Dejando aparte 'Misión: Imposible 2', la franquicia protagonizada por Tom Cruise e inspirada en la clásica serie de televisión de espionaje de los sesenta tiene una excelente fama. Las demás entregas (incluida la aclamada última parte) están consideradas piezas más o menos clave del blockbuster moderno: precisas, impecablemente realizadas, con sus gotas de autoría y además, capaces de transmitir la idea de una identidad común, y que con cada nueva entrega se consigue forzar la máquina de su narrativa en inesperadas y excitantes direcciones.
Sin embargo, y pese a que es quizás la pieza más irregular del implacable engranaje de la franquicia, ''Misión: Imposible 2' es una película arrebatadora, de un romanticismo ingenuo y tremendo y cuyo gran problema, quizás, es que no encaja con el resto de la serie. Como si la idea vectora de los dos primeros episodios hubiera consistido en un concepto de "Películas completamente independientes entre sí y con un marcado sello autoral", y luego esa idea se hubiera desechado en favor de un estilo más homogéneo.
Porque lo que es indiscutible de 'Misión: Imposible 2' es que estamos ante una obra de autor: se le podrán echar en cara muchas cosas, pero desde luego está claro que es una película de John Woo, en parte temáticamente -en ese aspecto estaba más atado de manos, claro-, pero desde luego, sin duda, estéticamente. Desde tics específicos -los disparos a dos manos, las palomas- hasta la apabullante planificación o el enfrentamiento final, que parece directamente salido de una película oriental de acción de los ochenta.
Lo que posiblemente distancia de 'Misión: Imposible 2' a buena parte del público potencial es su abierta concepción de la trama de espionaje y sus tópicos (el robo, el romance, la némesis, los engaños, las traiciones) como un melodrama, y por tanto, como una ficción en la que todo está fuera de sí. Eso implica personajes esquemáticos, pasiones inflamadas hasta la caricatura, guiños filogays que no vienen a cuento, renuncia a cualquier tipo de realismo... y también acción operística, colorista, hipercoreografiada y enloquecida.
Sin embargo, no es como si no supiéramos a lo que veníamos: John Woo llevaba desde mediados de los ochenta rubricando películas muy similares en Hong Kong. La sofisticación argumental de 'The Killer' o 'Una bala en la cabeza' no se repite aquí, pero los romances propios de culebrón y las frases salidas de una fotonovela casposa eran previsibles: Woo siempre ha sido, con más o menos medios a su disposición, un devoto del romanticismo de andar por casa.
Lo que sí podemos, sin duda, es establecer una clara progresión en la trilogía de películas imprescindibles de Woo en Estados Unidos 'Blanco humano' (20 millones de dólares de presupuesto), 'Cara a cara' (80) y esta (125): cuanto más dinero a su disposición, más descontroladas e irregulares son sus películas. De la concisión y contundencia absoluta de 'Blanco humano', una de sus obras capitales, pasamos a la memorable epopeya protagonizada por Cage y Travolta, ya con notorios altibajos de ritmo. Y de ahí a 'M:I 2', una producción plagada de momentos increíbles, pero a la que traiciona su exceso de ambición y medios.
No es difícil. Es imposible
Está claro que tiene mucho de Woo pero... ¿qué tiene 'Misión: Imposible 2' de 'Misión: Imposible'? Con las constantes de la franquicia no tan afianzadas como ahora, la película reorienta algo el enfoque de la primera, y plantea una misión para Ethan Hunt (Tom Cruise) que se tropieza con ciertas dificultades (el amor, cómo no), pero en un contexto que no deja de ser una misión, con su principio y final. En ese sentido, es distinta al resto de la serie, donde el equipo de IMF se ve continuamente abandonado, traicionado, perseguido por los suyos y obligado a operar en la sombra o la clandestinidad.
