'El nombre de la rosa' de Jean Jacques Annaud fue, casi con total seguridad, la primera película "de adultos" que vi en mi vida. Impactante es decir poco. Poco después, aun de adolescente, me puse a devorar la novela de Umberto Eco fascinado por sus diatribas, debates y las pesquisas de Guillermo de Baskerville en 1327.
Claro, una vez leída la novela, el revisionado de la película me supo a poco. Quizás por eso me lancé a ver la nueva adaptación, esta vez televisiva, de la novela italiana con la esperanza de que al ser ocho episodios hubiese más profundidad. Una serie ítalogermana que llega esta noche de Jueves Santo a La 1 de TVE.
John Turturro se mete en la piel de William de Baskerville, un sabio y perspicaz monje franciscano que llega junto a su discípulo Adso (Damian Hardung) a una remota abadía del norte de Italia con el propósito de participar en una cumbre eclesiástica sobre el camino que ha de seguir la Iglesia en cuestiones de austeridad.
Pero lo que allí se encuentran es, ni más ni menos, que con una misteriosa muerte, con todas las pistas apuntando a la custodiada biblioteca y los, valga la redundancia, misterios que en ella se esconden. Tampoco ayuda lo sibilino que es el abad, interpretado por Michael Emerson.
En el reparto que grita "producción internacional" a los cuatro vientos, también nos encontramos a Rupert Everett quien interpreta a Bernardo Gui, el sádico inquisidor que es enviado por el papa para acudir a tan importante debate.
Penitenciágite
Giacomo Battiato, especializado en telefilmes, se pone a los mandos de la serie como director y uno de los guionistas principales. Una sala de guion completada por Andrea Porporati, Nigel Williams, Umberto Eco y el propio John Turturro en un proyecto que ha perseguido durante años.
A veces me gusta pensar en 'El nombre de la rosa' como un precedente medieval de 'El código Da Vinci' y demás novelas de Dan Brown por el modo de abordar el poder de la Iglesia (del Vaticano/Avignon) y los secretos ocultos. Claro, está la clara diferencia de que literariamente hablando, el italiano es muchísimo mejor material. En las pantallas la diferencia es menor, aunque sigue ganando lo italiano.
Pero existe cierto gusto por los diálogos eruditos, cierto sentido de la aventura y el misterio que comparten. En 'El nombre de la rosa' nos encontramos con un debate entre la Palabra de Dios y la de los hombres, el deseo, el pecado, las herejías y los intereses geopolíticos de la Iglesia y la separación del Estado, la vida monástica, la vida civil y la noble se mezclan en esta obra de misterio y asesinato.
Sherlock Holmes del siglo XIV
Al igual que con la cinta de 1986, esta serie también se queda muy plana respecto a las intenciones y temas de la novela al seguir priorizando esta especie de Sherlock Holmes medieval, sensacionalmente interpretado por Turturro, al resto de temas interesantes de los que se atisban leves retazos a lo largo de cada episodio.
Claro, la pena es que es este toque de thriller detectivesco lo que da gasolina a la serie y aparta todo al arcén de su propia carretera. En este sentido, 'El nombre de la rosa' es tan efectiva como desdibujada. Efectiva en cuanto a que toca las teclas correctas para tener intrigado al espectador. Desdibujada en cuanto el mundo externo y el contexto histórico en el que nos encontramos se ve borroso e intrascendente.
Lo cual, teniendo en cuenta los temas con los que se mueven y debaten los clérigos y frailes, queda insuficiente. Pero, oye, que si hemos venido simplemente por la truculencia, personajes sádicos y gente sibilina celosa por el poder eclesiástico y los secretos pues estaremos bien servidos.
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