Como 'El misterio de Glass Onion' o 'El triángulo de la tristeza', forma parte de ese bello subgénero basado en comerse a los ricos
Pocas cosas nos gustan más a los seres humanos que sorprendernos, ya sea en la vida real o en la ficción, incluso con el formato de giro más clásico: la revelación final al estilo 'Colombo' o Agatha Christie. La sorpresa engancha, sí, pero tiene que estar bien medida para que no perdamos todo el interés de golpe. Por ponerlo de una manera coherente, si vemos el guante del asesino en la mesilla de la habitación del protagonista es un shock, pero si la vemos en la mano de un mono es una patochada que hace perder toda nuestra suspensión de la realidad. 'El origen del mal' sabe navegar a la perfección en esa línea entre giro genuino y mamarrachada sin trastabillar. Bueno, más o menos.
La casa de los líos
'El origen del mal' es una montaña rusa que, contra lo que su nombre parece indicar, no tiene nada de película de terror, al menos en el sentido clásico de la palabra. Y como buena montaña rusa, empieza en una subida bastante aburrida para poner unas fichas sobre el tablero que después ella misma se va a encargar de bombardear. Nada de lo que das por hecho es cierto, y al mismo tiempo cosas que has descartado lo son en una partida de cartas con el espectador tan extenuante como fascinante.
Cierto es que, para que todo funcione, la película tiene que ocultarte cosas deliberadamente y a veces, de manera inevitable, se le ven los hilos, especialmente cuando los personajes verbalizan asuntos que nadie podría colar en una conversación al uso y que, casualidad de casualidades, encajan perfectamente con lo que está pasando en otra trama paralela. Son trucos de guion para los que hace falta apagar un poco nuestro raciocinio, pero merece la pena hacerlo.
Y es que 'El origen del mal' está decidida en hacer de este 'Succession' repleto de mentiras y traiciones con un toque (poco sutil) de sublevación contra el patriarcado un drama divertidísimo gracias a una protagonista sin escrúpulos y una familia con ansias de riqueza que uno disfruta aborreciendo. Sin embargo, cuando la vagoneta llega a su final satisfactoriamente y estás preparado para bajarte de la montaña rusa, aún te da un meneo extra totalmente innecesario.
Moraleja: Comerse a los ricos
El mayor problema de 'El origen del mal' llega en sus últimos minutos, cuando, tras permitir el disfrute de un buen montón de amoralidades continuas, decide que tiene que tener una moraleja y aún da una vuelta más a un guion que ya ha exprimido todas sus armas en su salvaje lucha. Se nota forzado, no es emocionante y culmina de una forma poco satisfactoria para un espectador de hoy en día que, acostumbrado a 'Breaking Bad' y los protagonistas antihéroes, ha cambiado de mentalidad respecto a los mismos: ya no necesitamos que les castiguen.
La película vive por y para el giro, y tiene la buena suerte de que prácticamente todos se encajen con agrado, porque los personajes están construidos mediante ellos, y solo acabamos de conocer su personalidad cuando la hoja de papel plegada se abre y revela exactamente todo lo que tiene guardado. Funciona a las mil maravillas, sí, siempre que no pienses demasiado en cómo realmente no hay personajes ni personalidades, solo piezas de ajedrez dispuestas para que, cuando el peón coma a la reina, todos podamos actuar sorprendidos y mirar al peón bajo una nueva luz.
'El origen del mal' se apoya también en un subgénero audiovisual actual tan divertido como, a estas alturas, cliché: el "eat the rich" que hemos visto en 'Puñales por la espalda: el misterio de Glass Onion', 'El triángulo de la tristeza', 'The white lotus' o la referencia obvia de esta cinta, 'Succession'. Y es que, en el fondo, todo el castillo de naipes que Sébastien Marnier monta de forma tan juguetona solo es el ansia de un puñado de pijos burgueses y pobres con aspiraciones para hacerse con la fortuna de alguien que, después de un ictus, aún no está preparado para retirarse. ¿Os suena?
Succession 2: Electric Boogaloo
Por suerte, la cinta solo coge (sin ningún pudor, además) el punto de partida de la serie de HBO y después construye su propio laberinto en un thriller a la francesa con un toque de mala leche que, si bien no es el colmo de la innovación, sí que permite disfrutar de una historia pensada al dedillo en la que el espectador tiene que decidir si se deja mecer por sus aguas repletas de olas que dan media vuelta continuamente a nuestras expectativas o, por el contrario, se queda esperando la resolución de un misterio que nunca es tal.
Destaca el papel repleto de matices de una Suzanne Clement ('Mommy', 'Laurence Anyways') que se alza como el verdadero alma de 'El origen del mal', una película que solo nace con la intención de hacernos pasar una experiencia tan divertida como efímera: una vez conocemos todos los vericuetos y las sorpresas no tiene sentido volver a ver la película, convirtiéndose así en una muy autoconsciente cinta de usar y tirar, en el mejor de los sentidos.
Esta es la perfecta película veraniega para todos los que quieran huir de la acción y las explosiones. Le sobra media hora, en parte por un inicio innecesariamente lento y un incongruente final falto del espíritu del resto de la cinta, pero el guion mantiene siempre en vilo, nunca sabes por dónde va a tirar y uno acaba disfrutando mucho de este nido de víboras tan imperfecto en su planteamiento como maravilloso una vez lo vemos armado.
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