'Ocho millones de maneras de morir': Jeff Bridges protagoniza el extravagante fracaso de Hal Ashby que 35 años después tiene un 0 en Rotten Tomatoes

A mediados de los 80, Hal Ashby pagaba su disidencia y el haber evitado someterse a la industria encadenando fracaso tras fracaso. El cineasta rebosante de vitalidad de clásicos como 'Harold y Maude' o 'Bienvenido Mr. Chance' intentó volver a lo grande con un desesperado intento por regresar al gran juego de Hollywood. Pero 'Ocho millones de maneras de morir' se convirtió casi su tumba. Un fracaso que costó 18 millones de dólares y no llegó a recaudar uno y medio en toda su carrera comercial.

Vivir y morir en Los Angeles

(el tráiler está en alemán porque los disponibles en versión original tienen una calidad cercana a la de las películas cuando van a morir)

Los años 70 fueron un festín creativo para Hal Ashby. 'El último deber', 'Harold y Maude', 'Shampoo' y 'Bienvenido Mr. Chance' colocaron al cineasta en lo más alto. Además, Ashby ya contaba con el prestigio de haber ganado un Óscar: lo ganó por el montaje del clásico 'En el calor de la noche', la obra maestra de Norman Jewison. Por desgracia, la década posterior no sería tan amable con el cineasta.

'Ocho millones de maneras de morir' fue, en 1986, el último intento de Ashby  por volver a jugar entre los más grandes. El guion, escrito por Oliver Stone y David Lee Henry sobre las novelas de Lawrence Block, y un reparto de altura comandado por un Jeff Bridges que empezaba a ser la gran estrella del momento, apuntaban a un acierto seguro. Pero nada más lejos de la realidad. El proyecto ya venía de padecer un montón de problemas desde el mismo día en que Walter Hill y Nick Nolte estuvieron a punto de realizarlo.

Siendo honestos, la película puede ser uno de los trabajos menos afortunados de Ashby, pero no únicamente por la calidad del resultado final. Asuntos legales, un director molesto durante la producción y finalmente retirado del proyecto por completo después de varias disputas y alejado del montaje final son demasiados obstáculos para una producción que refleja en todo momento ese caótico proceso.

Es imposible saber qué pretendían hacer con la película Ashby y el coguionista Oliver Stone, pero sí es fácil comprender que aquella idea no se trasladó en ningún momento a la pantalla. El montaje es confuso, los personajes no llegan nunca a ninguna parte, aparecen en la localización que la escena requiere como por arte de magia. Además, los diálogos podrían haber sido reemplazados por improvisación, detalle altamente rumoreado desde siempre, nunca confirmado ni tampoco desmentido. No cuesta mucho convencerse de que así fue viendo las secuencias entre Arquette y Bridges o la relación entre el héroe y la víctima.

Uno de los elementos clave de este tipo de historias son las piezas del rompecabezas. Detalles que sabemos que serán vitales para la resolución del asunto principal, pero en 'Ocho millones de maneras de morir' lo más difícil de ubicar es el propio rompecabezas. La misión del héroe no está clara, así como el papel del propio héroe. Su presentación, escueta y algo torpe, se rematará con una sucesión de juegos de luces y voces en off. Nunca sabemos cuánto tiempo pasa, ni qué sucede con sus relaciones con quienes le rodean.

Rosanna Arquette y Andy García hacen lo que pueden con sus dos tópicos humanos. García, como villano con coleta, da más risa que miedo, y Arquette nunca parece estar disfrutando de su sucesión de apariciones: no existe el tono, ni la intención. Los bruscos cambios de humor de su personaje no son culpa de la actriz. Pero de todas las interpretaciones la que más llama la atención es la de Bridges, sobre todo cuando utiliza su personaje para comenzar a perfilar el icónico Nota de 'El gran Lebowski.

'Ocho millones de maneras de morir' es una película realmente difícil. A su lado, 'Puro vicio' es un episodio de 'Corrupción en Miami'. Precisamente la serie creada por Michael Mann parece el espejo en que los productores pidieron reflejar a la película de un Ashby que nunca parece haber conectado con lo que estamos viendo.

Hija de su época y más cercana a lo que Quentin Tarantino estaría moviendo entonces ('Amor a quemarropa') que a lo que William Friedkin había bordado en más de una ocasión, 'Ocho millones de maneras de morir' es un perro verde. Un producto desquiciado que tal vez no debió ver la luz, pero que deja momentos aislados de gran cine americano gracias al nivel de la puesta en escena y al carisma de un reparto más perdido que nadie.

¿La peor película de Hal Ashby? Bueno, podría ser, pero únicamente por el tamaño de semejante odisea ambiciosa de cine negro. Tampoco será recordada como un título clave dentro de su época como lo eran 'Vivir y morir en Los Angeles' o las muy reivindicables 'Sin aliento' o 'No hay salida'. En realidad la película es un ejemplo más del thriller pomposo que Hollywood se empeñaba en hacer entonces. 'Tiro mortal', del gran John Frankenheimer, o 'Con su propia ley', de John Irvin, son dos obras que tienen bastante en común con la película de Ashby. La diferencia radica en que la que aquí nos ocupa fue producto de un caos insalvable y las otras dos tal vez no tanto.

No, 'Ocho millones de maneras de morir' no es ni la mejor película de su director ni tampoco una muestra del mejor noir USA de los 80s, pero desde luego no es la peor película de la historia del cine, algo que cualquiera podría deducir si busca el título en la famosa página de los tomatitos. Al final las medias las carga el diablo y no ayudan a nadie. Si quieres comprobar cómo fue el último intento de un cineasta que había hecho historia por volver a ser el que fue mientras una industria que había cambiado para siempre lo devoraba, esta es tu película. Hal Ashby moriría dos años después sin cumplir los 60 años. Vamos, que casi tienes ocho millones de razones para ver la película.

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