El cine de terror británico está teniendo una atención contradictoria dentro del mundo de los festivales. Aunque muchas películas estén siendo reconocidas y tienen suficiente atención al pasar al mundo del streaming, otras como esta ‘The Moor’ inexplicablemente han desaparecido del tejido de los festivales españoles como Sitges y Terror Molins. Un limbo indeterminado, en el que ahora puede verse en AMC+ y Planet Horror. Esto no significa que las películas tengan menor calidad, el hecho de que no aparezcan como opción ya se asocia con algo que no se corresponde, por ejemplo, ni con la ambición ni con su presupuesto.
Esta ‘The Moor’ es una película con aspiraciones en cuanto a concepto y paso del tiempo dentro de la propia historia y, al mismo tiempo, es un trabajo bastante minimalista, ya que tiene lugar en los páramos extraños y oscuros del norte de Reino Unido. La historia aquí es que una chica llamada Claire pierde de vista a un niño en los 90 y este desaparece en una escena inicial que es terrorífica en su simplicidad. En el presente, ya interpretada por Sophia La Porta, se ha convertido en una aspirante a locutora de podcast y recibe la propuesta de Bill (David Edward-Robertson), el padre de su amigo de la infancia asesinado, para que le ayude a investigar los aparentemente interminables páramos de Yorkshire.
Cine de terror paciente, para degustar poco a poco
La esperanza de recuperar el cuerpo de su hijo han sido reavivadas después de veintiséis años por el psíquico local Alex (Mark Peachy) y su hija médium Eleanor (Elizabeth Dormer-Philips); quien advierte de algo antiguo y peligroso que se agita en los terrenos, algo que tiene oscuras intenciones sobre las almas de cualquiera que se aleje demasiado en su interminable y olvidado reino, donde abundan las desapariciones inexplicables. Un punto de partida clásico que funciona cambiando una casa encantada, con su visita con joven médium como ‘La leyenda de la mansión del infierno’, por toda una zona geográfica.
La diferencia es que aquí, en vez de fantasmas, entramos en el mundo de leyendas folk horror, pero en el punto más sobrenatural y telúrico del término. En algunos momentos, la película es todo lo que queríamos que hubiera sido ‘In the Earth’ de Ben Wheatley, sin embargo, empieza como un thriller de investigación, que va pasando a un nudo en el que el mayor atractivo es ver vagar a un grupo a través de un lugar muy terrorífico de por sí, que no necesita ningún efecto especial extra para ser inquietante. Siguiendo una tradición de terrores clásicos como ‘La plaga de los zombies’ y ‘La niebla’ de John Carpenter.
Películas que se beneficiaban de ese tipo de sitios llenos de bruma, lugares que no tienen principio ni final, zonas extrañas donde los sueños y la realidad también acaban fundidos en momentos en los que los protagonistas no son conscientes de ello. Quizá demasiado larga en su ir y venir, consigue que sus idas y vueltas lleven a un tipo de situaciones no del todo esperables. Hay cortes bruscos en la narración que vuelven al lugar de partida, donde no todo es lo que parece y los personajes no logran lo que se proponen.
Tres películas en una
Es en el último tercio, donde entra el elemento de terror sobrenatural al máximo y recuerda a otras películas recientes como ‘Shepherd’, incluso también a algunas del formato Found footage, aunque la película solo utilice el recurso en momentos concretos “en directo”, donde la protagonista va grabando lo que va encontrando, tan solo cambiándose dentro de la película el punto de vista, a veces para hacer un juego psicológico con lo que cree está viendo y lo que ven los demás, jugando con esas dos situaciones e intercalando también con vídeos antiguos, mapas, elementos de investigación policial.
Hay detalles que juegan un poco también con elementos creepypasta, la nostalgia de los 90s chungos que podíamos encontrar en aquel episodio de ‘Black Mirror’, ‘Loch Henry’, sobre una mujer y un chico que tenía un podcast de crímenes y van a resolver un tema de la infancia. Sin embargo, es la última parte de la película donde ofrece uno los finales más potentes del cine de terror en mucho tiempo, incorporando ese elemento sobrenatural telúrico e inexplicable que tan bien han cultivado los británicos, aunque en escenas como la de la tienda lleguemos a un tipo de miedo más intenso.
El espíritu del Nigel Kneale de ‘Quatermass’ (1979), ‘Children of the Stones’ o ejemplos más recientes como ‘Starve Acre’ y ‘Enys Men’ se dan la mano aquí con un tipo de horror más despiadado, más común encontrarlo en obras de los 2000 como ‘The Canal’ o ‘The Borderlands’, uno que se echa de menos en una temporada plagada de buenas películas, pero que empiezan a estar tan estilizadas que se pierde la cercanía de estas obras indies como ‘The Moor’, que con sus subidas y bajadas están planteadas de forma atemporal.
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