El director de 'Cara a cara' ofrece una nueva versión del cine de vigilantes navegando por el lado más gris del subgénero
Se ha estrenado ‘Noche de Paz’, que no es otra vez la divertida película de acción con Papá Noel del año pasado, sino que estamos ante el flamante regreso de John Woo al cine de acción de Estados Unidos, ofreciendo un oscuro relato de venganza, narrado sin un solo diálogo, con más puntos en común con la ‘Sentencia de muerte’ de James Wan que con la saga ‘John Wick’, y más que repetir ese tipo de cine de acción una mirada gris a los relatos reaccionarios tradicionales en el género.
Hay muchas películas que utilizan el silencio como un recurso narrativo, y este mismo año hemos visto algo similar con la estupenda ‘Nadie podrá salvarte’ y en este nuevo caso, aunque el tráiler pueda hacer parecer que el recurso está asociado al puro espectáculo pirotécnico, la decisión creativa está más asociada con la pérdida de la voz del personaje, una idea que permite explorar la impotencia ante la injusticia de una forma alegórica y práctica.
Vigilantes de suburbia en la era postTrump
Como en la citada película de Wan, aquí un padre pierde a su hijo por culpa de unos criminales y decide tomarse la venganza por su mano enfrentándose a peligrosas bandas organizadas mientras pierde también a su mujer por su decisión de buscar y entrenarse para ajusticiar a los causantes de la muerte del niño. Algo que empieza como un cambio físico, la pérdida del habla, y se transforma en un grito ahogado de impotencia que carbura su paso al lado oscuro.
Puede que muchos fans de Woo no encuentren aquí la película que imaginan, porque en vez del baño de acción esperable, ‘Noche De Paz’ dedica mucho tiempo a observar esa caída en la espiral del protagonista, una bajada a los infiernos triste, sucia y de redención dudosa que hasta en ocasiones parece cuestionar el relato del cine de vigilantes planteando una serie de tropos que todos conocemos hasta el punto de que pueden funcionar perfectamente sin líneas de texto que traten de explicar nada.
Esta ausencia de exposición tiene varias consecuencias, por una parte permite que las imágenes hablen por sí mismas, evitando juzgar al protagonista, lo que nos deja un camino que, si bien está suficientemente ornamentado y es perfectamente disfrutable como película de acción, permite observar desde la distancia los hechos, dejando oxígeno para ponderar la magnitud de una tragedia oscura que también nos habla de la volatilidad de los valores de esa clase media USA que hoy se ha radicalizado, lo que deja el camino del padre como un ejemplo de la vulnerabilidad ante el discurso de la violencia y las armas.
Un director bendecido por la imaginación visual
Woo se permite adentrar en la psique del protagonista a través de la interpretación de un Joel Kinnaman que da paulatinamente más miedo, pero también lo plantea como una catarsis para el espectador, navegando por un terreno moral siempre farragoso que da paso a los tiros, justificados siempre por un amor fraternal puro roto que generan escenas de flashbacks típicamente azucaradas y horteras marca Woo.
Todo ese interesante discurso, que encerta forma recuerda a los puntos más reflexivos de ‘El justiciero de la ciudad’, nos acaba llevando a una segunda mitad que recuerda a la versión de ‘El castigador’ de los 80, es decir, una vuelta al cine de acción lúgubre y con calles inmundas, con contenedores ardiendo y criminales trapicheando, pero sin dejar de mostrar claramente las consecuencias de jugar a vengador sin ser un criminal, o ex-militar, dejándonos el que puede que sea el héroe más torpe de la filmografía de Woo.
Pero lo que realmente importa en ‘Noche De Paz’ es el regreso de un director en plena forma, que más allá de rodar la acción como pocos está lleno de ideas de puesta en escena en los momentos más simples, como la escena del entrenamiento de tiro, recursos estéticos y creatividad en la secuenciación para narrar visualmente que no se ve tan habitualmente, incluso en las películas más populares del género que están más pendientes de las coreografías que de la lírica de imágenes cargadas de significado, a veces tan simple como una lágrima convirtiéndose en una bala por obra y gracia del montaje.
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