Pixar consiguió hace unos años lo impensable al lograr que se asentara entre el público la idea de que era prácticamente imposible que hicieran una mala película. Esa idea se tradujo en un prestigio creciente en el que únicamente se miraba con malos ojos a ‘Cars’ (id, John Lasseter y Joe Ranft, 2006), un relato quizá menos llamativo —su esqueleto argumental difícilmente podría recordar más al de ‘Doc Hollywood’ (id, Michael Caton-Jones, 1991)— que el de sus predecesoras, pero que no merece tantos palos como suele llevarse por parte de no pocos cinéfilos.
Sin embargo, Pixar luego encadenó grandes títulos como ‘Ratatouille’ (id, Brad Bird, 2007), ‘Wall•E’ (id, Andrew Stanton, 2008), ‘Up’ (id, Pete Docter y Bob Peterson, 2009) o ‘Toy Story 3’ (id, Lee Unkrich, 2010) y cualquier duda existente se disipó por completo. Por desgracia, la innecesaria secuela de ‘Cars’ se convirtió en su primer largometraje en el que prevalecieron las opiniones negativas y, pese al Oscar conseguido, el entusiasmo fue un tanto tibio en el caso de ‘Brave’ (id, Mark Andrews, Brenda Chapman y Steve Purcell, 2012), por lo que ‘Monstruos University’ (id, Dan Scanlon, 2013) se presenta como una gran prueba de fuego para la compañía. Ya os adelanto que es mejor que sus dos inmediatas predecesoras, pero también que está muy lejos del nivel al que Pixar nos tenía acostumbrados hasta hace bien poco.
¿Por qué una precuela?
No creo que ‘Monstruos, S.A.’ sea una película perfecta –tampoco considero que ninguna lo sea-, pero sí que era un grandísimo entretenimiento para toda la familia con un puñado de escenas impresionantes, unos personajes estupendos —¿Acaso hay alguien que no quiera tener una hija como la adorable Boo?— y creaba un universo apasionante. El “problema” era que zanjaba la historia de una forma suficientemente convincente como para que una secuela careciera de razón de ser —aunque eso no ha impedido que muchas acaben materializándose—.
Una precuela explorando el origen de la amistad entre sus dos protagonistas no era una mala idea sobre el papel, ya que la química entre Mike —voz de un impagable Billy Crystal— y Sulley —voz de John Goodman— era una de las claves del éxito tanto artístico como comercial de ‘Monstruos, S.A.’. La cuestión es que ‘Monstruos University’ ha acabado convirtiéndose en otro ejemplo más de comedia universitaria americana en la línea de cintas como ‘La revancha de los novatos’ (‘Revenge of the Nerds’, Jeff Kanew, 1984) o el episodio de ‘Los Simpson’ escrito por Conan O’Brien, algo no necesariamente malo, pero que sí limita demasiado sus posibilidades.
De enemigos mortales a uña y carne
El que hoy es mi mejor amigo llegó a presentarse en mi casa para pedir permiso a mi madre para pegarme cuando ambos éramos unos chavales. Esta aparentemente irrelevante anécdota viene a cuento de que ‘Monstruos University’ es la película que nos cuenta la forma en la que Mike y Sulley pasan de llevarse a matar a convertirse en amigos inseparables, algo perfectamente creíble, pero que lo canibaliza todo, aniquilando así otras tramas prometedoras —muy decepcionante el trato dado al personaje de Randall, cuya villanía de ‘Monstruos, S.A.’ apenas es explorada aquí— y confiándolo todo a ser un cóctel de comedia estudiantil y mensaje buenrollista.
No esperéis sorpresa alguna en el tratamiento de la relación entre Mike y Sulley por parte del guión de Robert L. Baird, Daniel Gerson y Dan Scanlon, ya que se echa mano de multitud de tópicos para explicar tanto su enemistad inicial como la forma en la que ésta va transformándose. Una aportación prácticamente nula tanto al universo de la franquicia —la preocupación parece ser más la de crear multitud de nuevos personajes de los que luego conseguir ingentes beneficios a través de la venta de merchandising— como a la larga tradición de comedias de instituto, pero su redención llega a través de un efectivo cruce entre humor ligero, una animación intachable —aunque sin una escena tan mítica como la de las puertas en ‘Monstruos, S.A.’— y ciertos detalles emotivos que funcionan moderadamente bien que se oponen a otros bastante fallidos.
Perdedores con encanto
La manipulación emocional en ‘Monstruos University’ es evidente, pero en Pixar son tan especialistas en jugar con el corazón del espectador que incluso dejan detalles interesantes cuando están lejos de dar en la diana. El encanto underdog de la fraternidad liderada por Mike es indiscutible, en especial si, como es mi caso, no fuiste alguien especialmente popular en tus años de estudiante. En todo momento sabemos lo que va a pasarles —algo muy cinematográfico y totalmente alejado de la triste realidad—, pero eso no impide que transmitan una necesaria emoción al relato.
Poco tiene que ver aquí el frenesí visual que Scanlon intenta imprimir a la película —la persecución al cerdo—, ya que es en el intimismo de algunas escenas o apuntes secundarios dentro de la trama principal donde consigue brillar con intermitencia. Lo realmente importante es que los altibajos de interés no se traducen en caídas de ritmo, ya que Scanlon va dosificando los progresos de la historia con las pausas dramáticas para que todo confluya con relativa naturalidad. El —casi— constante tono cómico también ayuda bastante, y eso que no hay riesgo alguno, sino que se echa mano de un humor blanquísimo para llegar a todos los miembros de una familia.
Sí que existe un exceso de personajes que lleva a que muchos ellos se olviden nada más aparecen los títulos de crédito finales, aunque también hay pequeños hallazgos como el acertadísimo trabajo vocal de Nathan Fillion como el líder de la fraternidad de los populares o Aubrey Plaza como una de las comentaristas de la competición a la que se enfrentan nuestros héroes para luchar por su futuro. Menos afortunados con otros casos como los personajes a los que prestan sus voces Helen Mirren o Alfred Molina, donde la sobrecarga de lugares comunes afecta demasiado a sus posibilidades de ser algo más que relleno necesario.
Con todo, ‘Monstruos University’ funciona con acierto como entretenimiento sin grandes aspiraciones, ya que es un agradable pasatiempo con el que pasar un buen rato en compañía de dos personajes que ya amábamos de antemano y que conservan casi todo su encanto. La pega es que no aporta nada especialmente ilusionante, tampoco tiene escenas particularmente memorables y poco cambiaría nuestro mundo el hecho de que jamás hubiese llegado a hacerse.
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