que parece es que nos encontramos ante uno de esos dramones de corte "telefilmesco" que tanto abundan en las sobremesas de los fines de semana. Nada más alejado de la realidad.
Después de un fortuito encuentro en una gasolinera, la casa de John es asaltada por tres criminales de origen ruso que le roban su coche y matan a su perro sin saber que, con tal acto, acaban de desencadenar la sed de venganza descontrolada del que fuera un asesino implacable de leyenda. Y es a partir aquí donde la cinta comienza a mostrar su verdadera faz, y donde no queda más remedio que caer rendido de rodillas ante la forma en la que, de repente, el protagonista pasa de ser un don nadie a convertirse en, probablemente, el personaje más "molón" al que Reeves ha dado vida a lo largo de toda su trayectoria. Y sí, eso incluye a Neo, por supuesto.
Descrito de forma sucinta, la leyenda que rodea a John Wick se va construyendo a través de sentencias como las que encabezan esta sección y actitudes por parte de, por ejemplo, el mafioso que encarna Michael Nyqvist, el hombre que mueve los hilos en las sombras del crimen en Nueva York y que se "cagará de miedo" cuando sepa que su hijo, uno de los tres criminales que asaltaba la casa de Wick, ha cometido un error que bien podría costarle la totalidad de su negocio.
'Otro día para matar (John Wick)', de lo extraordinario en lo común
Haciendo gala del mismo talante escueto mediante el que podríamos calificar a esa descripción del personaje que hace que nuestra imaginación se dispare y seamos capaces de llenar los inmensos huecos existentes en su definición con las más dispares imágenes, el guión redactado por Derek Kolstad define un microcosmos alucinante que rodea a la profesión del protagonista, sacándose de la chistera una suerte de organización a la que se acogen los miembros del gremio regida por un código de honor y comportamiento que no hace sino aumentar, y de qué manera, ese aroma extremadamente "cool" que ostenta todo el filme.
Un filme que, no nos engañemos, no cuenta nada nuevo ni tiene recovecos ni giros pronunciados. Antes bien, su trama es lineal y discurre como un tiro a golpe de las secuencias que van siguiendo a Wick en sus esfuerzos por acabar con el niñato que le arrebató a su perro y, por supuesto, con todo aquél que se interponga en su camino...sean cuántos sean. Pero que sea común en lo argumental no implica, ni mucho menos, que el mismo calificativo pueda ser utilizado para cuantificar la forma en la que se nos traslada la acción por parte de la pareja de directores que orquestan tan magnífica función.
Con la claridad narrativa como norma básica y la concisión como máxima a seguir, las diversas escenas en las que vemos a Keanu Reeves —en un papel que, sin duda, nació para interpretar— acabar de forma inmisericorde con todos los que intentan dar finiquito a la existencia de su personaje, están rodadas con una fuerza asombrosa y una energía espectacular que reposa, y mucho, en la cara de palo del letal asesino y en la categórica forma que tiene de cesar las vidas de esos enemigos anónimos que encuentran el final de sus días de mano del pistolón que Wick esgrime con quirúrgica y letal precisión.
Adquirida en muy poco tiempo su condición de filme de culto —pocas veces en los últimos tiempos una producción lo ha merecido tanto como ésta—, el éxito del boca a boca en 'Otro día para matar (John Wick)' ha surtido tal efecto que, aún sin fecha de estreno, no creo que tardemos mucho en poder asomarnos a esa segunda parte que, en fase de filmación según la IMDb, continuará narrando —quién sabe si a modo de precuela por la aparición de cierto personaje— las aventuras de un personaje que, si siguen al mismo nivel, cuentan ya con un espectador dispuesto a abrazar lo que quieran ofrecerle.
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