En los momentos finales de ‘Oasis: Supersonic’ (2016), uno de los componentes de la banda explica que en su máximo apogeo, cuando consiguieron concentrar a 250.000 personas en dos días, llegaron a su cima como banda de rock n’ roll. En sus propias palabras, en su carrera “No puedes quedarte besando el cielo eternamente, pero sí puedes dejarle un buen chupetón antes de bajar”. Y eso es exactamente lo que hicieron.
El director del documental, Mat Whitecross, tras explorar la vida de Ian Dury en el filme ‘Sex & Drugs & Rock & Roll’ (2010), y más conocido por su ‘Road to Guantánamo’ (2006), decidió con la banda contar sólo la mitad de su historia. Este detalle hace que se aleje de la típica estructura de auge y caída de una banda de rock que siguen el 90% de los documentales biográficos. El resultado es que la parte deprimente, normalmente más aburrida, se escinde para asistir al “auge y más auge” de Oasis.
Viaje hacia la catársis
La consecuencia inmediata en la atípica estructura de este documental es que su visionado supone un viaje progresivo hacia un clímax arrollador, en el que el espectáculo de la música y la disección del significado de la mítica del rock son sus principales objetivos, a pesar de que llegue a ellos través de las conflictivas personalidades de dos hermanos, explorando su vida y sus miserias y dotando así de alma la historia del sueño de cualquier banda con orígenes humildes.
Los Gallagher no son los tipos más simpáticos del mundo, de eso no cabe duda, y lejos de mostrase como santos, todo el material de video recogido muestra a un par de tarugos sin redención, holligans y maleducados de barrios pobres, con una capacidad innata para meterse en peleas y toda clase de líos. Anécdotas simpáticas, que se rememoran como las buenas historias de las que te ríes bebiendo con amigos, aunque en su momento tuvieran, incluso, un componente trágico.
Mientras tanto, se hace un buen repaso de sus logros. Oasis humildes, humildes, no son, y les gustan las medallas, pero la intención de las imágenes es que nos metamos en su viaje y apreciemos como ni ellos mismos eran conscientes de lo que estaba pasando hasta que fueron absorbidos por su propia marca y la industria tomó los mandos. La historia es arquetípica, sí, pero en ella la pareja de hermanos no son una pareja de héroes, sino que aparecen como un par de monigotes llevados por la corriente.
Caín y Abel y 70 millones de discos vendidos
En ese punto es dónde su historia de enemistad, como catálisis del derrumbamiento de la banda y de su propia estructura familiar, cobra más sentido más allá del sensacionalismo de sacar los trapos sucios. Toda la purga del éxito, como recompensa a una infancia difícil y el sabor agridulce de su triunfo, guarda una estrecha relación con el núcleo familiar y las figuras parentales. Las revueltas en sus vidas dan sentido a la dimensión épica de sus hazañas musicales. aunque también funcionan como elipsis previa a la ruina que no llegamos a ver.
Entre bromas sobre su estilo vistiendo, nostalgia y demostraciones de talento, hay un estudio brillante de lo que hace especial a un grupo musical sea del género que sea: la actitud, como motor de la personalidad y la fuerza tanto de la música como de la puesta en escena. Uno no puede evitar sorprenderse de que a la pareja de hermanos les resultara tan sencillo, siendo ellos mismos, convertir toda su pose natural en un juego, una impostura que resultaría marcar tendencia y les convirtió en la mayor banda de rock británica desde los Beatles.
Por ello, las omisiones de las partes más feas de la historia importan más bien poco, todo se dirige hacia el mismo punto: la diversión, las emociones, el espíritu casi punk de sus protagonistas, contado con una narrativa exquisita, llena de recursos de montaje sorprendentes, animaciones perfectas, y el servicio de la técnica para convertir una buena historia en pura épica. Puede que ‘Oasis:Supersonic’ no sea la película sobre el grupo más honesta, pero si definitivamente, quizá, el mejor documental sobre una banda de rock hasta la fecha.
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