Kenneth Branagh despliega todos los trucos del cine de casas encantadas en una investigación criminal que deja hueco a los sobrenatural
El anuncio de ‘Misterio en Venecia’ llegó como una sorpresa algo inesperada, ya que solo se sabía que la tercera aventura de Hércules Poirot tendría lugar en “la Venecia de posguerra y será una adaptación de una de las novelas menos conocidas” del personaje, según las pocas pistas ofrecidas por Kenneth Brannagh, pero pocos esperaban que la película estuviera tan enfocada a proponer el nuevo misterio del belga como una genuina película de terror.
De hecho, la ubicación no servía de indicación para saber por dónde seguiría la serie, pero si miramos atentamente en ‘Belfast’ (2021), el director ya nos daba una pista de cuál sería su próxima adaptación de Agatha Christie, ya que uno de los regalos a Buddy es la novela 'Hallowe'en Party', que Brannagh debió leer en aquel periodo de su vida. Hay algo mágico en comprobar consecutivamente cómo el niño de aquella no solo ha logrado levantar la única adaptación al cine del texto —con permiso del episodio de la serie ‘Poirot’ de 2010— sino que es la mejor de esta trilogía del personaje.
Heredera de la tradición del murder mistery siniestro
‘Misterio en Venecia’ no solo se diferencia de sus dos predecesoras en su género, ya que, quitando la presencia de Poirot y los detalles aprendidos sobre este, el enfoque es mucho más contenido, sobrio, comparado con el uso de fondos CGI de las previas, con una cualidad casi de cine independiente que va muy acorde al cine de terror. Y es que Brannagh no es ajeno al género desde sus inicios, con ‘Morir todavía’ (1991) que era un misterio con elementos de giallo, y su excesiva, ultragótica y cada vez más reivindicable adaptación de ‘Frankenstein’ (1994), en las que se pueden apreciar ideas de puesta en escena que en ‘Misterio en Venecia’ se desparraman sin mesura.
Y aquí es donde surge una gran duda sobre si es realmente o no una película de terror, algo que puede comprobarse leyendo las decenas de críticas y análisis surgidos con motivo de su estreno. Y es que, a pesar de ser una adaptación de Agatha Christie, explota la límite las posibilidades del texto original para zambullirse sin pedir disculpas en todos los "lugares comunes" del género, es decir, absolutamente todo lo que nos gusta del gótico desatado. Algo que para muchos puede no ser suficiente para ganarse su etiqueta.
Pero es que, desde los planos holandeses con los que abre la película, Kenneth Branagh demuestra que el terror no es un género sino un lenguaje cinematográfico, con lo que el problema se traslada a la percepción de cada uno. ¿Es ‘El Conde’ de Pablo Larraín una película de terror a pesar de tener un vampiro y escenas gore? Es difícil, puesto que no hay ninguna intención de crear una película que evoque sensaciones afines, es más, se vale de su parafernalia para proponer otra cosa, una broma que, por supuesto, no se atrevería a usar recursos familiares con el espectador si no es de forma irónica.
Noche de Halloween, sesión de espiritismo, muertes...
Sin embargo, aunque el contenido sobrenatural o fantástico de ‘Misterio en Venecia’ sea cuestionable o debatible, el arrojo hacia el género es desvergonzado, juguetón, casi atribulado por no estar a la altura, convirtiendo un misterio de asesinatos en una experiencia donde lo importante es pasar junto a los personajes una noche espeluznante, con un espíritu que recuerda a las viejas "Old Dark House" movies, una pequeña delicia de Halloween. Lo primero que hay que tener en cuenta es que más de la mitad de películas de terror de los 30 y 40 eran como esta.
No solo eso, sino que en ‘El legado tenebroso’, ‘La marca del vampiro’ o ‘El caserón de las sombras’ o revisiones como ‘La mansión de la niebla’, nunca se atrevían a dejar su idea de fantástico sin resolver, asociándose a un realismo militante, creando unas reglas propias que nadie quería romper. Y si ese era el cine de terror de la época, la de Brannagh no deja de ser una variación de aquellas que incluso ha decidido ir un paso más allá, por lo que no hay razón para sacarla de esa tradición. De hecho, ha habido nuevas revisiones de este olvidado subgrupo que directamente han tirado por la parodia.
No es que a ‘Un misterio en Venecia’ le falte comedia, pero se toma mucho más en serio su tarea atmosférica que ‘Continuad gritando’, ‘La mansión embrujada’, ‘Un cadáver a los postres’, ‘La comedia de los terrores’, ‘Cluedo’ o ‘Terrorífica luna de miel’ y surge así como una suerte de revival puro que juega aquí la carta del detective racional versus farsa paranormal y decide quedarse en el medio para jugar con la ambigüedad, logrando un carrusel de espantos, puntos de vista siniestros y sustos que, a diferencia de sus predecesoras, jamás renuncia a su opción estética negándola en el último momento.
Cuando un gran autor no se amilana por miedo a dejar de serlo
Puede ser el misterio más clásico y simple de la trilogía de Poirot, pero logra un auténtico ejercicio de estilo de terror clásico gracias a sus ángulos de cámara, uso de la perspectiva o lentes de ojo de pez, amplificando la atmósfera sin poner barreras a la posibilidad sobrenatural. En ocasiones parece recrearse en las formas de ‘The Haunting’ de Robert Wise, en otras las tomas más aberrantes de ‘¡Suspense!’, y en ocasiones uno espera que la gama cromática vire a un blanco y negro lleno de contraste que de no ser por esa elección en ‘Belfast’, el director seguro habría repetido aquí.
Aunque gran parte de la película sucede en interiores, en los minutos que se permite las localizaciones, Brannagh saca todo el jugo a las posibilidades inquietantes de Venecia como la ciudad más misteriosa del planeta. Probablemente ninguna otra desde ‘Amenaza en la sombra’ se haya logrado captar su cualidad esotérica de esta forma, pese a que el director concibe el conjunto como una obra de teatro dirigida por Mike Flanagan. Para completar su adscripción sin condiciones al género, su trama se muestra contigua a la historia de fondo de ‘El orfanato’, mostrando uno de los ecos de la tradición británica de las historias de fantasmas más melancólicas.
Pero si además tenemos algunos jumpscares juguetones, o algunas incorporaciones herederas del j-horror encontramos a un autor que no ignora ni rechaza las últimas tendencias del género, sino que las incorpora y celebra, demostrando que el clasicismo no está reñido con lo vigente. Esto es lo que hace que en ‘Misterio en Venecia’ dé un poco igual saber quién es el asesino sino disfrutar de los escalofríos y entender que, como el ‘Macbeth’ de Orson Welles, lo que es y no es cine de terror lo marca el dominio de la imagen como gramática, los puntos de vista y la ausencia de una traición de la ilusión creada para dar protagonismo a un creador que no cree en ella.
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