Personalidad. Si hay algo que hasta ahora ha caracterizado al cine de Guy Ritchie desde sus comienzos con 'Lock & Stock' ('Lock, Stock and Two Smoking Barrels', 1998) eso es sin duda la arrebatadora personalidad con la que el cineasta británico ha sabido dotar a la práctica totalidad de su filmografía —dejaremos fuera, al igual que lo hacíamos el pasado viernes, a esos dos horrendos deslices que el director cometió coincidiendo con su matrimonio con Madonna...y no quiero sacar conclusiones— y que ahora, aplicada a la libre adaptación de 'El agente de C.I.P.O.L' ('Man from U.N.C.L.E', 1964-1968), da como resultado un blockbuster atípico hasta la médula.
Y si lo es —atípico— es porque no hay durante sus dos horas de metraje casi ningún momento que se ciña de forma rígida y estricta a los estándares que rigen el cine de acción y espionaje: 'Operación U.N.C.L.E' ('The Man from U.N.C.L.E', Guy Ritchie, 2015) recuerda a todos los clichés asociados al género que hemos visto alguna vez en, ejemplo claro, la saga de 007, pero al mismo tiempo los va dejando de lado de forma consciente en un intento de establecer sus patrones propios, ajenos a todo lo que hayamos visto hasta ahora en las aventuras de James Bond o por ejemplo, ahora que está de rabiosa actualidad, en la franquicia de 'Mission: Impossible'.
Comenzando por su muy original, ecléctica y por momentos sorprendente banda sonora —obra y gracia de Daniel Pemberton, compositor de amplísima trayectoria televisiva—, 'Operación U.N.C.L.E' muestra sus cartas desde la escena que abre la acción para que nadie se lleve a engaño: huyendo de la espectacularidad propia de las set-pieces iniciales de los filmes de Bond o Hunt, la secuencia con la que arranca la cinta se toma su tiempo, va construyéndose poco a poco, da la oportunidad a Ritchie de introducir con cierta holgura a los tres protagonistas principales, no se deja llevar por alardes llamados a epatar al espectador y discurre con una naturalidad y un sentido del humor soberbios.
'Operación U.N.C.L.E', el blockbuster según Ritchie
Esa tónica, la de mezclar su personal estilo del humor —derivado aquí como siempre de unos afilados cruces de diálogos y de situaciones que destilan chulería, mucha chulería— con la trama, funciona en la cinta a las mil maravillas gracias al trabajo de un trío protagonista espléndido, por más que me cueste admitir que el encargado de encarnar al nuevo Superman pueda estar estupendo en algo. Así, tanto Cavill, como Armie Hammer y la deliciosa Alicia Vikander, juegan desde el comienzo al difícil juego de meterse en el bolsillo al espectador, algo que consiguen, huelga decir, con tan sólo unos pocos minutos de exposición.
Contando pues con nuestras simpatías desde el primer acto, y manteniéndolas intactas hasta el final, 'Operación U.N.C.L.E' discurre siempre por terrenos poco habituales para un filme veraniego de alto presupuesto —y hasta ahí sorprende Ritchie al manejar 75 millones de dólares, una cifra moderada debida probablemente a la ausencia de GRANDES estrellas—, algo que se deja notar en su inusual avanzar, siempre preocupado en los personajes y no en la acción y, sobre todo, en un prolongado clímax que el cineasta británico comienza resolviendo de forma audaz con una espléndida "elipsis" que resume en poco más de un minuto de metraje lo que podrían haber sido cinco o más.
A golpe de pantalla partida —que para eso la acción se sitúa en plenos años sesenta— dicha "elipsis" da paso a una persecución modélica y al enésimo uso del único recurso del que Ricthie abusa durante la proyección, el del flash-back explicativo. Aún con su abundancia —si no recuerdo mal aparece como tres o cuatro veces— el rechazo hacia el mismo depende de una cuestión de gustos, y en lo que a servidor concierne no es más que otro matiz que añadir al excelente conjunto que es este atípico entretenimiento llamado 'Operación U.N.C.L.E'.
Uno del que, para variar, no me molestaría en absoluto ver una secuela siempre y cuando dejen a Ritchie hacer con ella lo que le venga en gana. Creo que, más allá de la muy funcional simpleza de su guión —que nunca se deja llevar por los complejos entramados habituales del cine de espías—, es un derecho que el británico se ha ganado a pulso con un filme que, desde ya, pasa a formar parte de las mejores cintas que he podido ver durante un 2015 que, a este paso, va a terminar siendo un año de buen cine. De MUY BUEN cine.
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