El fenómeno que causó ‘One Cut Of The Dead’ en sus proyecciones en Japón hablan mucho del momento que vive el cine de género de la cuna de películas como ‘The Ring’ (Ringu, 1998). Un proyecto humilde, fresco y diferente a todo lo que se suele ver, que con solo un pequeño equipo y una cámara consigue una propuesta cálida, divertida y,** en ocasiones, ingeniosa**. Sus pases en festivales por todo el mundo certificaron el momento dulce de la pequeña producción.
Es difícil no querer un poquito a ‘One Cut of the Dead’ y el equipo detrás de ella cuando asistes a un festival en el que encuentras miembros del equipo promocionando la película con camisetas, performances y simpatía a raudales, no solo en las presentaciones de los pases sino en la calle, en las filas de espera para las sesiones o incluso en los supermercados. Quizá por eso la reacción ante la película frente al público predispuesto tiene algo de mágico, de conexión entre amantes del género, pese a que, en realidad, el film sea otra cosa.
Un fenómeno de festival
El pase de Sitges 2018 fue un auténtico jolgorio, lleno de reacciones entusiastas, vítores y una participación que parecía más bien la Semana de San Sebastián. Sin embargo, la pregunta es si un artefacto de muy, muy bajo presupuesto, formato found footage y una propuesta extrema en su estructura conectará tan fácilmente con pequeñas salas con espectadores dispersos. Más dudas aún en la soledad del salón de cada uno. La razón principal es que, pese a las reacciones tan extremas y efusivas, la supuesta brillantez de la propuesta es cuestionable.
De hecho, el bombo publicitario, el hype y la etiqueta de película del año imprescidible acaba perjudicando a una obra que, aunque muestra una loable cantidad de pasión, ni es tan inteligente o desternillante como pueden proyectar las expectativas ni mucho menos un salvador del género zombie o de la comedia de terror. No esperen la nueva ‘Zombies Party’ (Shaun of the Dead, 2004), y si acaso algo como la comedia de terror ‘I Survived a Zombie Holocaust’ (2014), donde los muertos vivientes invaden el set de una película de terror de bajo presupuesto.
‘One Cut of the Dead’ toma su título literalmente se sus intenciones formales, ya que el primer tercio del film es, literalmente, una sola toma ininterrumpida. En ella, un director de terror de guerrilla con dos actores y un equipo de cuatro personas tratan de rodar una película de terror en una instalación de tratamiento de agua abandonada donde una vez hubo experimentos militares japoneses para resucitar a los muertos, el realizador lo sabe y lo está usando para aumentar los valores de producción de su película.
Este rodaje es una ruina
Con ese punto de partida comienza un juego de realidades y ficción dentro del cine que adereza el planteamiento de un plano secuencia de terror cuya gracia, en principio, es la cutrez con la que está realizado, sirviendo como un juego de homenaje al cine de serie z un tanto bizarro y confuso. Un trabajo de cámara en mano descuidado, solo utilizando luz natural, y una concatenación de casualidades que indican que se trata de un rodaje caótico e improvisado más que una cuidada coreografía.
La ilusión inmersiva se rompe en varias ocasiones; la cámara se mantiene fuera del encuadre de manera obvia, la actuación de los zombis es tan ridícula que parece autoconsciente, con actores de caras pintadas que recuerdan a las epopeyas de VHS caseros de los 90, en los años en los que el ultragore alemán hizo estragos en las tiendas de heavy metal y catálogos de venta underground. En realidad, la gracia es más desconcertante que hilarante.
Cuando pasan los primeros (un poco interminables) 30 minutos hay una serie de cambios y revelaciones que hacen que la película cobre vida de nuevo en un punto de partido que tensa la paciencia de forma peligrosa. Los que crean que han visto suficiente pueden retirarse y perderse lo que queda de cinta que, para muchos es revelador, mágico, tremendo y los que aguanten podrán asistir, a lo sumo, a una bonita recompensa que no esperan.
Graciosa, pero no tanto
El problema es que lo sorprendente del tercer acto dependerá de lo agotado que esté el espectador tras un valle que resulta incluso menos interesante que el inicio. Es decir, una vez se concibe la idea completa, ‘One Cut of the Dead’ se revela como un experimento libre y con buenas ideas pero que también podría haber utilizado ciertas maniobras narrativas con algo más de empaque para hacer más llevadero el camino. A su favor puede decirse que no hay muchas películas como ella, es única y ofrece una visión práctica de las posibilidades del medio audiovisual con un pensamiento transversal.
Además, comparte un amor por el oficio de hacer cine que probablemente tocará la fibra a tantos cineastas noveles que puede incluso convertirse en una obra de culto para ellos. Por otro lado, mucha de la efusividad con la que fue recibida tiene más que ver con el efecto contagioso de una sala de cine, con algo de histeria colectiva y filtro de festival de por medio, que con su verdadera capacidad de crear comedia más allá de los ecos de ‘humor amarillo’ y la complicidad con el espectador.
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