John Patrick Shanley llevaba muchos años sin dirigir una película. Suya es aquella extravagancia (rara hasta decir basta) titulada ‘Joe contra el volcán’, que juntaba a unos imposibles Tom Hanks y Meg Ryan (por aquel entonces los reyes de la comedia romántica) en un producto que fracasó allá donde se estrenó, permaneciendo a día de hoy como una de las películas más extrañas salidas de la productora de Steven Spielberg. Ahora, casi 20 años después, Shanley regresa por la puerta grande con ‘La duda’, film que está causando sensación, y cuyo reparto ha sido nominado por su trabajo en las categorías correspondientes. Un grupo de actores en estado de gracia que se convierten en el punto más fuerte de una película menos profunda de lo que aparenta.
Shanley adapta su propia obra teatral, ganadora del premio Pulizter en el 2005; y he aquí uno de los principales problemas de ‘La duda’, al menos para mí. Puede que Shanley conozca a la perfección su propia obra (lo contrario sería poco menos que absurdo), pero los mecanismos del cine son otros totalmente distintos a los del teatro, y el director termina pagando las consecuencias de estar tanto tiempo sin hacer cine.
‘La duda’ está ambientada en 1964, después del asesinato de J.F Kennedy, en la Iglesia de San Nicolás, en el Bronx. En la escuela, la directora de la misma cree en las enseñanzas de forma estricta, resistiéndose a los cambios que la sociedad está viviendo, al progreso. El primer alumno negro que admiten, señal de ese cambio, tiene una especial relación con uno de los padres, que le concede una mayor atención al muchacho. Esto será mal visto, y sobre todo mal interpretado por una de las Hermanas que enseguida pondrá en conocimiento de la directora sus dudas al respecto. Dudas que podrán convertirse en certeza, dependiendo del punto de vista.
‘La duda’ es ante todo, una película de actores. Actores que ofrecen en parte lo que el guión, o la puesta en escena del director no es capaz de transmitir. Meryl Streep logra atemorizar al más duro con su interpretación de directora de la escuela. Un personaje siempre en actitud combativa (el diablo se esconde en cualquier parte, esperando su oportunidad de atacar), y que mira mal a todo aquel que no piense como ella. Su rectitud es al mismo tiempo su virtud y su defecto. Lo primero porque siempre combatirá con todas sus armas aquello que está mal, y lo segundo porque hará lo mismo con cosas que no necesitan tanta mano dura. Sin embargo, el problema, por así llamarlo, al que se enfrenta en la película surge de una duda, nunca comprobada más allá de los temores de la propia directora, totalmente infundados, por una información que también posee el espectador, quien también dudará de los hechos.
Es ése, sin duda, el mayor atractivo del material de Shanley. No saber a ciencia cierta si el padre señalado por la directora de la escuela, ha cometido o no, los hechos de los que se le acusan, supone un riesgo que los actores superan con matrícula de honor, aunque la labor del director deje mucho que desear. Pero sigamos con la labor actoral, sin lugar a dudas, lo mejor de ‘La duda’. Al trabajo de una Streep perdida en las nubes, hay que sumar, como no, el trabajo de un Philip Seymour Hoffman, cuya presencia en las nominaciones en los últimos años empieza a ser ya algo habitual. Aquí da vida al sospechoso de abuso sexual, el padre Brendan Flynn, personaje mucho menos severo que su compañera/rival, y que aboga por la comprensión y el cariño antes que por los castigos, como arma de enseñanza. El actor está sencillamente fantástico, y logra la empatía del espectador a pesar de la duda que se cierne sobre él. Amy Adams, en un registro totalmente distinto al que nos tiene acostumbrados, da vida a la monja que da la voz de alarma, una joven e inexperta mujer que se deja arrastrar por todo aquel que la convence con discursos locuaces; su fragilidad y falta de entereza es su mayor pecado.
Pero quien se merece todos los elogios habidos y por haber es doña Viola Davis (se merece le Oscar mucho más que Penélope Cruz, muy posiblemente la ganadora), quien realiza la mejor interpretación de todas, y eso que el resto del reparto ya está a una altura considerable de calidad. Pero es Davis con su trabajo quien proporciona el momento más emotivo, fuerte, y el único que permanecerá en nuestras memorias. Una conversación con la Streep, fuera de los muros de la escuela, en la que se le ponen a uno los pelos erizados por la triste verdad que desprenden sus palabras de resignación, capaces de justificar la pederastia en pos del futuro de su hijo. La actriz aparecerá una vez más en escena, simplemente un par de segundos, y el silencio se apoderará de ella. Un silencio cómplice con nuestras percepciones, mientras somos testigos de su dolor y de algo que nunca quedará claro.
John Patrick Shanley ya no brilla a la altura de sus actores en lo que respecta en su trabajo como director. Su sosa puesta en escena, con incomprensibles planos inclinados que rompen la supuesta sobriedad del relato, y la dichosa manía de enfocar las manos de sus personajes (que alguien me explique a qué viene el numerito de las uñas del Padre Flynn con sus alumnos), estropean en buena parte un relato que en manos de otro realizador más experimentado daría para hacer la gran película que ‘La duda’ prometía ser. Menos mal que detrás de la fotografía se encuentra el excelente Roger Deakins, esta vez ayudado por Matt Turve, en su primer trabajo en un largo. Gracias a su labor, repleto de una austeridad buscada, el film posee una ambientación formidable, y nos remonta a una época en la que los cambios fomentaron dudas sobre los estamentos y la formas de pensar que había hasta ese momento. Tiempos de flaqueza en consonancia con la trama central del film. Una pena que al final nos quedemos, al menos quien esto firma, con la sensación de que no ha pasado absolutamente nada, y si el cura es culpable o no, me trae sin cuidado. Ni siquiera las dudas finales en una escena de confesión me despiertan el más mínimo interés. ¿Por qué me viene a la memoria ‘La calumnia’, de William Wyler? Ah sí, porque está todo mucho mejor narrado.
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