En la última edición de los premios Goya el actor Lluís Homar ganó el premio al mejor actor de reparto por su excelente composición en la más que fallida ‘Eva’ (Kike Maíllo, 2011), y en su discurso de agradecimiento citó a Montxo Armendáriz con quien el año pasado había colaborado en ‘No tengas miedo’. El nombrarlo tenía una clara intención, reivindicar a un director que a juicio de quien esto firma no siempre ha estado a la altura pero supone uno de los cineastas más comprometidos y entregados de nuestro panorama. El film solo obtuvo una nominación a la mejor actriz revelación —nominación más que merecida aunque la categoría sea absurda— a Michelle Jenner, y aunque creo que han premiado la película que tenían que premiar —la inmensa ‘No habrá paz para los malvados’ (Enrique Urbizu, 2011)— ‘No tengas miedo’ merecía nominaciones a los premios gordos, empezando por la labor de los actores, el director —que también ejerce funciones de guionista— o el impecable trabajo de fotografía en cuanto a premios menores, para establecer una diferencia que de menores no tienen nada.
No deja de llamarme la atención que Homar —para mí uno de los mejores actores de nuestro cine, lo que yo llamaría un monstruo de la interpretación— ganase el premio gracias a un personaje muy entrañable —su mayor baza— pero a todas luces innecesario —uno de los mayores errores de ‘Eva’ consiste en la pobre definición de sus personajes— y sin duda lejos del enorme registro del que hace gala en la película de Armendáriz. Un gran actor para una sobrecogedora historia sobre los abusos sexuales de un padre a su hija en la que uno de sus mayores logros es el uso que el director hace del fuera de campo, atreviéndose a provocar en el espectador ese ejercicio que nunca gusta, reflexionar sobre una triste realidad que no vemos. También funciona como retrato de la soledad, algo que tampoco es grato.
Es muy posible que Armendáriz haya realizado en esta película su más logrado trabajo de síntesis en cuanto a puesta en escena y guión se refiere, y lo ha hecho sin tener en cuenta ni lo más mínimo el realizar concesiones al vago espectador. También se ha cuidado lo suyo en no resultar maniqueo o pronunciarse al respecto del terrible drama que narra. Su película es un retrato, jamás una denuncia o una imposición a nivel moral —el cine puede ser utilizado como denuncia y Armendáriz toma la valiente decisión de renunciar a esa opción—, dejando en manos del público tan difícil empresa. Sólo por eso, y por la enorme sensibilidad que derrocha el film, me basta para elogiar la película, pues en estos tiempos de reflexiones superficiales y provocaciones fáciles ‘No tengas miedo’ se arriesga invitando a hurgar en sus poderosas imágenes, algunas de las cuales dejan una huella imborrable en nuestra memoria, por su sinceridad, por su real crudeza, porque la historia de Silvia es de las que se mete dentro de uno y te remueve por dentro.
El gran acierto de Armendáriz, o mejor dicho uno de ellos, es el haber manejado el punto de vista de forma muy inteligente, mostrando únicamente lo que cualquier persona que no es víctima de abusos sexuales podría ver, o sea, nada. El pequeño tramo inicial, que narra algunos de los pasajes de la infancia de Silvia, no puede ser más indicativo. El director coloca la cámara a la altura de la pequeña protagonista y los rostros de los adultos sólo se ven cuando hay proximidad entre personajes. El retrato cotidiano de un padre y su hija de 7 años es violentamente interrumpido en una escena de inocentes juegos en la que el fuera de campo juega un papel fundamental. Un sofá, el rostro tumbado de Silvia y la mano de su padre a la altura de su cara nos muestran sin enseñar una realidad dolorosa y terrible. Lo mismo sucederá en la siguientes etapas vitales de Silvia narradas en el film, y en las que la cámara siempre inquieta, pero profundamente controlada, de Armendáriz se queda al margen de puertas entreabiertas sin atreverse a interrumpir una intimidad obligada. La sugerencia por encima de la evidencia.
‘No tengas miedo’ parte de una premisa sobre abuso sexual de un padre a su hija y termina yendo más allá al no quedarse jugueteando en el terreno de lo que podría fácilmente ser un panfleto de denuncia —incluso en las secuencias en las que muestra a víctimas de abusos infantiles contando sus experiencias—, atreviéndose a retratar la soledad de Silvia y también el amor que siente por su padre aunque este sea un demonio. Armendáriz sigue explotando el fuera de campo hasta en los diálogos del film, el cual puede pecar de ciertas arritmias en su tramo final, y el hecho de que la pareja amiga de Silvia en su etapa madura sólo sirva a un propósito, que se descubra todo el pastel. Y lo hace mediante unas líneas de diálogo que son un claro ejemplo de intenciones:
- ¿Mi padre te tocó alguna vez?
- Nunca ¿por qué?
- Porque eso sí que no se lo perdonaría
Silvia —una sorprendentemente espléndida Michelle Jenner— no sólo admite los abusos de su padre, sino que incluso le perdona, y se sugiere la posibilidad, terrible, destructiva, desoladora, de que tal vez es el único hombre que la ha tratado con cariño y comprensión. Todo ello con un doloroso precio, haberle robado la infancia.
‘No tengas miedo’ no es una película fácil y no está destinada a paladares poco exigentes o empachados de mediocres series de televisión. Su inteligente puesta en escena necesita de la complicidad del espectador concienzudo y sensato, y su disfrute reside en la impecable labor de Armendáriz —a pesar de los errores comentados— y de unos actores en verdadero estado de gracia, la ya citada Jenner, una insólita Belén Rueda —que realiza a la perfección el papel de madre ajena a todo—, y el monstruo de Homar. El personaje de este último va más allá que el de abusador; hay en él un amplio registro de matices que lo hacen terriblemente humano, pues podemos ver cariño, simpatía, comprensión, e incluso ternura. Secuencias como aquellas en las que asiste a una función en la escuela, o el enfrentamiento final con su hija ya crecida —un juego infantil se convierte aquí en la victoria final de Silvia sobre su padre más allá de la ley— muestran el enorme talento de Homar, capaz de ser alguien antes que interpretar a alguien.