En 1977 un genio visionario de nombre George Lucas realizó una película titulada 'La guerra de las galaxias'. Pocos, entre ellos su amigo Steven Spielberg, se imaginaban de verdad las consecuencias que este film tendría en décadas venideras. Aún a día de hoy, esa rotunda obra maestra sigue influenciando formas y maneras de ver, entender y hacer cine. En 1979, año de producción de otra obra igual de impulsora, y que estaba desarrollada en el espacio, aunque el género es totalmente distinto, 'Alien', se hizo una nueva entrega de las aventura del agente secreto más famoso del celuloide, el mítico y muy de moda, James Bond.
Por aquel entonces, el encargado de dar vida a 007 era el mediocre, aunque con una voz impresionante, Roger Moore, probablemente el peor Bond de todos. Entre muchos de sus defectos se encuentra la total inexpresividad del actor, a quien siempre he preferido en el rol del Santo televisivo. Además de eso, la saga parecía narrar en aquellos años las aventuras de un superhombre, más que las de un agente secreto expuesto a mil y un peligros. En 'Moonraker' este aspecto es elevado a la enésima potencia, y además la serie se deja influenciar sin ningún tipo de rubor por el famoso film de Lucas.
El Moonraker, además del título de la película, es el nombre de una nave espacial norteamericana que los británicos han perdido (en realidad alguien la ha robado en pleno vuelo). Para evitar incidentes internacionales, el gobierno inglés enviará a su mejor agente para investigar la misteriosa desaparición. Por todas partes del mundo, desde Venecia hasta Río de Janeiro, y acabando en el espacio, Bond tratará de poner orden, mientras se enfrenta a otro villano con ansias de conquistar el mundo: el temible Hugo Drax.
Esta vez el trabajo de dirección recaería en el impersonal Lewis Gilbert, que ya había dirigido otros films de la saga: los mucho mejores 'Sólo se vive dos veces' y 'La espía que me amó'. Gilbert no destacó por tener una filmografía interesante aunque cosechó exitazos como 'Alfie' y la reivindicable, y divertida, 'Educando a Rita', ambas con Michael Caine. Gilbert se las ve y se las desea para hacer creíble, o mínimamente coherente, el delirante argumento de Christopher Wood, que tomando como base la novela de Ian Fleming, pone a Bond al servicio de unas cuantas situaciones de lo más inverosímil, además de anodinas. Y es que aburrimiento podría ser la palabra adecuada para definir sin más explicaciones a una película como 'Moonraker', la cual sigue el esquema clásico de los demás films de la serie, esto es, comienzo con la resolución de una misión, planteamiento de un nuevo caso, viaje por el mundo y traca final. El problema es que en esta película todo está servido sin la más mínima gracia, a pesar del alto contenido cómico de la cinta, y con el único pretexto de lucir en pantalla el presupuesto gastado.
Al respecto cabría decir que, además de llevar al equipo de rodaje a lugares como Venecia, donde tiene lugar una estúpida persecución por los canales de la ciudad, o Brasil, donde se homenajea a films como 'Los siete magníficos' (por el uso de la banda sonora) y los films de Sergio Leone con Clint Eastwood (por la pinta de Moore, con poncho y todo), toda la parte final del relato sucede en el espacio exterior. Una gran estación, varios Moonrakers, y rayos láser por doquier, son los escenarios y vistosidades que acontecen en un clímax muy evidente y falto de la pasión necesaria. Para colmo los actores no ayudan ni lo más mínimo a levantar la calidad del producto. A la sosería de Moore hay que añadir el poco atractivo de Lois Chiles como una de las chicas Bond, y el casi nulo carisma de Michael Lonsdale como el villano de turno, quien por cierto sustituyó a los inicialmente previstos, y mucho más interesantes, James Mason y Stewart Granger. Repite rol Richard Kiel, quien había alcanzado un gran éxito en el anterior título de la serie. Aquí decide cambiarse al lado de los buenos, todo por conocer esa droga idiotizante llamada Amor.
'Moonraker' es larga hasta el hastío. Una mala película que dejaba en evidencia a Moore, quien interpretaría tres veces más a 007: en la espantosa 'Sólo para sus ojos', la entretenida 'Octopussy', y el horror 'Panorama para matar'. En ésta podemos salvar el tema musical, interpretado por la inolvidable Shirley Bassey, y el sentido homenaje a 'Encuentros en la tercera fase' (las famosas cinco notas de John Williams sirven para abrir la puerta de un laboratorio secreto). El resto es fácilmente olvidable.