El documental musical centrado en un grupo o artista histórico o de suma importancia tiende, habitualmente, a la muestra de una narrativa previamente marcada y en ocasiones conocida. Muchos tienden a pasar punto por punto por los momentos clave que ya te puede contar una página de Wikipedia, contando con testimonios de protagonistas y/o gente adyacente y, con suerte, buen material de archivo.
Y, sobre todo si tienen al protagonista, tienden a no salirse del guión marcado que él y su equipo quieren para mantener su imagen público. Esto se está volviendo más común con la necesidad de contenido por parte de plataformas, que aceptan sin rechistar documentales de todo tipo, incluyendo muchos de estos producidos por los artistas para controlar su propio relato. Por fortuna, este boom está permitiendo también exposición de proyectos con mayores ambiciones, como el de 'Moonage Daydream'.
Hallo Spaceboy
En muchos aspectos, esta cinta de Brett Morgen se hermana bastante bien con el carácter de arte y ensayo que han mostrado obra recientes, como la de Todd Haynes centrada en 'The Velvet Underground'. Aquí se aproxima a la maximalista figura de David Bowie, una de las figuras musicales más importantes y también de las más camaleónicas, con un enfoque casi tan complejo como la figura que busca retratar.
Teniendo al alcance de su mano una increíble cantidad de material de archivo, restaurado con muchísimo mimo para que quede espectacular, 'Moonage Daydream' opta por la valiente decisión de no recurrir a otra cosa más que al propio Bowie para poder explicarlo. El documental selecciona cuidadosamente extractos de entrevistas, trozos de conciertos, metraje de otros proyectos audiovisuales del artista, para que sea él mismo quien cuente su historia.
Y eso da mucho gusto de ver. No sólo es que las imágenes estén bien restauradas, sino que muestran la grandiosidad visual que solía acompañar a Bowie en sus diferentes etapas, el poderío de sus espectáculos, y juega con ello a través del montaje frenético y deslumbrante. La cinta se apoya también en un trabajado diseño de sonido para crear una experiencia que deslumbre a todos los sentidos.
Hay también un interesante ejercicio porque Bowie quede como alguien constante y transparente dentro de su polimorfia. Al contrario que otros como Bob Dylan, que han hecho más complejo desentrañar su verdad a base de saber rodearse de contradicciones y engaños (algo que tocó estupendamente Martin Scorsese con 'Rolling Thunder Revue'), Bowie queda aquí como alguien siempre honesto sobre sus misterios, sobre qué propulsa sus ambiciones artísticas, la compleja relación con sus padres, etc.
'Moonage Daydream': fastuosa pero limitada
Sin embargo, por ahí es también por donde empiezan a verse las limitaciones del documental. A pesar del gran trabajo de indagación, del arduo trabajo de poner todas las piezas juntas y que quede tan espectacular como queda, no se sale demasiado de guiones establecidos. Hay apenas descubrimiento y poca explicación de contexto, de cómo se empapaba como una esponja de las tendencias musicales, que resulta fundamental para entender su carácter tan curioso como cambiante.
Al final, pasa por todas las paradas que cabría esperar de un documental más convencional. El fulgor del glam, la disrupción, la etapa en Berlín, el salto al pop bailable o su matrimonio copan la mayor parte de su metraje de más de dos horas y pasa más de puntillas por etapas como los noventa con el rock industrial, sus aventuras fílmicas (que aparecen esporádicamente y de manera poco natural) o su aproximación a la muerte en el final de su carrera.
Todo esto deja un experimento muy lujoso aunque en el fondo menos atrevido de lo que aparenta. Una experiencia digna de cines y de los admiradores de Bowie, aunque con ciertas fallas que la vuelven un poco una oportunidad perdida como película y como objeto cultural. Muy cercano, pero al mismo tiempo muy alejado de la esencia de la figura que trata de mostrar.
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