Hay ocasiones en las que tengo que ver una película hacia la que no siento el más mínimo interés. Es inevitable que en casos así surja cierta pereza y que uno incluso fantasee con que suceda cualquier cosa que te obligue a dejarla de lado. Sin embargo, también hay otra forma d verlo y es que en esos casos sólo hay espacio para que sea tan mala como pensabas -a veces logran ser aún peor, pero es muy poco habitual- o para una sorpresa agradable en mayor o menor medida.
Con ‘No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas’ venía a pasarme exactamente eso. No era un proyecto que me atrajera demasiado de entrada y los avances que fueron apareciendo eran poco menos que una invitación a simplemente ignorar su existencia. Me alegro de no haberlo hecho, ya que este salto al cine de la novela de Laura Norton es divertida y tiene el suficiente encanto para que te importe muy poco que todo se vea venir de lejos.
Optimismo con un punto de patetismo
La gran clave para saber si vas a disfrutar o no con ‘No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas’ está en su protagonista, una omnipresente Verónica Echegui dando vida a una especie de cruce entre hípster y pringada. Ese cóctel puede que no resulte demasiado apetecible y quizá tampoco si os digo que perfectamente podríamos estar hablando de una especie de cuento de hadas moderno.
Si no habéis salido huyendo ya, conviene aclarar que eso último no deja de ser un barniz bastante habitual en las comedias románticas para intentar acceder con mayor facilidad a las emociones de los espectadores. Aquí también hay algo de eso, pero lo que realmente importa es ofrecernos un relato optimista en el que incluso los problemas más graves se relativizan o pronto se busca alguna solución por loca que pueda ser sobre el papel -hablo, por poner un ejemplo, de la visita al zoo-.
Ahí es donde triunfa la película, ya que esa sobrecarga de vitalidad hace que su ajustado metraje se pase volando y que el hecho de ser previsible tanto en lo que va a suceder como en el cómo va a pasar pase a un segundo plano. Aquí la historia no es tan importante como los personajes, ya una de las grandes armas de la película está en que tiene unos personajes con encanto que se ven envueltos en situaciones con el puntito justo de patetismo para que sientas cierta simpatía hacia ello.
Volvemos entonces a la Sara interpreta por una inspiradísima Echegui, una joven un tanto desubicada cuya vida se complica más al descubrir que su hermana menor va a casarse con el chico del que estuvo enamorada ella en el instituto y que encima actualmente es un cantante de éxito. Una sucesión de casualidades un tanto rocambolesca que, por suerte, encaja como un guante en el tono de la historia, distendido y un poco alocado.
’No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas’ toca las teclas adecuadas
Ya en la olvidable ‘Ahora o nunca’ había ciertos detalles de la puesta en escena de María Ripoll impropios de la mayoría de comedias románticas, mientras que aquí ya no son chispazos puntuales, sino un curioso control de la fluidez para que el ritmo tan vivo y a la vez pausado -lo primero por la actitud de la protagonista y lo segundo por la velocidad a la que realmente van sucediendo las cosas- nunca se desequilibre. Básico para su consistencia pese a su marcada superficialidad.
Desconozco hasta qué punto es mera herencia del libro de Norton, pero el guion de Breixo Corral y Carlos Montero posee una frescura envidiable en términos generales y además sabe cuándo ir elevando la presencia de ese humor siempre constante para que no pase mucho rato entre risa y risa. Aquí sí hay esa chispa totalmente ausente en ‘Ahora o nunca’, la cual encuentra a su cómplice ideal en un reparto totalmente entregado a sus personajes.
Ya he mencionado a Echegui, el alma de la película, pero personalmente disfruté muchísimo con la aparición de David Verdaguer como su novio ausente, y eso que la resolución de la historia entre ambos quizá sea la parte menos satisfactoria en términos argumentales. El resto encajan bien en sus papeles, sobre todo una refrescante Alba Galocha, pero hay algo en la construcción y desarrollo de todos ellos que no termina de entusiasmarme -por desgracia, entrar en detalles al respecto sería destriparos la película...-, en especial en el padre de la protagonista interpretado por Jordi Sánchez.
En definitiva, ‘No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas’ es un buen pasatiempo que te hará abandonar la sala con una sonrisa en la boca siempre y cuando no tengas alergia a este tipo de comedias románticas. A mí no es que me vuelvan loco, pero la que nos ocupa es una propuesta más que digna y que sabe cómo potenciar sus puntos fuertes y disimular los débiles. Recomendable.
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