Hay un momento en 'Miamor perdido' en el que el personaje de Dani Rovira observa los carteles de "Gato extraviado" que coloca en la calle en compañía de Michelle Jenner para intentar localizar a su mascota, llamada "Miamor" después del enésimo fusilamiento del chiste del gato de Schrödinger. Mirando los ridículos carteles cuyo texto coincide con el desconcertante título de la película, reflexiona: "Parece el chiste del perro Mistetas contado por Pablo Alborán".
Es el único momento realmente ingenioso de una película rebosante de chistes gastados y personajes de cuarta mano. Es también uno de los escasos momentos en los que se percibe la mano de Miguel Esteban, coguionista junto a Clara Martínez-Lázaro, con un chiste que parece más bien parte de un monólogo de comedia. El resto de los momentos en los que la presencia de Esteban se deja notar está en el retrato, desganado y completamente superficial, del circuito de bares de stand-up de Madrid, donde trabaja el protagonista.
Da la impresión de que los dos coguionistas han trabajado en compartimentos estancos o de que el trabajo de una (viendo los resultados de la ya directamente apocalíptica 'Hacerse mayor y otros problemas', debut como directora y guionista de Clara Martínez-Lázaro) ha tenido más peso en el resultado final que el de otro, porque los vaivenes de ritmo, tono y coherencia argumental son muy notables. Tanto, que ni las correctas interpretaciones de Rovira y Jenner son capaces de dotar de una personalidad definida a los protagonistas.
La historia de 'Miamor perdido' es la de una serie de encuentros y desencuentros entre un par de jóvenes que se conocen por casualidad y comienzan una relación rebosante de vaivenes con un gato de por medio. Él es comediante de stand-up, ella autora de teatro experimental. Él se ajusta al clásico canallita incapaz de permanecer en una relación estable, ella a veces parece una variante del tropo de la manic pixie dream girl, pero que tanto demuestra una madurez aplastante como entra en un juego de bromas pesadas con su novio, en uno de esos fragmentos del guión que parecen haber caído a plomo desde no se sabe dónde.
'Miamor perdido': Cómo echar de menos 'Ocho apellidos vascos'
Emilio Martínez Lázaro, por mucho que su trabajo esté enmarcado dentro de la comedia desde los noventa, tiene una visión del género absolutamente funcional y basada en los guiones con los que trabaja. Deja sueltos a sus actores y se deja llevar por la vis cómica de estos y lo bien armados que lleguen los textos al rodaje. Por eso 'Ocho apellidos vascos' y secuela, sin ser comedias redondas, funcionaban mucho mejor que 'Miamor perdido': la efectividad del humor de Borja Cobeaga y Diego San José -en un tema, además, en el que se encuentran muy cómodos-, sumado a una panoplia de secundarios que no necesitan de demasiadas injerencias del director para resultar graciosos, daba como resultado unas sátiras suaves, simpáticas y de éxito seguro.
En este caso estamos ante la tesitura opuesta: Martínez Lázaro no es capaz de dotar de coherencia a un guión renqueante, que va lanzando al espectador drama, secundarios estrafalarios, disgresiones para justificar cameos y un ritmo que tanto pasa de conflictos relatados con mucho detalle a efectuar brutales elipsis buscando el efecto cómico. El resultado de todo ello es que la relación entre los dos protagonistas, por muy alocado que pretenda ser el tono del film (que no lo es), no resulte mínimamente creíble.
Los personajes de Rovira y Jenner se adoran y se odian de forma arbitraria, se comportan como monos esquizofrénicos o como profesionales responsables de una escena a otra, sin justificación alguna. Es una pena porque algunos mimbres de 'Miamor perdido' están bien colocados, pero no bien desarrollados: el choque entre dos formas de ver el humor y el teatro; el comportamiento errático de un gato como dinamizador de las peleas; el ascenso profesional y el complejo de inferioridad mal disimulado de él frente a los continuos fracasos y los irritantes aires de superioridad de ella...
Cualquiera de esos elementos, incluso solo uno de ellos, podía haber dado pie a una comedia, si no redonda, al menos sí memorable. Pero cuando una película parte de una historia y unos personajes que, casi literalmente, se disuelven ante el espectador nada más empezar, pocos milagros se pueden hacer. Y hablamos de milagros nivel intervenciones de urgencia de Antonio Resines, Joaquín Reyes y Pablo Carbonell...
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