Atina mi compañero Mikel al comparar ‘Objetivo: Londres’ (‘London Has Fallen’, Babak Najafi, 2015) con la última temporada de la serie televisiva ‘24’, en la que el expeditivo Jack Bauer se paseaba por la capital británica impidiendo el enésimo ataque terrorista de una pandilla de chalados. Siendo un fan de Bauer, he encontrado mucho más disfrutable la nueva entrega de Mike Banning que la última y prescindible temporada de la citada serie.
‘Objetivo: Londres’ es la lógica secuela de ‘Objetivo: La Casa Blanca’ (‘Olympus Has Fallen’, Antoine Fuqua, 2013), aquella especie de refrito de ‘Jungla de cristal’ (‘Die Hard’, John McTiernan, 1988) —de hecho, el film más influyente en buena parte del cine de acción posterior— en la que se salvaban un par de secuencias filmadas con mano firme por Fuqua, mejor director de lo que parece a simple vista. Aquí no tenemos a Fuqua, y el film se debate entre el despropósito y lo directamente ridículo, pero hay detalles, matices, que la hacen bastante llevadera.
La premisa argumental de la película es de una simpleza casi insultante. El presidente de los Estados Unidos —de nuevo el solvente Aaron Eckhart— debe asistir al funeral del Primer Ministro en Londres, al que también asisten varios mandatarios de diferentes países —atención al detalle del Presidente de la República Francesa, que hace esperar a los demás—. Efectivamente todo es un plan urdido por gente de muy mala fe —nunca mejor dicho— para reunir a políticos importantes en un mismo punto y acabar con todos ellos. No contaban con John McClane, digo Mike Banning (Gerard Butler).
Dejando a un lado la cantidad de caras conocidas, de hecho todos actores muy solventes y eficaces —habría que pararse a debatir cuál es el cometido de Melissa Leo en la secuela, más allá de sentarse alrededor de una mesa—, hay que agradecerle a la película que va directa al grano, no se anda por las ramas en ningún momento. Ya nos han presentado a los personajes en el film previo, aquí sólo necesitamos saber que Banning va a ser padre y se está pensando e renunciar a ser guardaespaldas del presidente. Qué bonito. Bauer lloraría.
Desvergonzada acción, ridícula en lo demás
A partir del primer ataque a Londres —sumándose así la película a la actual manía de destrozar ciudades enteras en films de este tipo—, la película ofrece una serie de set pieces encadenadas, por nada menos que ¡¡¡¡cuatro guionistas!!!! en las que cierto toque clásico se adueña de ellas, sobre todo en la exposición de la violencia, cruda y brutal, recuperando así la fisicidad que la saga de Jason Bourne rescató del olvido. El film se atreve, afortunadamente, a traspasar los límites de lo políticamente correcto.
En toda ella destacan sobre todo una persecución con detalles tan bestias como el del motorista que se queda enganchado en la ventanilla de Banning, y cómo no, el espectacular plano secuencia —ahora parece que todo el mundo le ha cogido el gusto a este tipo de ejercicios y quiere lucirse— con Banning arma en mano a través de un callejón en el que se oyen ecos de cierto prestigioso título de Johnnie To. Brutalidad, sangre y rabia humana. El ojo por ojo que el villano del film quiere llevar a cabo por la muerte de su familia.
Ese tipo de violencia descontrolada y salvaje es lo mejor de ‘Objetivo: Londres’, como el hecho de ver a soldados de la guardia real disparando contra los transeúntes, secuencia tan atrevida como delirante, pero altamente disfrutable. El resto no es más que una sucesión de tópicos que ensalzan a la nación más poderosa del planeta Tierra, según la cual los buenos son ellos. Claro que si es Morgan Freeman el que habla en nombre de la misma, a uno le entra el patriotismo por todos los poros.
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