Parece que, aunque en un momento se habló de ella como ‘Medianoche en París’, al final la nueva película de Woody Allen, que se ha estrenado esta semana, queda sin traducción: ‘Midnight in Paris’. Para una vez que el título era fácil de traducir sin dar lugar a problemas y sin perder significados… pero ellos sabrán.
A pesar de que el director de fotografía es Darius Khondji, la película no destaca por la iluminación, al menos no tanto como otras del iraní. Además, siendo París una ciudad tan bella, lo que temía con la colección de postales del inicio era conformarme con una película turística sin ningún aporte de originalidad. Afortunadamente, ‘Midnight in Paris’ no se queda en eso y desarrolla una opción que se va apuntando en los primeros diálogos y que, sin saber que iría en esa dirección, estaba deseando que se produjese —a continuación la menciono, por lo que puede estropearse ligeramente la sorpresa para quienes no hayan visto aún el film—.
Retomando el ingrediente mágico de la obra maestra ‘La rosa púrpura de El Cairo’, que Woody Allen ya utilizó en el cuento ‘El experimento del Dr. Kugelmass’; ‘Midnight in Paris’ lleva al personaje de Owen Wilson, un guionista de Hollywood que intenta debutar como escritor, al París de los años ’20, donde se producirá un desfile de personajes que son famosos ahora, pero que entonces no eran conscientes de su futuro. Cada nueva aparición de uno de estos artistas sorprende, constituyendo así el aliciente mayor de la película que, más que en un hilo argumental sólido basa su efectividad en estas reencarnaciones y en el efecto que ellas producen en su protagonista y en los espectadores. Esta fórmula lleva en sí misma su contrapartida, pues si lo interesante es el descubrimiento, una vez se introduce a cada genio, se agota el efecto del recurso. Por ello, Allen los reparte sabiamente a lo largo del metraje para que no dejemos de maravillarnos.
De entre todas las encarnaciones, me quedaría con la de Salvador Dalí en la piel de Adrien Brody y su insistencia con el rinoceronte —no sé cómo quedará doblada, pero en v. o. es gracioso escuchar a diversos intérpretes extranjeros imitar el habla española—. La frase de la misma conversación: «pero es que ustedes son surrealistas, yo soy normal» también puede suponer la mejor línea de diálogo de toda la película. Y es que ‘Midnight in Paris’ es una comedia, aunque no de las más desternillantes de Woody Allen, pues su frecuencia de golpes cómicos es más baja que en otras y en muchas ocasiones se decanta más por la profundidad o el romanticismo. Pero cuando quiere dejarse llevar por el humor, el autor consigue grandes momentos.
La cruda realidad
Fuera de estas sorpresas, del humor intelectual y metalingüístico y de los amenos descubrimientos, lo que ofrece ‘Midnight in Paris’ es una trama muy lineal con los personajes ya consabidos en el cine de Allen y de la que fácilmente se puede prever el desenlace. Con una intención exigente se podrían encontrar determinadas cuestiones que en otros autores consideraríamos defectos o veríamos como aspectos no del todo conseguidos, pero que en Allen ya hemos llegado a integrarlos como parte de su encanto… Hablo de pequeños detalles que no merece la pena señalar. Que la trama amorosa responda tan claramente a la fórmula no resulta frustrante, pues supone nada más que el soporte para que nos traslademos, como hace el protagonista, a esa época dorada y para que añoremos, como él, vivir en París.
El mensaje de la película, aunque pudiese parecer que supone el mayor destripamiento de todos, en realidad es lo que sí se ha divulgado y, además, se plantea ya al inicio del film: las personas que se obsesionan con que cualquier tiempo pasado fue mejor demuestran una insatisfacción con su propia vida y pensarían lo mismo sobre otra época, aunque estuviesen en su anhelado tiempo. Una bella forma de pensar, que se transmite sin ningún tipo de rodeo, y que ayuda a que la sensación final del film sea positiva y estimulante.
Owen Wilson supone una elección perfecta porque el personaje ha de mantener un candor y una capacidad de sorpresa a pesar de no ser ya un chavalín, tiene que ser «muy americano», debe tener ese encanto paleto y al mismo resultar creíble como guionista exitoso y adinerado que aspira a escribir una novela… No voy a decir que Wilson era la única opción, pero no me imagino a muchos que pudiesen superarlo.
Entre los secundarios, no nos cansamos de ver la mofa hacia arquetipos ya muy marcados por Allen, como el pedante —en este caso interpretado por Michael Sheen— o el intolerante futuro suegro (Kurt Fuller) y la clasista madre de la novia (Mimi Kennedy). El resto del reparto lo componen más que nada actrices, Rachel McAdams, Marion Cotillard, Carla Bruni o Léa Seydoux, quienes rodean con gran acierto al protagonista. Cotillard, que en otras ocasiones no me ha despertado total simpatía, aquí resulta encantadora. El cameo del actor cómico afincado en Francia, Gad Elmaleh, resulta genial como guiño a quienes conozcan su filmografía.
Encuentro, en conclusión, que ‘Midnight in Paris’ es una película sencilla, pero muy amena y que deja con buen sabor de boca. La catalogaría entre las buenas de Allen antes que entre las «malas» —que no llegan a ser malas, pero que dejan poco satisfechos a los admiradores, que esperamos que el neoyorquino siempre dé lo mejor de sí mismo—, pero tampoco sería categórica o entusiasta a la hora de ubicarla en este saco. Lo mejor que posee es su capacidad para levantar el estado de ánimo y dejar un poso positivo que debería durar, por lo menos, hasta que a la salida del cine nos encontremos con la primera muestra de realidad.
Otra crítica en Blogdecine | Festival de Cannes 2011: ‘Midnight in Paris’, vida, magia y amor, por Juan Luis Caviaro.
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