Aquí no: de hecho por momentos la película parece más una entrega de la franquicia Bond que de 'Misión: Imposible'. Hunt está de vacaciones pero se le encarga la misión de recuperar un peligroso virus con la ayuda de una ladrona profesional (Thandie Newton), para impedir que un antiguo agente de la MIF que habitualmente suplantaba a Hunt en diversas misiones (Dougray Scott) comercie con el virus. Es decir, una misión más, que Hunt afronta con su habitual savoir faire, pero más en solitario que de costumbre: quizás es la película de la serie donde el concepto de "equipo" es más meramente cosmético. Hunt es un superespía y da la impresión de que puede solventar la situación en solitario.
Precisamente por tener un director de fuerte personalidad detrás (quizás la que más en toda la saga, junto al soberbio De Palma de la primera entrega) y por no tener tan establecidas unas marcas argumentales y estéticas que seguir, 'MI:2' es la película más libre de la franquicia. Por ejemplo, coge uno de los iconos de la serie, las máscaras, y las convierte en un delirio sin ninguna credibilidad (¿de dónde salen? ¿Hunt lleva en el bolsillo caretas de todos los secundarios de la película?), pero que encajan perfectamente con ideas sobre la dualidad héroe-villano que Woo había desarrollado en 'Cara a cara' (¡con rostros de quita y pon, como caretas de 'Misión: Imposible'!)... y también en su cine en Hong Kong, con sus argumentos de policías-criminales, asesinos con honor e invidentes que confunden héroes y villanos. Woo lleva esa propuesta hasta el extremo haciendo que en el climax, Hunt y su némesis vistan igual, haciéndolos indistinguibles en la persecución final.
Todos estos rasgos de autor no tendrían importancia si no estuviéramos ante una auténtica maravilla visual, rodada y montada con un estilo y una claridad expositiva que deberían ser la norma y no la excepción: esos leves zooms para reencuadrar la acción, esa atención al detalle en las mecánicas de los vehículos (en la persecución de las motos hay planos de ruedas derrapando, manos pulsando frenos, pequeños detalles sobre la conducción que entroncan espiritualmente con el mucho más físico y violento cine de carretera de los setenta). Woo no confunde frenesí con confusión y por eso no hay mejores coreografías en la saga que las suyas de persecuciones automovilísticas.
Lo mismo pasa con los tiroteos: la secuencia del atraco está claramente inspirada en el mítico robo de la primera entrega, a veces muy descaradamente, pero es un ejemplo de libro de cómo narrar a través de la acción. Empieza con Hunt intentando robar el virus, pero después de la incursión de los villanos, tiroteos, conversaciones a gritos, decisiones dramáticas y juramentos de amor eterno, los personajes evolucionan, el argumento progresa y la situación de salida es radicalmente distinta a la de entrada. Es decir, todo lo que debería ser una secuencia de ejemplar de este tipo.
Y sí, no vamos a dejar de hablar del elefante en la habitación: la famosa referencia a la cultura española, con Antony Hopkins diciendo que los españoles queman a sus santos, en espectacular cacao conceptual que mezcla Andalucía y fallas valencianas. Dejémoslo en que es lo más parecido a que alguien señale a la luna y nos quedemos mirando el dedo: sería tan ridículo como que los herederos de John Huston tomaran cartas contra nosotros por haber rodado 'Condemor'.
No solo eso, sino que Woo aprovecha los elegantes movimientos del flamenco para rubricar una persecución automovilística con dos coches enzarzándose en un baile que convierte una carretera en un tablao y que es todo arrebatamiento, poesía sobre ruedas y, de nuevo, una lección magistral sobre cómo contar cosas sobre los personajes a base de derrapes, volantazos y acantilados. Así que por lo que a nosotros respecta, esta apropiación cultural queda más que disculpada.
Lo curioso de todo ello es constatar que, si nos ponemos estrictos, toda esta pasión culebronera le pasa factura a Woo con un ritmo irregular y una credibilidad bajo mínimos (hay gente que piensa que el resto de la franquicia es cine de espías realista, pero eso ya lo dejamos para otro capítulo). Pero por encima de todo ello hay unas escenas de acción rotundas y extraordinariamente rodadas, con un gusto y una versatilidad que se echa de menos en producciones más bombásticas y taquilleras como las 'Fast & Furious'. Una rareza, en cualquier caso, a la que vale la pena volver ahora que la franquicia se ha convertido en una marca fiable pero sin estridencias.
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