Las superproducciones son necesarias para lograr llamar la atención de un tipo de espectador que de otra forma seguramente nunca se acercaría a una sala de cine. Eso ha derivado durante los últimos años a una presencia abrumadora de la acción, habitualmente como respaldo para las aventuras de algún superhéroe, pero hubo una época en la que Hollywood confiaba presupuestos muy generosos a un tipo de cintas que hoy casi no existen.
En el caso del cine español el dinero siempre será un problema a la hora de intentar competir de tú a tú con lo que viene desde Estados Unidos, pero de vez en cuando se realizan esfuerzos que no siempre funcionan. Me viene a la mente el caso de ‘Alatriste’, la cual no funcionó como se esperaba de ella y que comparte con ‘Oro’ tanto director como al creador de la historia. Donde sí hay una gran diferencia es que una era muy deficiente y la que ahora nos ocupa es una película estimable.
Un estimulante viaje a ninguna parte
Antes de nada creo que merece la pena comentar que hasta la fecha no había conectado demasiado bien con ninguno de los cuatro anteriores largometrajes dirigidos por Agustín Díaz Yanes, ni siquiera con su aclamada ópera prima ‘Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto’. Temía que me volviera a suceder lo mismo con ‘Oro’, pero sí que hay algo estimulante en este viaje hacia ninguna parte de un grupo de soldados españoles.
Es evidente que Díaz Yanes ha querido exprimir a fondo los 8 millones de presupuesto que ha tenido a su disposición, optando por un exigente rodaje que llevó al equipo a Panamá y varias ciudades de España. Esto es algo que sabe reflejar en pantalla, reproduciendo la exigencia física de un viaje a través de la jungla de una forma natural y que se siente mucho más allá de la obligada suciedad de la que hacen gala sus personajes.
Además, Díaz Yanes mantiene su estilo seco que da pie a que los arrebatos de violencia funcionen con eficacia. La consigna es simplemente complicarse lo mínimo y mostrarlo todo de la forma más limpia posible. Quizá por ello choque tanto que en la gran escena de batalla que hay en ‘Oro’ se opte por una abundancia de planos cortos y un montaje casi propio de una producción de Hollywood que está intentando obviar que la preparación para la escena ha sido demasiado pobre.
También hay otros detalles como la ocasionalmente excesiva utilización de la voz en off que rompen ese intento de relato realista para aproximarse más a lo que podría ser una crónica de los hechos. Ambas opciones están íntimamente relacionadas entre sí, pero ese detalle evita que uno se sumerja más en la historia por mucho que su uso sea intencionado para acercarse de forma más verídica a ese tipo de experiencias, pues su propios responsables reconocieron haber saqueado las crónicas de Indias para la construcción de ‘Oro’.
'Oro' destaca en lo global pero se resiente en lo individual
Eso lleva a que la propia construcción de los miembros expedición se apoye en una serie de arquetipos que en esta ocasión funcionan de forma satisfactoria en términos generales. Con esto quiero decir que sus motivaciones tienen sentido, también las rencillas internas y, cómo no, ese sentimiento de unión inquebrantable cuando el enemigo hace acto de presencia. Hasta hay espacio para el jefe pusilánime con arrebatos más propios de un dictador, sin olvidarse tampoco del creciente descontento que eso va creando.
Además, no se cae en el error de querer ofrecer un retrato al gusto de los tiempos modernos -quizá haya algún pequeño detalle de vocabulario-, por lo que sí, aquí hay mujeres -dos solamente, eso sí-, pero su importancia se ajusta a lo que podían ofrecer en la época. Obviamente eso también se traslada al retrato de los soldados, dejando espacio tanto para personalidades más bondadosas como para auténticos bastardos que algunos espectadores estarán deseando que mueran de la forma más cruel posible.
Los problemas llegan al pasar de lo general a lo particular, ya que durante los primeros minutos es lógico que algunos personajes aparezcan para básicamente morir acto seguido y también que el protagonismo vaya oscilando, pero hay algunos que prácticamente desaparecen sin motivo llegado cierto punto -no diré quién por eso de los spoilers pero hay un caso especialmente sangrante- y cada uno de ellos acaba siendo más interesante por lo que aportan los actores que por cómo están definidos por el guion firmado por el propio Díaz Yanes a partir de una historia de Arturo Pérez-Reverte.
Luego uno tendrá más simpatía por determinados miembros de su reparto -yo disfruté principalmente con Bárbara Lennie-, pero uno de los puntos fuerte de ‘Oro’ es lo compacta que resulta en este apartado, tapando así varias carencias de la película como la casi obligada tendencia a repetirse a sí misma con los eventos que van sucediéndose. Eso limita su alcance narrativo, pero nunca se convierte en una losa demasiado pesada.
En definitiva, ‘Oro’ es un apreciable viaje con un variopinto grupo de soldados en busca de suficiente oro para ganarse una nueva vida. Es una aventura sucia y con una vocación realista en la que no hay espacio para florituras innecesarias en lo argumental, algo muy bien respaldado desde lo técnico pero que sufre en lo artístico porque llega un punto en el que uno necesita conectar con los personajes a nivel individual y ahí sí que Díaz Yanes se queda a medidas pese a lo implicado que está todo su reparto.
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