El blog de cine más delicado que leo en castellano se llama, como aquella película triste y fabulosa de Nicholas Ray, En un lugar solitario, pero contiene no poca compañía inteligente. La Gata Vagabunda firmante no es, hasta donde yo sé, profesional, y en su bitácora están las observaciones más precisas que pueden leerse, gratuitamente o no. Usa a menudo una anécdota tranquila, como también lo hacen los grandes críticos forjados en el Reader, y se basta de pocas líneas para lanzar ideas inteligentísimas, provocadoras de pensamiento.
De esta película, escribió.: “Pues que quede claro: el valor de esta película no radica en ser iraní, ni exótica, ni nada por el estilo. Esta película, adaptada por supuesto a la realidad del país que fuese, podría haber sido filmada en cualquier lugar del mundo. Ni Kiarostami es el único referente del cine iraní, ni todas las películas iraníes son A través de los olivos (¡que ya tiene más de veinticinco años!).”
Mi compañera Beatriz acertó al llamar la película thriller moral. Si bien debo añadir que, básicamente, los thrillers han olvidado lo intrínsecamente thrilling que hay en todo dilema moral, la película lo es y con un ritmo bastante más eficaz que el de las últimas propuestas de Hollywood, mucho peor escritas y cuyo olvidado poder de convicción recupera esta cinta.
El argumento de la película es doble. Por un lado, se ocupa de dos procesos judiciales.: el divorcio de Nader y Simin, y la acusación de Nader de mala conducta al ocurrir un incidente con su padre, al cuidado de una mujer pobre proveniente de un suburbio.
Por el otro, del dibujo de clases en un país, como Irán, donde la democracia y el cambio son todavía palabras tabú.
Imaginad el bien común por el que propugna esta película de Ashgar Farhadi.: seguramente no podemos, condicionados por la cobertura mediática de Irán y privados de una realidad que asciende poderosamente hacia el progreso social a través de las clases medias. Pero también la película da voz y relieve moral a Razieh, un personaje de clase baja, religioso, y pone a sus protagonistas en encrucijadas altamente interesantes.
Leila Hatami es una actriz cuyo trabajo espléndido hubiera merecido más reconocimiento. No es solamente la belleza más deslumbrante que he visto desde Ingrid Bergman, si no también el mismo tipo de actriz.: convincente, rotunda, sin bordear el estilo interpretativo-mimético-cuasi-histérico que abunda hoy en día. Su Simin es un personaje de un mundo ampliamente desconocido, una mujer de clase media alta y urbana de un Tehran absolutamente alejado de las imágenes reiteradas de un Ahmadineyad rodeado de fieles fanáticos.
Su personaje y su trabajo conducen una película con trabajos estimables de Peyman Mooadi, Shabab Hosseini y Sareh Bayat. No quisiera olvidar la magnífica fotografía de Mahmoud Kafari, sin ninguna incoherencia visual y adecuada al nervio de su cineasta, y meritorio montaje de Hayedeh Sayfari. Farhadi escribe, dirige y produce con resultados admirables: pocos guiones encuentran una precisión tan adecuada, sin que su ritmo sacrifique en grado alguno su profundidad. Las emociones de esta película son las mismas, vibrantes necesidades de un país en cambio; los dilemas de sus personajes, en cambio, la imaginación de su dolor y de sus problemas no son nada lejanos.
Una película, en suma, irreprochable y raramente perfecta.
Otra crítica en Blogdecine: 'Nader y Simin, una separación', intenso thriller cotidiano