'Nightcrawler', el gran carnaval es hoy

'Nightcrawler', el gran carnaval es hoy
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‘Nightcrawler’ (id, Dan Gilroy, 2014) está nominada a mejor guion en la próxima edición de los Oscars, donde tendrá que batirse entre gente como Wes Anderson, Alejandro González Iñárritu o Richard Linklater, verdaderos favoritos a llevarse la dorada estatuilla. Pero creo no decir nada exagerado al observar que la Academia de Hollywood ha cometido de nuevo uno de sus sempiternos errores al dejar a la ópera prima de Dan Gilroy sin más nominaciones que la citada. Poco importa en realidad, los Oscars sólo serán el reflejo de unas buenas promociones en un momento determinado de nuestra era.

Dentro de unos meses, cuando el presente año termine, ‘Nightcrawler’ formará parte de las típicas listas de lo mejor del año de críticos, informadores –dos términos que suelen confundirse− y cinéfilos de este país, que entre orgasmos onanistas, felices de sí mismos, sentenciarán que el film de Dan Gilroy es de lo mejor que se ha estrenado en nuestras salas cinematográficas durante este ya maravilloso 2015. Para el que esto suscribe, el film protagonizado por un portentoso Jake Gyllenhaal, es simple y llanamente magistral, un descenso a los infiernos de la ambición, y una patada al periodismo actual

(From here to the End, Spoilers) ‘Nighcrawler’ da comienzo con un plano nocturno en una calle de Los Ángeles en la que podemos ver una pancarta publicitaria totalmente en blanco, esperando su anunciante, para que todas las miradas de los transeúntes terminen posadas en ella. Toda una declaración de intenciones por parte del guionista/director, que conocedor del material que tiene entre manos, sabe muy bien de lo que hablar, y cómo expresarlo en imágenes. Porque el texto de Gilroy, atrevido e hiriente por momentos, con un crescendo dramático muy logrado, está apoyado en una inspirada puesta en escena.

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Todo es posible

Dicha pancarta en blanco propone toda una reflexión sobre las vías que un buscador de noticias tendrá que tomar para conseguir los tan ansiados números de audiencia que dominan el periodismo de hoy día. Ecos de ‘El gran carnaval’ (‘Ace in Hole’, Billy Wilder, 1951) —entre otras— bañan el film de Gilroy, hasta dónde será capaz de llegar el buitre –otra definición sería equivocada− que representa Lou Bloom, personaje que Gyllenhaal se metió muy dentro, llegando casi a la obsesión. He aquí uno de esos ejmeplos en los que vemos un personaje y no un actor interpretándolo, milagro con el que sueña todo intérprete.

La visión irónica y cínica que daba Wilder en el citado film, donde Kirk Douglas se entregaba a fondo como periodista sin escrúpulos, encuentra su respuesta actual en el film nocturno de Gilroy, que se centra sobre todo en un personaje central, fascinante que provoca empatía y rechazo a partes iguales. Para ello el actor realiza una composición, sobre todo gestual, que va in crescendo según su personaje sube de nivel en su trato con una cadena de televisión comandada por Nina Romina, papel a cargo de Rene Russo, esposa en la vida real de Gilroy.

Lou Bloom es un depredador nocturno, uno de esos coyotes que Michael Mann enfocaba de paso en ‘Collateral’ (id, 2004) –no es la única referencia de Gilroy al cine de Mann−, un mediocre que hace máxima el hecho de que en esta sociedad es más importante el parecer algo que serlo, en este caso un excelente reportero en busca de noticias sensacionalistas. Bloom tiene una cultura de Internet, en el fondo es un don nadie que aprende a la velocidad del rayo, sobre todo los mecanismos de una sociedad corrompida y amante del morbo. Un listillo como muchos hay en el periodismo actual, o sin ir más lejos en la crítica de cine.

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Bloom sabe un poco de aquello, un poco de lo otro, y no tiene una sola idea personal y auténtica. Se aprovecha de lo que ve a su alrededor –impresionantes sus encuentros con el personaje de Bill Paxton, a quien acaba suplantando de la forma más cruel, o ese delirante momento de Bloom hablándole al monitor− para cumplir el falso sueño americano, tan cacareado desde hace décadas. Bloom parece un personaje al estilo de los de Robert De Niro en dos films de Martin Scorsese que no necesitamos ni citar, y Gilroy lo filma con intensidad a partir del primer punto de inflexión en el film, cuando Bloom logar que la cadena amarillista se fije en él.

El horror del poder

El deportivo que Bloom se compra en cierto momento viste ese carácter, podríamos decir aventurero, y libre, pero una libertad que está por encima del bien y del mal, de lo moral y lo ético. De ahí que tras su impresionante charla con Nina, donde se realiza una lucha de poder, entrando en juego la tan extendida erótica del poder –la tensión sexual entre ambos personajes es cada vez mayor−, Gilroy filma una espectacular travelling alrededor del coche, esta vez con la cámara algo más elevada. Es el rondador nocturno del título a bordo de su carro de combate dispuesto a lo que sea.

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El tramo final de ‘Nightcrawler’ es una exploración del thriller más clásico, con la búsqueda de dos asesinos a los que la policía busca por un horrible crimen en un área tranquila de la ciudad. La sorpresa de que en dicha área, respetada, puedan vivir a sus anchas traficantes de drogas, y la posterior persecución, meten el dedo en la llaga de la información y el tratamiento de la imagen hoy día. Una vez más, una notica parece algo que no es, pero la verdad no vende ni levanta audiencias. Incluso la muerte y la agonía serán retratadas como parte del espectáculo.

Y dejando a un lado la inutilidad policial, no sé si un fallo por parte de Gilroy o simplemente otro dedo metiéndose en otra llaga, la de la justicia, ‘Nightcrawler’ recupera mentalmente en su tramo final esa pancarta en blanco del primer plano del film. Las posibilidades del éxito son infinitas, el sueño americano está al alcance de cualquier mediocre mentiroso y demagogo. Hoy día lo consigue todo aquel que incluso es capaz de asesinar y de pasar por encima del prójimo, sin importar las consecuencias morales. El gran carnaval es hoy. De Lou Blooms está este mundo lleno.

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