Hubo un tiempo en el que se creía que 'No te preocupes querida' podía ser una de las grandes películas del año. Olivia Wilde había sorprendido en su debut como directora con 'Súper Empollonas' y su segundo largometraje prometía ser mucho más ambicioso, contando además con un reparto de lo más llamativo. Luego llegaron las polémicas y la narrativa alrededor de ella pasó a centrarse en ello.
Para cuando 'No te preocupes querida' pudo verse en el pasado Festival de Venecia, la calidad artística de la película había quedado en un segundo plano en beneficio de rumores cada vez más locos. Y lo peor de todo es que no está muy claro si eso era bueno o malo, porque las críticas tampoco acompañaron a una cinta que llega a los cines casi herida de muerte. Y no seré yo el que la reivindique, porque lo único que merece la pena celebrar en ella es la interpretación de Florence Pugh.
Las bases de la película
El primer gran problema de 'No te preocupes querida' es lo obvia que resulta, algo que en ciertos escenarios se puede sortear, pero es mucho más complicado hacerlo con una película que intenta dar un fuerte presencia al componente de misterio. Y no puede decirse que Wilde lo logre aquí, quien, por normal general, parece más interesada en lograr un acabado visual resultón y que destaque el perfeccionismo de esa sociedad aparte que nos presenta que en cualquier otra cosa.
Por ello, la mayoría de los personajes no son más que bonitas cáscaras que inicialmente invitan a pensar en algo apasionante pero que a la hora de la verdad rara vez se va más allá de lo puramente superficial. La única que realmente logra salirse de esa tónica reinante es Pugh, quien vuelve a demostrar por qué es una de las mejores actrices jóvenes de nuestro tiempo.
Es cierto que Pugh es la gran protagonista de la función, por lo que es lógico que tenga más tiempo para desarrollar su personaje, pero es que es su interpretación la que amplifica un personaje que sobre el papel parece demasiado de diseño. Hay instantes que sí aportan en la dirección de resaltar la angustia creciente que sufre su Alice, pero lo habitual es que no tengan la fuerza suficiente.
Fallida
Lo que no se le puede negar a 'No te preocupes querida' es una consistencia formal durante la mayor parte del metraje, logrando incluso introducir elementos disonantes en ese universo sin que Wilde pierda el control de la situación. A cambio, esa sociedad distópica que presenta se siente demasiado familiar, tanto en lo referente al uso de la vida en los suburbios como en el evidente hecho de que estamos en un lugar en el que la humanidad brilla por su ausencia y casi parece una secta al servicio del personaje interpretado por Chris Pine.
De hecho, en esa idea del culto al líder hay apuntes siniestros que podrían haber dado otra energía a la película si no sucediera lo que mencionaba antes, que se propone y parece que va a llevar a algo muy estimulante que luego nunca llega. Y es que 'No te preocupes querida' es una promesa constante que se queda en nada en la mayoría de los casos y en el principal lleva a un tramo final en el que la película coquetea con el ridículo en más de una ocasión, dejando además la sensación de creerse mucho más importante e inteligente de lo que realmente es.
Y es una lástima que eso suceda, porque tiende a coincidir con los momentos en los que el guion firmado por Katie Silberman termina de aclararlo todo -digo termina porque casi todo se ve venir a la legua- y busca un claro impacto dramático. Ahí es donde más flojea 'No te preocupes querida', pues lo anterior puede resultar ligeramente frustrante, pero al menos es compacto y tienes a Pugh para mejorarlo todo. Aquí ni siquiera ella, por mucho que siga siendo lo más destacable, puede levantar la función, aunque sí lo hace más soportable.
En resumidas cuentas
Habrá quien diga que nos hemos centrado demasiado en las polémicas de 'No te preocupes querida' y que eso ha acabado haciendo un daño irreversible a la película, pero lo cierto es que ella misma se ha encargado de dejar claro que lo único que ha evitado que la palabra decepción sea la nota reinante es que la charla se ha centrado en eso otro. Al menos nos queda el trabajo de Florence Pugh, pero el resto es algo soso en la mayoría de ocasiones y un tanto ridículo en su tramo final.
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