En una de las escenas de la nueva 'Muñeco diabólico', el protagonista y una pareja de amigos, todos adolescentes, ríen a carcajada limpia mientras ven 'La matanza de Texas 2'; quedándose perplejos con su excesivo tono, sus demenciales dosis de violencia y su grotesco —y tronchante, todo sea dicho— sentido de la comedia. Una pequeña instantánea que, más allá del a simple referencia cinéfila, se muestra como toda una declaración de intenciones.
Y es que este reboot, o remake —o actualización, llámenlo ustedes como quieran— del clásico de culto homónimo, gestado por Don Mancini y Tom Holland en 1988, abraza sin miramientos y con una deliciosa autoconsciencia los cánones del horror más festivo que se estilaban hace tres décadas; dando a Chucky y al universo que le rodea un lavado de imagen en clave tecnológica, acorde a los tiempos que corren, que contrasta con el espíritu añejo de la producción.
El resultado de esta peculiar combinación es una divertidísima e inteligente actualización de la saga que tiende plenamente la mano a los nuevos aficionados al género —nativos tecnológicos para los que las inteligencias artificiales y los asistentes personales son algo cotidiano—, mientras guiña un ojo al espectador veterano; enterrando cualquier conflicto generacional bajo el manto de un terror salvaje y jaranero que muchos echábamos de menos ver en salas comerciales.
Tendiendo puentes a cuchillazo limpio
Tratándose de una nueva versión de un incunable del cine de terror, es completamente lógico que el escepticismo y el miedo al desastre estuviesen presentes en cualquier debate en torno a esta 'Muñeco diabólico'. Es por esto que la sorpresa ha sido aún mayor cuando, sin esperar prácticamente nada de él, el debut de Lars Klevberg ha terminado ofreciendo un fantástico entretenimiento, impoluto en lo que a forma se refiere, que reivindicar como una de las grandes tapadas de este 2019.
Partiendo del afortunado —y espeluznante cuando se ve en movimiento— rediseño de Chucky, que combina los predominantes efectos prácticos de la vieja escuela con una ligera capa de CGI, 'Muñeco diabólico' tiende unos puentes entre dos épocas que se ven reforzados por la solvente puesta en escena de Klevberg; tan efectiva cuando se vuelca en desarrollar la trama de un modo orgánico, como sobre todo, en los inquietantes pasajes dedicados plenamente al suspense.
Pero es en los momentos en los que la cinta decide desmelenarse cuando brilla con luz propia, desplegando un auténtico festival gore bañado por un genial sentido del humor negruzco, más hermanado con las secuelas que con el original de Mancini, que nos deja secuencias para enmarcar como el brutal clímax, y que queda redondeado con la magnífica banda sonora a cargo de Bear McCreary, compuesta, en parte, utilizando instrumentos de juguete.
Si algo hay que exigirle a cualquier remake que se precie, eso es una vuelta de tuerca al planteamiento del referente que ofrezca un ángulo novedoso y coherente. En este caso, hay que aplaudir la apuesta del guionista Tyler Burton Smith por construir un relato que, pese a no explotar plenamente las posibilidades su propuesta, articula un ácido discurso tecnológico que no cae en paternalismos ni moralinas baratas, dando forma al mejor episodio de Black Mirror que podamos concebir.
A pesar de que la evolución de sus personajes y su previsible libreto parezcan estar escritos con piloto automático; un reparto especialmente inspirado —encabezado por un Mark Hamill que vuelve a sacar oro de su voz, insuflando vida a Chucky— termina de poner la guinda en esta 'Muñeco diabólico' que, sin que prácticamente nadie lo esperase, entra directamente a formar parte de ese selecto grupo de remakes que enmarcar junto a sus originales.
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