Tras triunfar en Sundance llega a España esta propuesta llena de muertes truculentas desde el punto de vista del asesino
¿Hasta qué punto es importante el gore en una película de terror? Es un ingrediente común que va zizagueando en la historia del género, normalmente dependiendo del movimiento oscilante que tiende a complacer o repeler según el momento concreto de una época. Ahora, llega ‘De naturaleza violenta’, un slasher desde el punto de vista del asesino que se postula como un experimento con algunas de las muertes más brutales vistas en el género en años.
Con fecha de estreno en España el 17 de julio, esta propuesta ha dado vueltas por festivales, causando cierto revuelo en Sundance, un foro en el que hace años nadie hubiera esperado encontrar una especie de secuela intelectual de ‘Viernes 13’ que ha sorprendido por sus elaboradas escenas de asesinato y sangre sin coartadas. Una de ellas en especial no tiene nada que se le parezca en el cine, o al menos que hayamos visto en un empaque comercial de estas características.
El hype de festival del año
Pero lo que sugiere este experimento indie es un reflejo más o menos realista de lo que sería un slasher arquetípico, con los estilemas de los clásicos de los 80, pero supuestamente siguiendo todo el rato al Michael Krueger de turno con todo lo que conlleva, es decir una mirada desinteresada en la acción, el misterio, la sorpresa y los sustos que se apoya en la experiencia previa del espectador en el género de los campamentos de verano con maníacos sueltos.
No hace falta hurgar demasiado en las reglas de estas películas para concluir que uno de los ingredientes imprescindibles son los momentos en los que los adolescentes caen como moscas en manos del arma del matarife, no hay que justificarlo, ni dar cuentas a nadie, pagamos la entrada para ello y hay una especie de contrato social invisible que hace que nadie se mire raro dentro de la sala, nadie juzga y se lleva a un punto común de que cuanto más burra sea la mutilación, más divertida es la experiencia.
Por ello no hay mucha exploración de estos lugares comunes, que todo el mundo puede acusar de clichés, y el receptor va a seguir esperando el siguiente machetazo. Y hay en ‘De naturaleza violenta’ una aparente complicidad inicial con esos espectadores que quieren ver lo de siempre, pero con el interés de buscar debajo de la alfombra y encontrar alguna motivación en el ritual, sin dejar de ofrecer algunas de las muertes más salvajes vistas en el género. Son brutales, bastante abundantes y hechas con efectos tradicionales, algo que ni la alabada ‘Malignant’ lograba, con su hemoglobina digital.
La forma de presentarlas aquí es seca e implacable, donde su impacto se multiplica al no tener música extradiegética, con una rígida disciplina narrativa cercana al found footage. De hecho, salvo su componente de falso documental meta y el emplazamiento, en esencia no se diferencia tanto de ‘Behind the Mask: The rise of Leslie Vernon’, pero aquí la dirección pone en la posición de observador al espectador a un nivel íntimo siguiendo de cerca al ser que merodea por el bosque. Pero en su consecución parece que no hay una sensación contagiosa, ocurren porque está dentro del contrato del subgénero.
Máster en slashers de los ochenta
Uno de los pósters de la película es un referencia directa al de ‘La quema’, uno de los mejores slashers olvidados de los 80, con un asesino de maneras no muy diferentes, detalles que implican una referencialidad constante codificada por un humor autoconsciente muy cerrado, y de hecho el protagonista es una mezcla de varios villanos del slasher de esos años, entre el aspecto de ‘San Valentín Sangriento’ y el quemado de ‘La quema’ o el Jason Zombie de ‘Viernes 13 4’.
La premisa de aguantar su punto de vista, por otra parte, se acaba rompiendo a conveniencia, especialmente en el tramo final, pero en los momentos que sí lo hace pierde diversas oportunidades de jugar con el conocimiento de los mecanismos del género, quedando como un aburrido corre corre que te pillo en el que no hay un verdadero diálogo con el espectador, no hay nudos, crescendo o tensión, solo “frío frío, caliente caliente” conforme el encapuchado se acerca a los jóvenes, el mismo suspense que ver jugar a alguien a un videojuego sin que te pasen nunca el mando.
El verdadero problema es ese revisionismo cínico que parece querer estar por encima del espectáculo gore que propone, derivando en este caso en un tercer acto plano, incomprensiblemente anticlimático, que llega como si el alcohol se acabará en el mejor momento de la fiesta. Algo que si bien no invalida todo lo anterior, cambia la experiencia en conjunto, no queda claro si los cineastas buscan hacer un homenaje fallido a las final girls, crear una tensión nunca resuelta o se quedan sin ideas. Una coda aburrida y decepcionante que deja claras las intenciones reflexivas ya que se podían ir captando.
Experimento o exhibición
La primera pregunta es si tiene sentido la presencia del propio splatter en el contexto de una sesión golfa con monóculo y pocas ganas de elevar la apuesta más allá de lo que consigue en el minuto 60, la siguiente cuestión tiene que ver con la propia intención del conjunto más allá del propósito de exhibición de las habilidades del director para seguir con la cámara a un personaje como si estuviera haciendo una especie de parodia atolondrada de ‘Elephant’ de Gus Van Sant.
Pero en ‘De naturaleza violenta’ no hay ningún trasfondo sobre la espontaneidad de la violencia en la naturaleza humana, ni el ultrarrealismo busca una documentación de una tragedia como la perturbadora ‘Utoya. 22 de julio’, ni quiera parece una parodia de estas, por lo que su idea se queda en una broma de amigos que podría haber ido más allá, quizá una gran idea para un videoclip de alguno de los grupos de garaje mustio que escuchan los protagonistas a la luz de la hoguera.
Pero como slasher, a veces aburre, incluso en alguno de sus asesinatos parece retroceder a la crueldad de la época torture porn, estirando lo que sabemos que va a ocurrir hasta lo desagradable y sin intención provocadora, un ejercicio plano de intelectualizar un género que no lo necesita, bien empaquetado y presentado para crear conversaciones de puesta en escena en podcasts y revistas de cine que, si no tienen una coartada erudita para disfrutar de una película de adolescentes descuartizados por un homicida inmoral, jamás se plantearían hablar de ella.
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