La siguiente película que continúa el especial es esta magnífica comedia de Frank Capra que escogí. Se sitúa en el año 1934 –apenas un año de distancia con el post anterior de este especial– pero es que fue en esta época en la que el cine empezó a sentar sus bases y a ser más consciente del enorme potencial que ofrecía.
No me pude resistir. A pesar de los años transcurridos siempre me ha parecido un film extremadamente cercano y no importa las veces que lo mire, siempre siento que su humor no ha envejecido ni un ápice.
El público de la década de los años 30, sometido por un entorno sumido en la Gran Depresión y las nuevas medidas del New Deal, estaba terriblemente hambriento también, de entretenimiento y de esperanza. Las películas de gángsters como ‘Scarface, el terror del hampa‘ (‘Scarface’, Howard Hawks, 1932), el maravilloso cine de terror de la Universal, los musicales en los que una chica del coro podía llegar a ser una estrella como en ‘La calle 42‘ (‘42nd Street, Lloyd Bacon, 1932) o la comedia que nos ocupa, eran los tipos de films que más reclamaba la audiencia de esta época. Fue éste último caso, el del género de la comedia, uno de los que más evolucionó o, mejor dicho, se revolucionó.
El humor era esencial como vía de escape y, en este contexto, se realizaron una serie de comedias románticas que más tarde pasaron a denominarse como screwball comedies o comedias de enredo. Las claves de este subgénero eran su humor descarado, con un ritmo ágil y trepidante; unos diálogos mordaces e ingeniosos y, sobretodo, la voluntad de crear un espectáculo en el que se hicieran añicos los estatus, las normas, los roles o los prejuicios sociales. Por ello era común que en estas películas predominara la guerra de sexos o la contraposición de clases sociales. Estas luchas, no obstante, eran siempre de igual a igual. Las relaciones entre hombres y mujeres nunca antes habían sido tratadas de manera más equitativa ni con más sorna. La clase alta era pintada como una estructura aislada del mundo real y cuyos integrantes tenían verdaderas dificultades para sobrevivir fuera de su entorno. Con ‘Sucedió una noche‘ (‘It happened one night’, Frank Capra, 1934) se inauguró oficialmente el subgénero que duraría hasta 1942 aproximadamente, con la entrada en la Segunda Guerra Mundial.
La cinta es famosa por conseguir el grand slam de los premios Oscar, al llevarse las estatuillas por mejor película, mejor dirección, mejor guión, mejor actor y mejor actriz. Un gran triunfo para la Columbia, una modesta productora entonces en comparación con la Metro Goldwyn Mayer o la Warner Bros. Pasarían más de cuarenta años hasta que ‘Alguien voló sobre el nido del cuco‘ (‘One flew over the cuckoo’s nest’, Milos Forman, 1975), lograra tal gesta.
En un principio nadie apostó por esta cinta ni por su éxito. El director Frank Capra tuvo una enorme decepción cuando en la anterior noche de los Oscars, dijeron su nombre ‘Frank’ como ganador y acto seguido se levantó hacia el escenario, para descubrir que el premio era en realidad para el olvidado Frank Lloyd por ‘Cabalgata‘ (‘Cavalcade’, 1933). Con tamaño chasco, es lógico que no tuviera ningún tipo de confianza en ser galardonado por esta película. Clark Gable en un papel de comedia –no tan habitual en él–, estuvo inconmensurable después de ser cedido a regañadientes a la Columbia por parte de la Metro. Diversas actrices rechazaron el proyecto incluso la propia Claudette Colbert, que accedió finalmente al mejorarle su salario. El uso de un autobús como escenario también había dado penosos resultados en taquilla –se habían estrenado dos películas antes en el mismo contexto–.
El film destaca por un guión magistralmente armado por Robert Riskin, inspirado por las estructuras clásicas de narración. El ritmo de la trama varía a lo largo de la película, más rápido al principio, más pausado al final. Incluye también una pequeña road movie, un viaje del que los protagonistas regresan cambiados por los hechos vividos. Su planteamiento ha servido de base para la mayor parte de las comedias románticas que se han realizado posteriormente. La batalla de sexos o el rechazo mutuo inicial de los protagonistas, son algunos ejemplos. En esta cinta paradójicamente, las situaciones y el tratamiento resultan mucho más modernas que en comedias románticas actuales, en las que impera la mojigatería por encima del ingenio.
Los rasgos más característicos del cine de Frank Capra también están presentes en ‘Sucedió una noche’. La preocupación por la problemática social de la Gran Depresión es un telón de fondo constante en este film, en el que se nos muestra sus gentes, sus miserias, la diferencia entre clases. El periodismo, la profesión del protagonista Peter Warne, es también una ocupación recurrente en sus películas. El idealismo exaltado o el optimismo del que cree que siendo fiel a uno mismo puede lograr su sueño, en este caso, prosperar en la sociedad. Algo que Capra había vivido en sus carnes, siendo inmigrante italiano y llegando a su meta mediante mucho esfuerzo. A estos elementos se une su magnífico dominio del gag, no en vano empezó como director de las cintas del cómico del cine mudo Harry Langdon.
Las interpretaciones son maravillosas, tanto de los protagonistas como de los secundarios, entre los que destacan Ward Bond –secundario habitual de John Ford– como conductor del autobús o Roscoe Karns como el pícaro Shapeley. Del dúo principal, sobresale fundamentalmente Clark Gable con una interpretación memorable. Está espléndido en todas sus escenas y son precisamente aquéllas en las que él aparece, las más divertidas y recordadas. Desde su, llamémosle striptease o momento en el que se empieza a quitar la ropa, con el que causó la frenada de las ventas de camisetas interiores pues no llevaba ninguna –también su característico bigote empezó a hacer furor a partir de este film–. Otra genial situación que le concierne es en la que coloca una manta a modo de separación entre su cama y la de Claudette Colbert, para luego denominarla como ‘las murallas de Jericó‘. También son míticas las escenas sobre cómo se debe mojar un donut o cómo hacer auto-stop, auténticos manuales de supervivencia. Todo ello supuso una nueva forma de actuación e interacción a la hora de representar las relaciones entre hombre y mujer en el cine.
En mi opinión y en defensa del género de la comedia, a veces considerado menor; ‘Sucedió una noche’ es uno de los títulos más maravillosos de esta categoría, sin el cuál el transcurso de este género y del cine en general, no sería el mismo. Una muestra más que el cine habla y influye en la sociedad y además supone un espectáculo que reconforta el espíritu. Al menos, en mi caso, así sucede.
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