No soy amigo del término “placer culpable”, pero tampoco creo que sea una expresión completamente desechable del vocabulario cuando queremos definir ciertas emociones que nos despierta el ocio. Una de las grandes excepciones para usarla sería la nueva serie ‘La lista final’ (The Terminal List, 2022), que ha causado sensación desde que llegó a Amazon Prime Video y ya se ha convertido en un éxito número 1. Nada sorprendente al estar protagonizada por Chris Pratt.
Placer y culpabilidad son dos términos antitéticos y normalmente no tengo problema es reconocer que disfruto como un gorrino con obras maestras del cine-accidente como ‘Troll 2’ (1990), por lo que no tengo tampoco culpabilidad por ello, ni miedo a decirlo en alto. Pero con una serie de acción protagonizada por un militar en busca de venganza que acaba tomándose en serio algunos de sus propios dictados ideológicos es otra cosa. Bueno, prácticamente la misma cosa que disfrutar de ‘El justiciero de la ciudad’ (Death Wish, 1974), con matices.
En realidad pasa con casi todo el cine de la Cannon, tanto esas de Charles Bronson, como las de Chuck Norris e incluso las de ‘Rambo’, ‘Cobra’ y todas las que quieras contar en la década de los 80. El cine de acción de machos armados tiene un fondo reaccionario que cuando se ve a ciertas edades no empapa, sin embargo eran las favoritas de nuestros padres, porque tenían acción, violencia y frases lapidarias ridículas que las convierten, voluntaria o involuntariamente, en algo divertidísimo, cómico e irreal. Son disparatadas pero nos gustan.
Pero cuando crecemos es fácil encontrar el matiz político de toda una era y necesitamos de una capa de ironía para disfrutar de algo que no es más que un producto de su momento, y hasta ahí llega esa “culpabilidad”. En un mundo normal, no tendría que haber un manual de instrucciones para explicar que ver ‘Commando’ (1985) no es sinónimo de estar convencido de que la mejor solución del mundo es el intervencionismo americano y ser nostálgico de la era Reagan. La operación con series como ‘La lista final’ es un poco parecida.
¿Culpabilidad ideológica o alergia a la acción sin superhéroes?
Se ha escrito mucho sobre el nuevo original de Amazon, pero su característica principal es que está basada en experiencias reales y busca ser también realista en su acción. Las reacciones críticas en Rotten Tomatoes son muy bajas en porcentaje, sin embargo la puntuación de los espectadores es mucho más impactante, llegando al 94%, allí, 9 en Metacritic y pasando la puntuación de 8 en la más exigente Imdb. De hecho ni siquiera a ninguno de mis compañeros les ha parecido demasiado reseñable. Y hasta cierto punto, a un nivel estricto y académico, se puede estar de acuerdo, pero el público ha opinado diferente.
Según el ex SEAL de la Marina, y autor del libro en el que se basa la serie, Jack Carr, la tibia recepción tiene que ver con el clima político actual y cómo está afectando al entretenimiento, y puede no ir desencaminado, lo que de alguna manera reconoce que su producto tiene una fuerte carga ideológica, por mucho más escondida e intuible que sea si la comparamos con el cine de su género en otras épocas. No ayuda un Pratt en el ojo del huracán por haber formado parte de una iglesia controvertida, de la que dice ahora no formar parte.
Sin embargo, no está tan claro que pese tanto la ideología como que ‘La lista final’ es una serie con las mismas pretensiones o falta de ellas que el cine de acción de su época, y hoy ese cine no puede verse de la misma forma si no viene cubierto de una capa de humor socarrón, un “jijijaja” que nos indique que la acción es “divertida” de alguna manera. Solo así se explica que productos tan competentes y bien acabados como ‘El pasajero’ (2018) o ‘Sin remordimientos’ (2021) hayan sido recibidos de forma muy fría. Por eso un Guy Ritchie mediocre como ‘The Gentlemen’ (2019) entra mejor con su humor y musiquita que su mejor película en años, ‘Despierta la furia’ (2020), mucho más sobria y al grano.
Cine de acción gañán sin coartada irónica
Por eso, parece que cuesta ver ‘Reacher’ como un regreso tremendo del gran thriller de sopapos americano y ‘La lista terminal’ como el equivalente perfecto al pack de alquiler de videoclub de palomitas que te recomendaba el dependiente aunque no viniera precedido de anuncios en la tv. Además, viene con la dirección de un maestro de este tipo de cine, Antoine Fuqua, que marca el pulso que nos ha regalado recientemente en películas modernas tan potentes como ‘The Equalizer 2’, que tenía un clímax neowestern alucinante, de los que no te pondrán nunca en lo mejor del año en Indiewire.
La serie de Amazon es lo que le pasaría a una novela de Frederick Forsyth que soñó ser una película de Steven Seagal de los 90, casi una cuasiparodia involuntaria del cine de Chuck Norris que no se preocupa por sus clichés sino por ofrecer una buena cobertura de manteca, pólvora y violencia. Mucha violencia. No encontrarás en ella un catálogo de sutileza, sino un relato de venganza tan básico y patriótico como sangriento y, a menudo, estúpido.
Chris Pratt encarna a un "antihéroe" desagradable —¿caían bien Seagal o Norris?—, cerca de la psicopatía, un hombre dentro de una espiral de colapso mental cuyas acciones guardan un poso reaccionario que hace de ‘La Lista Final’ una obra oscura, quizá demasiado reincidente en el tema del trauma y el duelo de un hombre, llevado a veces hasta lo cursi, pero en realidad su drama tiene más en común con ‘Combat shock’ que con ‘Nacido el 4 de julio’, incluso a veces llega al terreno del thriller psicológico de ‘La escalera de Jacob’.
Ese cine que ya no se hace
No se puede negar que empieza rugosa, el conflicto no da para tanto y los secundarios no tienen suficiente carisma, o reciben líneas de guion memorables. Pero cuando se pasa el necesario cambio del personaje y los engranajes se lubrican, la cosa no deja de ser un one shot de ‘Punisher’ un ‘Kill Bill’ con mucha más gente en la lista, y es un crescendo imparable hasta llegar a una segunda mitad convertida en un festival de acción de vieja escuela en widescreen, llegando a la catarsis atolondrada de hemoglobina y gente saltando por los aires perfecta para desconectar un viernes noche.
Y es que otra cosa que no se puede negar es que el presupuesto es potente y esto se traduce en grandes escenas de acción, memorables, como el espectacular ataque en San Francisco, o todo el episodio 6, una reformulación de ‘Acorralado’ (First blood, 1982) tremenda, una buena dosis de asesinatos brutales —uno con explosivos que recuerda los mejores momentos de ‘El fuego de la venganza’— y el clímax final, que vuelve nada menos que al ‘Commando’ del suegro de Pratt, Arnold Schwarzenegger.
Ante esto la receta es encomendarse al “ellos se lo pierden” y rebozarse como un cochino en el ajopringue de la agenda redneck y entonar ya mañana el mea culpa, que no está el cine de acción para echar cohetes o el escenario de las series, cada vez más lleno de pantalla verde y superhéroes con mallas, como para dejar pasar este regreso a las manos machadas de sangre, los soldados gañanes y secuencias rodadas en sitios tangibles, con el objetivo de la cámara lleno de partículas del ambiente y la textura del cine del que ya no se hace.
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