En 2019, Rian Johnson puso patas arriba el prolífico subgénero del whodunnit con su brillante en todos los aspectos 'Puñales por la espalda'. Abrazando los cánones de la obra de autores como Blake, Brand, Crispin y, por supuesto, la eterna Agatha Cristie para, después, retorcerlos, el de Maryland dio forma a una suerte de remasterización en la que convivieron clasicismo y vanguardia técnica, narrativa y discursiva.
Esta revolución, hermanada en cierto modo con la divertidísima 'Un cadáver a los postres' de Robert Moore, llegó dos años después de que Kenneth Branagh sorprendiese a propios y extraños con su lúcida adaptación de 'Asesinato en el Orient Express'; en la que recuperó el espíritu añejo de la versión de Lumet, redibujándolo bajo las filias propias del blockbuster de estudio contemporáneo.
Ahora, tras haber permanecido en la nevera desde diciembre de 2019, al fin podemos disfrutar de la nueva aventura del Hercule Poirot de Branagh en 'Muerte en el Nilo'; una secuela continuista en forma y fondo que extrae oro del ya de por sí imbatible material original, brindando un par de horas rebosantes de encanto y buen hacer cinematográfico, pero con menos misterio del que cabría esperar.
Delicioso anacronismo
'Muerte en el Nilo' se presenta como una evolución lógica de lo que su máximo responsable nos ofreció a bordo del Orient Express en 2017. De este modo, nos encontramos ante una repetición, en líneas generales, de la fórmula que tan bien funcionó entonces, pero hipervitaminada con un extra de músculo técnico, con un diseño de producción cautivador, con una fotografía en 65mm para enmarcar –cortesía de Haris Zambarloukos—, y con un Branagh impecable en la puesta en escena.
Todos estos elementos dan como resultado un ejercicio que bebe de lo analógico y lo digital —tanto literalmente, como en espíritu—, y que vuelve a enamorar gracias a su espléndido reparto. Aunque quede un pequeño peldaño por debajo del filme anterior en este aspecto, el elenco coral evoca la esencia del hollywood clásico; cargando Gal Gadot, Emma Mackey, Armie Hammer o Annette Bening —entre otros— sobre sus hombros el peso de una función en la que la auténtica estrella es el Poirot de Kenneth Branagh.
Es en el detective donde radican el alma y la razón de ser de un largometraje en el que el crimen al que alude el título es casi secundario. 'Muerte en el Nilo' nos permite conocer más a fondo a un Poirot más rico en matices y más complejo; comenzando por un fantástico prólogo monocromo que pone la primera piedra de una estructura dramática de lo más peculiar, pero que no logra maquillar la previsibilidad que envuelve el relato.
Este es, precisamente, el principal problema de una película que acierta al abarcar prácticamente la mitad de su metraje para presentar con detenimiento a su nutrido surto de personajes; convirtiendo así el mid point de la narración en lo que bien podría haber sido el detonante si se hubiese optado por la concisión. No obstante, cuando la sangre fluye por primera vez, se pisa el acelerador para desarrollar una investigación que, pese a atrapar con facilidad, no está sobrada de sorpresas.
Da la sensación de que, más que ante un whodunnit, con 'Muerte en el Nilo' nos encontramos ante un howdunit. El espectador más avispado no tardará en atar cabos y averiguar quién está detrás del asesinato sobre el que gira la trama una vez superado el ecuador pero, aún así, Branagh se las apaña para salpimentarlo todo con pistas falsas, triquiñuelas argumentales y giros inesperados que sirven de inteligente pegamento para mantenerte clavado en la butaca.
'Muerte en el Nilo' es un "ABC" del subgénero del murder mistery. Amor, dinero, teatralidad y una factura deslumbrante se dan la mano en una deliciosa propuesta anacrónica, menos moderna que 'Asesinato en el Orient Express', pero igual de efectiva en su afán por mantener vivo el subgénero mientras lucha contra una industria en la que, cada vez, hay menos cabida para este tipo de producciones.
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