'Fundación' continúa su adaptación del clásico de Asimov con una nueva colección de episodios más grande y trepidante que la anterior
Aunque su falta adaptaciones al cine le haya restado popularidad, ‘Fundación’ ha sido a menudo incluida junto con obras como ‘Dune’ y ‘Star Wars’, como una de las obras de ciencia ficción más icónicas e influyentes en la cultura popular, siendo su autor, el estadounidense Isaac Asimov, más conocido por la gran masa por la película ‘Yo, robot’. Ahora la serie de Apple TV+ está haciendo un impresionante trabajo en llevar su obra más extensa a la pantalla y su temporada 2 ha conseguido lograr todo lo que sus fans estaban esperando.
Este no es el primer intento de adaptar ‘Fundación’. New Line Cinema, Sony y HBO tuvieron los derechos en varios momentos a partir de la década de 1990, con nombres como Roland Emmerich y Jonathan Nolan adjuntos en diferentes etapas, hasta que la serie de Apple TV+ se ha convertido en el primer proyecto que realmente se materializa. Aparecida por primera vez como una colección de cuentos en las décadas de 1940 y 1950, la obra se recopiló como una trilogía de novelas a finales de esa década: ‘Fundación’, Fundación e Imperio, y Segunda Fundación.
Asimov ganó un premio Hugo por la trilogía, nombrada mejor serie de libros de todos los tiempos en 1966, aunque volvió a ella más tarde, escribiendo secuelas y precuelas de los originales durante los años 80. La adaptación, que comparte un rico legado con la ciencia ficción posterior a Asimov, tiene una responsabilidad asumida con la marca más grande de lo que se le exige. Aunque sea un título de prestigio, realmente tiene un público que ha relegado estos hitos literarios a un evento del pasado, por ello, no es una propiedad a la que le debería preocupar ofender a los fans más duros que pueden estar decepcionados por los cambios.
Y quizá por ello vale la pena ‘Fundación’ en sus propios términos, como una especie de apéndice de la obra original que hace asumible el cimiento científico casi académico que sostiene la obra original. Pero lo más importante es que sigue manteniendo su misma premisa, tan simple como fascinante ¿Qué pasaría si se pudieran utilizar matemáticas avanzadas para predecir el futuro basándose en el comportamiento humano? Imagina lo que se planteaba en ‘Devs’ como una precuela de una historia épica llevada a través de ese concepto.
Un world building minucioso y complicado
Y este es el gran trabajo que hizo la primera temporada, por lo que en la segunda tenemos pista libre para entrar de lleno en el conflicto de la trama alrededor del Imperio, una civilización de 12.000 años de antigüedad que abarca el equivalente a una galaxia de planetas con una población humana combinada de billones, que empieza a ver tambalearse su largo período de paz. Tras un gobierno de coherencia de los Cleones, una dinastía de emperadores clon todo empieza a desmoronarse en distintos puntos de la galaxia.
Las tres versiones genéticamente idénticas del líder que presiden el planeta capital de Trantor empiezan a dudar del hermano día, la versión de hombre en la flor de la vida que un fantástico Lee Pace lleva en los nuevos capítulos a una divertida y autoconsciente parodia de la arrogancia noble. El hermano amanecer y atardecer (Terrence Mann) sospechan que hay algo corrupto en el linaje y esto lleva a una trama de intrigas palaciegas que pueden convertir ‘Fundación’ en el verdadero heredero de la ficción fantástica de ‘Juego de Tronos’.
Por otra parte tenemos la obra de un brillante matemático, el Dr. Hari Seldon, que aquí está perfectamente encarnado por el gran Jared Harris, que sí, consiguió que la primera temporada fuera un seminario sobre la ciencia de la psicohistoria, pero aquí se pone en marcha para recuperar el tiempo perdido tras su muerte, recuperándose como una memoria archivada. Su artilugio puede predecir de manera confiable el comportamiento de masas de personas, pronostica la destrucción del Imperio dentro de unos años que podrían llevar a 3000 siglos de oscuridad.
Una segunda temporada más aventurera
Tratado como un hereje en este imperio espacial distópico-fascista, la segunda temporada le ve viajando para tratar de alterar uno de los eventos futuros clave para evitar sus propias profecías. La fundación que consiguió crear en los confines más lejanos de la galaxia ya va tomando forma con una nueva generación que se pone en marcha mientras el Imperio profundiza en su crisis, lo cual hace que la narración mejore notablemente a medida que los saltos de línea de tiempo se ralentizan.
