‘Operación Anthropoid’ (‘Anthropoid’, Sean Ellis, 2016) recoge uno de los episodios menos conocidos de la Segunda Guerra Mundial —de nuevo de moda en el séptimo arte gracias a la contribución de directores como Robert Zemeckis, Mel Gibson o Christopher Nolan—, el asesinato del oficial nazi de alto rango Reinhard Heydrich. Este peculiar hijo de puta fue esencial en lo llamado Solución Final, el plan de los nazis para exterminar al pueblo judío durante la contienda. Heydrich fue asesinado por la resistencia checa, lo que acarreó graves consecuencias.
Otros films recogen el episodio. Probablemente el más conocido sea ‘Siete hombres al amanecer’ (‘Operation: Daybreak’, Lewis Gilbert, 1976), protagonizada por Timothy Bottoms, y del que el trabajo de Ellis bebe quizá demasiado. Ahora el episodio histórico parece tomar más relevancia; tanta que otra película narra lo mismo, ‘HHhH’ (Cédric Jiménez) —con Jason Clarke en el papel de Heydrich— y cuyo estreno se ha retrasado para el año que viene para no coincidir con el del film de Ellis.
El director británico ha querido llevar la historia al cine desde inicios de siglo, o sea, desde antes de cualquier cortometraje que haya realizado. Resulta curioso, mirando una filmografía en la que “destacan” ‘Cashback’ (´´id., 2006) y ‘The Broken’ (íd., 2008), film ahogados en su estilo visual, que el director se haya interesado por recrear algo que corresponde a narradores más clásicos. De hecho, la puesta en escena de Ellis no aprovecha para nada el formato scope, mueve demasiado la cámara y posee una extraña planificación, al menos en su primera hora y media.
Lo mejor de ‘Operación Anthropoid’ es sin duda la última media hora, en la que se ha puesto toda la carne el asador. Desesperación y tragedia se dan la mano en un bloque que muy probablemente sea lo mejor que ha filmado nunca el director. Las consecuencias del atentado, cuya planificación parece en realidad poca cosa y queda en segundo plano, son mostradas por la nerviosa cámara de Ellis, que nos lleva al interior de la Iglesia acompañando a los protagonistas en los angustiosos momentos. Visceral y contundente, dicha parte choca con el resto del film, un poco torpe e incluso aburrido.
Gran clímax
Cillian Murphy y Jamie Dornan encabezan un reparto bastante convincente en el que también destaca, aunque aparezca poco en pantalla, Detlef Bothe en el papel de Heydrich, personaje que ya había interpretado en ‘Lidice’ (Petr Nikolaev, 2011), film checo que recoge la horrible matanza de todo un pueblo a manos de los nazis como consecuencia de la muerte del oficial alemán, algo que aquí es citado de pasada. Todo el elenco que da vida a miembros de la resistencia transmite a la perfección la creciente angustia, algo a lo que indudablemente ha ayudado el filmar la película prácticamente en orden. El propio Murphy declaró que la parte final fue todo un reto a nivel psicológico.
Es una pena que para ello haya que esperar más de una hora, la explosión emocional y física que Ellis nos sirve a modo de portentoso clímax final. Un clímax muy bien construido, narrativamente hablando, con un crescendo dramático compuesto a base de pequeños detalles visuales muy bien insertados. Sirva como ejemplo el instante en el que los nazis toman a la familia que ha acogido a los paracaidistas checos y agarran al joven violinista. El violín cae al suelo y es pisoteado por un nazi.
Un único plano en el que el violín es aplastado por un pie nazi. Toda una declaración de intenciones con un solo encuadre. La cultura, el arte y la educación pisoteados sin ningún tipo de rubor, sin contemplaciones y de pasada. Las victimas en cualquier contienda no son sólo las personas, sino algo que muchas veces no se tiene en cuenta, el arte, la verdadera herencia del ser humano. La terrible tortura a la que es sometido el pobre chaval es de las que no se olvidan.
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