‘El ministerio del tiempo’ siempre ha sido un cóctel de varios géneros, primando en cada episodio uno de ellos en función de las necesidades de la historia. Es verdad que el humor siempre aparece en mayor o menor medida -y también que seguramente sea mi parte favorita de la misma-, pero la serie creada por los hermanos Olivares no ha tenido nunca problemas en saber cómo emocionar al espectador. El equilibrio no siempre era perfecto, pero cuando lo conseguía, le permitía alcanzar otro nivel que pocas ficciones españolas logran.
En el caso de ‘El laberinto del tiempo’, segundo capítulo de su cuarta temporada emitido el 12 de mayo, se consigue poco menos que magia. Hay tantos frentes que abordar que la idea de poder mezclarlos todos en su justa medida se antojaba casi imposible, pero al final ha dado pie al mejor episodio de la serie hasta ahora, consiguiendo que nos olvidemos por completo del tema de Eulogio y disfrutemos con todos los palos que toca.
Un cóctel de primera
En ‘El laberinto del tiempo’ se viaja a dos épocas diferentes cuando perfectamente ambas podrían haber servido como base para un gran episodio, pero al tener que ir alternando con fluidez lo primero que se consigue es eliminar por completo cualquier tipo de tiempo muerto. Lo más parecido a ello es arrancar con el mítico opening del ‘Un, Dos, Tres’, un recurso estupendo para marcar el corte respecto al capítulo anterior para volver a plantear lo que podría parecer una mera misión episódica.
Sin embargo, la verdadera función de ‘El laberinto del tiempo’ dentro de la serie es servir como presentación para Manuela Vellés, quien a partir de aquí pasará a convertirse en una nueva integrante de la patrulla. Ya habrá tiempo de verla en acción -a buen seguro que su inexperiencia meterá en algún lío a sus compañeros-, pero ella ya ha podido demostrar su versatilidad tanto para la comedia -imposible no partirse de risa con los momento ‘Un, Dos, Tres’ en la corte de Felipe IV- como para el drama -la trama de maltrato quizá podía haberse exprimido más, pero ninguna pega hay que ponerle a su forma de abordarlo-.
Perfectamente todo el capítulo podría haber girado alrededor de esta parte de ‘El laberinto del tiempo’ y creo que nadie se hubiese quejado, sobre todo si eso suponía algo más de presencia para el siempre genial Velázquez de Julián Villagrán, pero también resulta impensable una vez visto todo lo que acontece durante la Movida madrileña.
En ningún caso me sorprenden el trabajo técnico y de documentación del que siempre hace gala la serie, pero con los retratos de Pedro Almodóvar y Fabio McNamara se podría haber caído con demasiada facilidad en el terreno de la parodia o el exceso por el exceso, pero a la hora de la verdad resulta un acercamiento ejemplar que consigue el efecto de pensar que realmente estás viéndolos a ellos en lugar de una representación más o menos lograda. Brilla sobre todo Carlos Santos como Almodóvar.
Todo en su lugar
Eso además permite al episodio incluir una segunda misión para salvar la realización de ‘Laberinto de pasiones’. Es cierto que quizá falta la sensación de urgencia o peligro por tener que unir dos misiones desconectadas entre sí, pero es ahí donde entra en escena un elemento emotivo que cristaliza en un sensacional final con una sentida interpretación de la canción ‘Life on Mars’.
Antes se había dado más cancha a lo cómico, con Lola empeñada en conseguir un papel como mujer superficial o Ernesto explicando sus reticencias al estilo de Almodóvar por aquella época, en consonancia con el lado más extrovertido y luminoso del Madrid de la época, pero también tuvo sus momentos más oscuros y eso se equilibra de maravilla dando a cada cosa la importancia que necesita.
Más allá de eso hay apuntes simpáticos como Alonso pidiendo una guardería en el ministerio para facilitar la conciliación familiar o ese comentario a Pacino diciéndole que debería ser actor. Nuevos ejemplos de la serie mostrando su lado más juguetón, pero también su preocupación por abordar ciertas temáticas que uno probablemente no esperaría en una serie de aventuras -aunque definir a ‘El ministerio del tiempo’ como una serie de aventuras se queda demasiado corto- y que dejan claro que sí, aquí va a haber entretenimiento de primera, pero también bastante más que eso.
En resumidas cuentas
Puede sonar exagerado decir que ‘El laberinto del tiempo’ sea el mejor episodio de la serie hasta ahora, pero a ambición narrativa creo que ninguno le supera y borda todo lo que propone, dejándote con ganas de mucho más. De hecho, al acabar se me había pasado volando y lo primero que pasó por mi cabeza fue “¿Y ya está?”. Muchos más así, por favor, y eso que a su manera no deja de ser un capítulo de transición.
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