Comentaba, no hace demasiado, que el film de Guillaume Canet 'No se lo digas a nadie' (‘Ne le dis à personne’, 2006) iba a ser refilmado por los estadounidenses. Más concretamente por Ben Affleck, en su faceta de director, quien partiría de un guion basado en parte en la película y en parte en la novela de la que surge esta: ‘Tell No One’, de Harlan Coben. Chris Terrio, autor que ya escribió ‘Argo‘ para Affleck, es el encargado de la adaptación/remake. 'No se lo digas a nadie' obtuvo nueve nominaciones a los César, de las que se llevó cuatro premios: mejor director, mejor actor principal, mejor montaje y mejor banda sonora.
François Cluzet, ahora muy de actualidad por 'Intocables', protagoniza, junto con Kristin Scott Thomas, Jean Rochefort, Andrè Dussollier, Nathalie Baye, Marie-Josée Croze y Marina Hands, la historia de un hombre que, ocho años después de haber perdido a su mujer, aún no la olvida. La pareja eran amigos desde niños y Alexandre sigue celebrando los aniversarios con sus suegros. Cuando su cuñada y el resto de sus conocidos le insisten en que permita al pasado ser pasado, aparecen nuevas pruebas sobre la muerte de la mujer y, lo que es más misterioso, en la bandeja de correo del protagonista alguien le ha dejado un vídeo en el que él cree reconocer a su fallecida esposa. Todo es tan turbio con respecto a la muerte de Margot como las aguas en las que se bañaban ella y su compañero cuando fue mutilada y él perdió el conocimiento. Como suele ocurrir en casos similares, el primer sospechoso de la policía es el marido y, aunque no se ha podido demostrar su culpabilidad, muchas incongruencias del caso podrían darle la vuelta sin dificultad para cargarle la autoría del crimen. Desconcertado e ignorante de todo, este viudo comienza una investigación que va involucrándolo cada vez más a fondo, hasta el punto de que le resulte imposible desvincularse. Ya solo le quedan dos opciones: demostrar su inocencia por sí mismo o sufrir un injusto castigo.
El guion, escrito por el propio Canet y por Philippe Lefebvre, despliega la intriga de forma hábil y engancha con las primeras cuestiones. La incógnita es tan poderosa que se antepone al exceso de metraje de la película y a un desarrollo que en ocasiones podría considerarse lento. Las revelaciones finales son satisfactorias y todas las piezas encajan en un engranaje que no parece al inicio tan perfecto como luego irá desvelando ser. Consideraría un defecto que la información se ofrezca en un largo diálogo, en lugar de a lo largo de varias secuencias activas. Pero un giro posterior demostrará la necesidad de esa sobada fórmula en este caso concreto.
Las interpretaciones, entre las que se incluye a algunos monstruos del cine francés, como Rochefort o Dussollier, y a la estrella internacional Scott Thomas, son correctas. Pero si hay algo que se le podría pedir a 'No se lo digas a nadie' es que los personajes resultasen más cercanos o contagiasen con mayor fuerza sus sentimientos. La película tiene un componente de amor que quedaría por detrás, pero a pocos pasos, de la cuestión policíaca. Sin embargo, el protagonista, por mucho que haga ver que sigue añorando a su mujer, no despierta adhesión con su sufrimiento, quizá por el carácter huraño que suponemos que ha cultivado durante sus años de soledad.
Canet como director
Guillaume Canet, que también es actor, demuestra, tanto aquí como en 'Pequeñas mentiras sin importancia' ('Les Petits Mouchoirs', 2010), que tiene una mano ágil para la dirección. Gusta de planos con movimiento –en la fotografía podemos verlo manejando la steady–, que siguen las acciones y a los personajes –la cumbre podría estar en ese meritorio plano secuencia con el que comienza su tercer film, estrenado en España en 2011– y eso imprime fluidez a sus películas. En su segundo largometraje, tras 'Mon idole' (2002), la secuencia de acción que merecer ser destacada reproduce una trepidante persecución en la que el protagonista, a pie, arrastra a la policía hasta el otro lado del Boulevard Périphérique, donde los barrios marginales suponen un escenario imposible para los agentes. París y sus diferentes estratos sociales quedan retratados de un plumazo, pero con fidelidad.
Podría reprocharle al autor una inclinación excesiva por cargar las películas de música ya que, además de la banda sonora incidental creada para el film que nos ocupa por Mathieu Chedid, no para mientes a la hora de tirar de talonario y pagarse, en ambas películas, canciones de éxito de fuera de sus fronteras. Otra tónica común que he hallado en las dos cintas es el estrato social de sus protagonistas: puede resultar difícil llegar a empatizar con personajes que dedican su ocio a la equitación y el esquí náutico, pero supongo que ese es el mundo del que proviene Canet. Como exhibición de franqueza, en 'No se lo digas a nadie' se coloca a sí mismo en la piel del heredero de un imperio hípico, cuya carrera de jockey fue interrumpida repentinamente, como lo fue la del director.
Conclusión
Canet dirige con elegancia y buen gusto, pero sin demasiado brío o fuerza dramática un excelente guion que probablemente sea bueno gracias al material de partida, la novela de Harlan Coben que aquí se ha traducido con el mismo título que la película: 'No se lo digas a nadie'. Las sorpresas de la resolución compensan los impasses menos atrayentes y como conjunto, el film se coloca entre los thrillers que merecen la atención de cualquier amante del género.