‘Relatos salvajes’ (Damián Szifrón, 2014) está nominada a la mejor película de habla no inglesa en los Oscars 2015, representando a Argentina y compitiendo con pesos pesados como Polonia y Rusia. Al estar producida por Pedro Almodóvar y su hermano, es de entender que posibilidades las tiene, sobre todo porque el manchego posee dos, repito, dos Oscars. No creo que la película merezca el premio, ni siquiera la nominación, y creo que supone un bajón, no demasiado pronunciado con respecto a la obra anterior de Szifrón, ‘Tiempo de valientes’ (2005), menos ambiciosa y más conseguida.
Tampoco me voy a referir a ‘Relatos salvajes’ como una mala película, ni mucho menos. Tiene más cosas buenas que malas, afortunadamente, pero me desligo del orgasmo general sobre un film que carga sus balas con fiereza y las dispara de forma atolondrada y menos impactante. Consta de seis historias no ligadas argumentalmente pero sí temáticamente, y su interés navega alrededor de las consecuencias de la violencia en nuestras vidas, una violencia a la que se recurre por situaciones que superan a los personajes. Unas veces más logradas que otras, y un episodio espléndido.
Como toda película sobre episodios –salvo honrosas excepciones clásicas, como cierto título de la mítica Ealing− algunos tiene más interés que otros. Con todo, los ecos de la magistral ‘Un día de furia’ (‘Falling Down’, Joel Schumacher, 1992) –película terriblemente actual y que llega mucho más lejos que la presente en intenciones y resultados− son más que evidentes. Sobre todo en el mejor episodio, ‘Bombita’, el tramo más cercano al espectador, con el que éste puede sentirse completamente identificado, y en el que la labor de su director/guionista brilla a gran altura. El resto se debate entre lo muy interesante y lo malo.
Divertido y explosivo comienzo
(Desde acá hasta allá, el final, spoilers) Szifrón demuestra conocer, o eso quiero creer, una de las máximas de Cecil B. DeMille, alguien que consideraba que el cine era puro espectáculo, aquella que rezaba que una película debe empezar con una “explosión”, para atrapar al espectador, y de ahí hacia arriba. El problema es que, con excepción del episodio con Ricardo Darín, el film, va hacia abajo. Pillar al espectador por sorpresa con la historia de un hombre humillado por un montón de gente, y que lleva a cabo una brutal venganza contra todos dentro de un avión, para después no ser tan intenso, o bestia, defrauda un poco.
‘Las ratas’ es sin duda el peor episodio, una anécdota en un bar solitario en el que un hombre es reconocido por la camarera como alguien que le arruinó la vida en el pasado. Tal dato no era necesario, porque el hombre en cuestión se comporta como un verdadero gilipollas durante su estancia en el bar. El extremo hasta el que se llega raya lo increíble, como las interpretaciones, totalmente forzadas. Tendencioso y aburrido. Lo olvidamos gracias al resto.
‘El más fuerte’ parece una variante en pequeño de ‘El diablo sobre ruedas’ (‘Duel’, Steven Spielberg, 1972) pero sin su trascendencia y potencia. Un conductor gilipollas, al que da vida un entregado Leonardo Sbaraglia, tiene un “encuentro” con otro conductor gilipollas, y lo que muchas veces hemos presenciado, incluso protagonizado, al volante, el único elemento junto con el fútbol capaz de convertir al ser humano en una bestia sin control, se torna un duelo sangriento y encarnizado algo rebuscado pero con una ironía final muy bien metida. Si del amor al odio hay un paso, al revés podría parecerlo también.
Todos somos Bombita
‘La propuesta’ se alarga demasiado al exponer algo bastante terrible, hacer pasar por culpable de un atropello mortal a una persona inocente para que el verdadero culpable, una nenaza hija de un millonario, no vaya a la cárcel. Sobre el papel es prodigioso por atreverse con algo que seguro se ha dado muchas veces, en pantalla resulta bastante previsible, sobre todo ese desenlace que se ve venir de lejos. La ironía de la vida una vez más haciendo acto de presencia. Los actos y las decisiones tienen consecuencias, muchas veces no deseadas.
‘Hasta que la muerte nos separa’ me hace pensar en ‘Eyes Wide Shut’ (id, Stanley Kubrick, 1999), concretamente en su frase final: “Hay algo que debemos hacer urgentemente, follar”. De esta forma, una boda que sobrepasa lo surreal, lo humillante, hasta niveles vergonzosos, a través de situaciones confusas, decisiones absurdas, llevadas casi al extremo pero que concluyen en el coito más atrevido, y coherente, del cine reciente como solución a todos los problemas de una pareja. Creo que es la mejor forma de terminar la película.
Yo concluyo mi texto con el episodio que más me ha gustado y el que tiene el mayor favor popular a tenor de lo leído en la red. ‘Bombita’ es la historia que más trae a la memoria el citado film de Schumacher. Ricardo Darín da vida a un hombre normal y corriente a quien la grúa le lleva el coche. Dicho acontecimiento, que probablemente muchos hemos sufrido, deviene en una catarsis colosal y aplaudida; y aquí Szifrón se atreve a mucho más, al glorificar una victoria desde la cárcel. El podrido sistema que obedecemos y acatamos puede ser tambaleado cuando los de abajo vitoreamos todos juntos y por un bien común. Sólo por este capítulo, y por la fuerza contenida de un Darín glorioso, ‘Relatos salvajes’ ya merece un visionado, o dos, o tres.
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