'No mires arriba' es muy irregular: la comedia apocalíptica de Netflix da en la diana en el objetivo de sus burlas pero no tanto en el modo de hacerlo

'No mires arriba' llega como el último gran estreno cinematográfico de Netflix de este 2021 que está a punto de llegar a su final. Con un reparto repleto de estrellas de Hollywood y una premisa de lo más llamativa, el nuevo trabajo de Adam McKay lo tiene todo para convertirse en otro bombazo de esa plataforma de streaming.

Lo que no va a conseguir es unanimidad, ya que es una película que está dividiendo tanto a crítica como a público, algo hasta cierto punto lógico por ser una obra que dice mucho sobre la sociedad actual. Pero una cosa es estar muy inspirada en qué es lo que se critica y otra que lo sea la forma de hacerlo. Ahí es donde surgen los problemas para una cinta que al mismo tiempo se excede y se queda corta en su sátira.

Riéndose de la sociedad actual

No es difícil encontrar paralelismos entre las gestión que se realiza en 'No mires arriba' sobre la inexorable llegada de un cometa que va a destruir la vida en la Tierra con otras crisis que tenemos ya mucho más asimiladas como la del cambio climático, donde el negacionismo siempre ha tenido su cuota, o la del coronavirus.

Todo ello intentando llevarlo al absurdo, algo que funciona bastante bien en sus compases iniciales, ya que desde el poder político se desprecia la información porque simplemente no les conviene que se sepa. A fin de cuentas, nadie va a aceptar de buen grado un (casi) 100% de probabilidades de que va a morir en cuestión de unos meses.

Ya en los minutos anteriores teníamos varias pistas que indicaban que íbamos a asistir a una película que manejaba la idea del fin del mundo de forma muy diferente a otras producciones como 'Armageddon' o 'Deep Impact', por mencionar dos obras con la misma amenaza y enfoques complementarios, más lúdico en la cinta de Michael Bay y mucho más dramático en la de Mimi Leder.

Aquí se opta por un estilo que encaja con lo visto en los últimos trabajos -aunque más 'La gran apuesta' que a 'El vicio del poder'- de Adam McKay, con ocasionales fugas hacia un absurdo que recuerda más a sus primeros largometrajes. El resultado es algo extraño, ya que señala muy bien los problemas y se ríe de ellos, pero lo hace de formas un tanto precipitadas, como si quisiera pasar demasiado aprisa al siguiente sinsentido que quiere señalar.

Menos divertida de lo esperable

Ahí creo que 'No mires arriba' podría haber funcionado mejor con otro reparto más acostumbrado a trabajar en clave cómica. Y es curioso, porque pienso de forma aislada en los protagonistas de la película y no puedo decir nada malo de ellos, pero también soy consciente de que Jonah Hill es el que se muestra más cómodo en el registro que propone McKay, mientras que el resto encajan bien en lo que la película pide de ellos en términos de representación -en algunos casos no podría ser más evidente cuál es su gran referencia en el mundo real-, pero luego a menudo da la sensación de que lo hacen de forma muy medida cuando la película en sí misma tira más hacia lo alocado.

Eso no quita para que haya momentos muy divertidos, desde bromas más puntuales y directas como todo lo relacionado con Ron Perlman hasta otras de mayor recorrido como la obsesión del personaje de Jennifer Lawrence con no entender cómo un alto cargo le cobrase por algo que era gratis o la tendencia a encapuchar a los personajes por parte de las autoridades, pero también hay situaciones que simplemente tienen muy poca gracia. Aunque ahí reconozco que el hecho de que a veces la ficción no supere a la realidad puede jugar en su contra.

Ahí hubiese agradecido un puntito más de mesura para dejar respirar mejor las situaciones que propone. Viendo 'No mires arriba', no pude evitar acordarme de 'La cortina de humo', una estupenda sátira demasiado olvidada en la actualidad que también echaba el ojo a algo muy reciente -en ese caso el escándalo sexual de Bill Clinton y Monica Lewinsky- para jugar con una disparatada y salir airosa del envite.

En ese caso resultaba esencial dar el desarrollo adecuado al productor encarnado por Dustin Hoffman para que funcionase como gran hilo conductor de todas las locuras que iban sucediéndose en esa guerra inventada, pero aquí no hay nada realmente comparable. Sí, Lawrence y Leonardo DiCaprio vendrían a cumplir esa función, pero también acaban perdiéndose en esa sobreacumulación de ideas de la que hace gala 'No mires arriba'.

Luces y sombras de 'No mires arriba'

Con todo, hay momentos puntuales en los que McKay se acerca peligrosamente a dar en la diana, pero no lo hace porque preste especial atención a ese tema en concreto, sino porque llena a sonar tan peligrosamente familiar que esa tendencia al exceso ya es suficiente para que la sátira funcione. Aquí no interese en ningún caso lo sutil, quizá de ahí que cuanto más absurdo sea algo -pienso por ejemplo en esa primera escena post-créditos a modo de conclusión de algo que se nos había dicho antes-, más brillo tenga porque ya lo era así de serie.

De esa forma, la mala leche que tiene 'No mires arriba' pasándonos por la cara que nuestra desconfianza hacia la ciencia está injustificada y que nos hemos convertido en una sociedad que prioriza lo banal sobre todo lo demás acaba aguándose. A veces por demasiado evidente y otras por escaso desarrollo. El golpe hacia lo que se ríe está ahí, porque el objetivo lo tiene bien claro, pero lo que podría ser un guantazo inolvidable acaba siendo poco más que un cachete.

En resumidas cuentas

Con todo, 'No mires arriba' es una película que merece la pena ver. Tengo claro que a una parte de los espectadores les parecerá una sátira brillante, mientras que otros acabarán desesperados por el enfoque adoptado. Yo me quedo entre medias, veo y aplaudo lo que intenta, pero la ejecución no es precisamente la mejor.

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