Christopher Nolan siente una especial predilección por personajes torturados, obsesivos y tenaces. En ‘Origen’ (‘Inception’) vuelve a presentarnos a uno de ellos, que recuerda por momentos al protagonista de ‘Memento’ pero ahora llevado un plano irreal, a un escenario onírico donde los sueños y la vigilia se llegan a confundir. Nolan dibuja una historia que resulta un hipnótico juego laberíntico fusionando pura Ciencia Ficción con la acción más trepidante, el fantástico y el thriller con claros ecos de su espléndida ‘El caballero oscuro’.
No resulta fácil definir una producción como ‘Origen’, como tampoco narrar su sinopsis sin desvelar claves fundamentales. Y a pesar de la confusión que puede producir en su introducción, Nolan se maneja con extremada meticulosidad a la hora de exponer el complejo puzzle narrativo (tan sólo en apariencia, puesto que la base es bien simple), como viene demostrando en su interesante filmografía.
No podemos escapar a que ‘Origen’ se ha convertido en uno de los títulos del verano, precedida de una lluvia de críticas elogiosas, de comentarios entusiastas y de un resultado en taquilla propio de un blockbuster tan potente. Pero en su enorme envoltorio espectacular –que viene a demostrar que no hace falta 3D para sorprender– esconde una historia con una premisa sumamente estimulante. Y también original e ingeniosa. Nolan expone una trama bien urdida, bien contada (especialmente explicativa en algunos momentos, pero justificado al tratarse de un blockbuster para todo tipo de público) y visualmente hipnótica.
‘Origen’, bien compensada entre el fondo y la forma
Pero una de las cuestiones latentes que desprende es si es más valiosa la historia, la trama y su desarrollo o lo es el poder hipnótico de sus imágenes. Con unos efectos especiales que marcarán un antes y un después y que elevan la factura (también económica) del film. Pero más allá de esa presentación visual portentosa, con escenas asombrosas (aunque peca un poco de exhibicionismo exagerado ¿se podría haber logrado el mismo resultado global con menos FX?, es muy posible, ya que en algún caso son un adorno autoimpuesto), lo que queda bien claro es que Nolan ha sabido fusionar bien, compensar con tino el tremendo espectáculo, lleno de acción y efectos especiales (aunque más concentrados en el último tercio del metraje) con una historia fascinante que consigue atrapar a cualquier espectador y que no le deja pestañear.
Aquí Nolan despliega su más afilado bisturí narrador, puesto que solapa varias realidades, diferentes planos narrativos que nos sumergen en un juego laberíntico tan estimulante como entretenido, aunque en el camino se queden pequeños flecos irremediablemente sin justificar (aunque con probabilidad se queden esos detalles en la sala de montaje que causados por la flaqueza de la realización), aunque en absoluto esenciales para comprender y desarrollar el argumento y sus distintas tramas secundarias. Todo encaja. Es un juego que durante la introducción nos sugestiona y nos invita a participar, durante el desarrollo nos atrapa y en su conclusión nos convierte en parte del mismo.
El viaje al mundo de los sueños tiene un enorme atractivo, pero Nolan viste el tono fantástico de thriller y es donde más brillante resulta el largometraje. Aunque quizás por su condición de blockbuster incluya brillantes efectos visuales, que bien pensado aportan bien poco al argumento, aunque consigue dotarlo de un poder hipnótico certero (buen ejemplo de ello es el momento Kubrick, todo un guiño y homenaje admirado) para acompañar al viaje de niveles oníricos del protagonista y su equipo.
Un guión sólido, aunque se permite ciertas licencias, maneja el tiempo con acierto, especialmente para generar el suspense en forma de bomba de relojería (la fragmentada y dilatada caída libre de la furgoneta consigue cortar la respiración) y convierte en su protagonista absoluto en pieza clave de los sucesos. Consigue incluir ese subconsciente de Cobb (correctamente interpretado por un Leonardo DiCaprio bien dirigido), el protagonista con el relato que nos pone en liza a un equipo de expertos en busca de su objetivo. Un objetivo que es un triple mortal, un intrincado viaje al fondo de la mente en tres etapas a cual más emocionante (una vez más gracias al uso del tiempo) y que nos aleja del cuarto plano, esa realidad que casi pierde importancia, pero que resulta vital para poner los pies en la tierra y tratar de entender el entramado. Es el final de un laberinto argumental repleto de acción vibrante, de juegos, de artificios pero también de emoción y espectáculo de principio a fin.
Aunque no podemos obviar que hay algunos detalles que le restan de convertirse en una obra aún más épica (que lo es y mucho en un verano pobre y aburrido en la cartelera). Un manejo de la acción algo tosco (quizás no sea Nolan un maestro en ello, aunque le pone empeño), unos secundarios que a veces funcionan de meras comparsas (hay algunos que no aportan casi nada) y un excesivo hincapié en la historia de desamor (más por repetitivo y falto de evolución al mismo nivel que en el resto de subtramas) del protagonista (intercalado entre los momentos de acción intensa) que no tiene la misma brillantez y solidez que el resto. Con todo, tenemos que recordar su condición de blockbuster y mucho tenemos que agradecerle por alejarse del camino aburrido y manido de Hollywood y ofrecer un producto entretenido pero sobre todo estimulante y original (amén de que uno acabe llevándose la película en su cabeza durante varias horas, algo cada vez menos frecuente en el cine contemporáneo).
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