Hace ya 25 años que William Lustig no firma una película. La última, de momento, continúa siendo esta ligera aproximación al slasher político-militar en los clásicos pueblos donde pasan esas cosas. 'Muerto el 4 de julio' en realidad es una carta de despedida más que acertada para el cineasta del Bronx.
Síndrome de miembro fantasma
Dedicada a Lucio Fulci, 'Muerto el 4 de julio' fue una especie de reválida de la pareja artística formada por William Lustig y Larry Cohen después del desprecio recibido en la última entrega de la saga 'Maniac Cop' y de salir por patas en 'El experto', un directo a vídeo a mayor gloria de Jeff Speakman. Es imposible decir algo malo que decir de esta Uncle Sam, la última película dirigida por William Lustig hace ya 25 añazos. De nuevo con Cohen a las letras y con un puñado de buenos amigos, Lustig se despedía con un cínico slasher con un par de temas por ahí que, como siempre con Lustig, siguen vigentes.
Alegoría de los Estados Unidos que se remonta a principios del siglo XIX, el tío Sam está representado como un anciano con barba de chivo, bastante delgado, con ropa con los colores de la bandera, un símbolo que representa la figura política del país, más que los valores. Siempre muy presente en la cultura popular de este país, algo que los créditos iniciales de la película recuerdan bien.
Lustig coge al símbolo a través de Sam Harper, un soldado muerto en combate en Kuwait. Su cadáver es devuelto al hogar, algo que ejerce una enfermiza fascinación en su sobrino, el único admirador de un hombre lleno de oscuridad y secretos. Descontento con el gélido recibimiento de su entorno familiar, Sam vuelve a la vida para matar a todo el que se cruce en su camino. Para eso, se disfraza de Tío Sam, vestimenta ideal para mezclarse con la multitud del 4 de julio, el Día de la Independencia.
El guión de Larry Cohen, el otro gran nombre de la serie B estadounidense, juega con la ambigüedad de sus personajes, y logra hacer que resulten interesantes. La figura del tío Sam, héroe de guerra, esposo, hermano y modelo a seguir, no resulta tan gloriosa. Pero, curiosamente, la lista de víctimas está formada por personas que merecen ese destino.
Cierto es que el guión de Cohen no se encuentra entre los más elaborados de su dilatada carrera, pero poco importa que el punto de partida sea expuesto verbalmente por personajes que entran y salen y que todo se muestre forzado y cochambroso. 'Muerto el 4 de julio' tiene el encanto de las viejas historias de regresos oscuros, un género que casi nos deja una obra maestra de John Carpenter y de la que han estado saliendo títulos tan interesantes como 'Crimen en la noche (Dead of Night)', 'Soldado universal' o 'The Guest'.
Serie b, de las baratas, llena de ideas de bombero y actores regulares, pero con todo el encanto de la fábula suburbial de horror (y risas) del más urbanita de todos los cineastas del fantástico barriobajero. Las amistades que aumentan el carisma de la cinta incluyen al irrepetible Robert Forster, siempre dispuesto a morir por su colega, y con un personaje tan molón (físicamente más que a nivel argumental) como Sam, este 'Muerto el cuatro de julio' es una tontería, sí, pero una ideal para un aburrido fin de semana de verano.
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