Sin duda, el aspecto más impactante de 'Clandestino' no son las peripecias que quedan sin detallar, pero que sin duda habrá vivido el periodista de riesgo David Beriain para sumergirse en las formas más extremas y violentas de la delincuencia internacional. Es decir, los métodos que él y su equipo (en la presentación en Madrid le acompañó su productor venezolano Jorge Luis Benezra) habrán tenido que adoptar al invertir horas en conversaciones, pactos y promesas para llegar a logros periodísticos tan asombrosos como la entrada en una cárcel controlada por los presos.
Tampoco los más memorables son los momentos en los que casi se puede oir a Beriain rezar para sus adentros y al cámara temblar levemente entre sudores fríos porque alguno de los entrevistados se toma con más suspicacia de la prevista una pregunta. Y aunque sabemos que Beriain ha salido entero de todos los reportajes de esta temporada, las situaciones que presenta son en ocasiones tan tensas que el peligro se palpa en el ambiente.
Posiblemente, por encima de todo ello, lo más impresionante de 'Clandestino' es la sencilla y honesta forma que tiene Beriain de colocar al espectador en una posición neutral de los conflictos. Cerca de las víctimas, por supuesto, pero también de los criminales. Y teniendo en cuenta que algunos de los mafiosos, secuestradores, contrabandistas y narcotraficantes se echan a sus espaldas una cantidad de cadáveres que rivaliza con la de auténticos sociópatas, que el espectador sea capaz de entender el trasfondo humano de muchos de ellos, tan a menudo víctimas de las circunstancias sociales, es un auténtico hallazgo.
'Clandestino' no tiene ese formato de reportaje más moralista en el que el entrevistador adopta un tono condescendiente o, peor aún, "civilizado" con, por ejemplo, policías que no tienen más remedio que tirarse a la calle a secuestrar a gente y en algún caso matarlos a los dos días, cuando sus familiares no pagan el rescate. En vez de eso, retrata todos los eslabones de la cadena que han llevado a esa terrible situación, desde las víctimas inocentes a los grandes cerebros detrás de las mafias, y encuentra posibles motivos estructurales para ello. Y los culpables últimos no siempre son los que aprietan el gatillo.
'Clandestino': a saco con la realidad
En la presentación de la segunda temporada de 'Clandestino', que empezará a emitirse en DMax cada miércoles a partir del 21 de noviembre, tuvimos ocasión de ver el primer capítulo de la segunda temporada, 'El negocio del secuestro: Venezuela'. En él Beriain analiza todas las formas que toma un negocio delictivo con estadísticas tan escalofriantes como que 1 de cada 5 venezolanos corre el riesgo de ser secuestrado cada día. Desde los que se prolongan en el tiempo a los exprés, más beneficiosos y arriesgados, Beriain retrata a quienes ejecutan muchos de estos delitos, e incluso llega más allá.
En esta primera entrega, el periodista llega a hablar con policías que, para salir adelante de la miseria que atenaza al país, participan en estos violentísimos secuestros (un 20% de los funcionarios públicos de Venezuela está implicados en delitos). O con uno de los jefes que controlan, desde el interior de una prisión completamente tomada de puertas adentro por los presos, decenas de secuestros que se ejecutan en las calles. Y se da un paseo por la grotesca realidad de los cementerios de Venezuela, expoliados casi al completo por ladrones de tumbas, y donde muchas bandas retienen a los secuestrados.
En el resto de la temporada, Beriain abordará temas como el relevo generacional en la camorra napolitana, cómo funciona el tremendo negocio del tráfico de armas en Sudamérica o los tentáculos internacionales de la mafia albanesa, una de las más crueles y desconocidas del mundo. Si mantiene el tono de este primer episodio o de su primera temporada, es una apuesta valiente y para estómagos curtidos por parte de Discovery y la productora 93 metros.
De hecho, en esta nueva temporada se advierte una intención de centrarse en temáticas exclusivamente criminales, dejando de lado enfoques de la primera tanda, como la sociología pseudo-mondo del capítulo dedicado al tráfico de cuernos de rinoceronte, y acercándose más al espectacular trío de episodios sobre el cártel mexicano de Sinaloa. Una buena decisión que puede convertir estas seis entregas en un documento con un enfoque poco visto en el periodismo español. Que buena falta nos hace.
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