La segunda temporada sigue siendo una obra coral, pero los tramos que siguen a personajes individuales se extienden a 15 o 20 minutos y el lastre de familiarizarnos con quién es quién y qué está sucediendo se desplaza por misiones más concretas donde los elementos temáticos de Asimov, sus potentes ideas sobre política y ciencia, filosofía y teología fluyen con la acción y se permite más espacio para la peripecia y otras conexiones con la space opera más lúdica.
Goyer actualiza la visión del futuro del autor con bastante eficacia, ya que podemos ver reflejos que en los 50 el autor solo intuía, como el cambio climático, o la asimilación de un fascismo encriptado socialmente que en los episodios se reflejan como un dilema moral sin respuestas fáciles. A diferencia del imperio de ‘Star Wars’, no hay un bien y un mal claros, lo que hace que el drama y el conflicto sean más convincentes. Aquí, sus tres figuras fraternales gobiernan con mano de hierro, son antidemocráticos y se oponen firmemente al cambio y al progreso que acabará con la civilización.
Una propuesta de dimensiones épicas y escalas de grises
Y, sin embargo, son figuras trágicas, encerradas en un sistema de generaciones establecido por un hombre a partir del cual fueron clonados. Esto hace que su cuestione su humanidad y su libre albedrío, con lo que el sentido de identidad de cada clon es explorado de forma fascinante. Ni siquiera Seldon, que desea salvar a la humanidad de sí misma, no es una figura heróica, sino que a veces resulta hasta siniestra. No solo sus cálculos y predicciones llevan a decisiones tan cerebrales que dan miedo, sino que sus métodos eliminan toda autonomía humana.
No hay mucha diferencia entre su vehemencia científica y las decisiones unilaterales de Imperio, por lo que la escala de grises de ‘Fundación’ es lo que realmente separa esta ficción de otras obras del género. La diferencia es que en una producción adulta de estas características no hay un despliegue de producción como el que Apple ha puesto en marcha. Aunque el presupuesto no está claro, cada episodio deja ver cada dólar en la pantalla con una factura apabullante, donde los sets construidos dan una entidad que no poseen series de Lucasfilm como ‘Ahsoka’, en las que la tecnología volume las condena a una limitación de lenguaje cinematográfico.
Aquí no hay estatismo, ni esa sensación de personajes siempre ultrailuminados que parecen recortables sobre fondos, recogidos siempre en planos laterales fijos frente a animación. La combinación de efectos digitales y tradicionales no solo le dan una calidad cinematográfica gracias a los diferentes gramajes de iluminación, sino que hasta en las conversaciones más livianas hay variedad de perspectivas, e incluso diferentes tomas en una misma conversación que podría reducirse a un plano contraplano. Una pequeña toma oblicua que añade dramatismo has a los diálogos más condensados.
La serie de ciencia ficción más ambiciosa de la historia
A esto se une un diseño de producción generoso, en el que en un mismo episodio podemos ver distintos emplazamientos que no se repiten en los siguientes. Incluso en un mismo lugar hay diferentes emplazamientos y estancias en los que estamos apenas un par de escenas. Cada planeta, nave espacial y ciudad se siente habitado y real. Esto hace que la serie sea una de los proyectos televisivos visualmente más impresionantes nunca realizados. Los fondos digitales no son insulsas reproducciones de otros planetas desérticos, sino que se aprovecha la tecnología para crear pinturas de paisajes grandiosas y vastas.
Este world building faraónico es clave para que sus historias paralelas no generen una trombosis cuando la narrativa salta a través de generaciones y sistemas solares, dejando mucho espacio para que los patrones generales de las predicciones de Sheldon puedan desarrollarse de maneras sorprendentes, incluso si aparentemente sabemos hacia dónde va. Por ello, la grandiosidad con la que se desarrolla la geografía de la serie va de la mano a la escala a la que nos enfrentamos y la interconexión de las diferentes poblaciones con este vasto mundo ficticio.
Su evocación de una civilización obligada a afrontar su decadencia capta una creciente oscuridad de forma fascinante, y quizá no todos los personajes sean tan interesantes como los mundos de donde vienen, pero sea más o menos fiel al material original, ‘Fundación’ es algo insólito en el panorama televisivo. Salvo quizá ‘Battlestar Galáctica’ pocas veces se nos ha presentado un mundo tan complejo y bien levantado para narrar algo tan denso y lleno de ramificaciones. La simplificación del texto es ineludible en un proyecto de esta envergadura y aun así sus temas y contenido es más rico e impredecible que lo que puedas haber visto en una serie de ciencia ficción de esta escala.
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