Esta misma madrugada, entre cervezas y música, hablábamos de que últimamente se recurre demasiado a la narración no lineal en las películas, o sea, a través de numerosos flashbacks. Ahí tenemos los casos recientes de las estupendas 'El Truco Final (El Prestigio)' y 'Banderas de Nuestros Padres'. Y algunos decían que ya están hartos de tanta filigrana narrativa, de tantas idas y venidas en el tiempo. Eso sí, cada vez se utiliza más en un tipo de película que quiere sobre todas las cosas, sorprender al espectador y dejarle deslumbrado con una sorpresa final al estilo de 'El Sexto Sentido'. Evidentemente, a veces, dicho recurso está inteligentemene utilizado, al servicio de una historia, e incluso, si no estuviera narrado de esa forma, tendría mucha menos fuerza. Otras veces, son ganas de marear al espectador, con alucinantes giros de guión, que no hay por donde cogerlos, y que simplemente buscan el efectismo barato.
'Mentes en Blanco' podría entrar perfectamente en el último grupo de películas mencionadas. Su argumento gira en torno a un grupo de hombres que despiertan, encerrados en un almacén. Algunos están atados y otros tienen alguna herida. Curiosamente, ninguno de ellos recuerda gran cosa, ni siquiera su propia identidad. A partir de ahí, todos empezarán a hacer memoria, y descubrir poco a poco qué es lo que les ha llevado a esta situación. Evidentemente, nada es lo que parece.
La película recuerda, y salvando las distancias, por supuesto, a 'Memento', porque parte de una situación, y poco a poco se van descubriendo los hechos pasados, a cada cual más sorprendente. Sin embargo, hay algo que la diferencia (además de otras cosas, menos importantes) de la maja película de Christopher Nolan. Si en aquél, todo iba hacia atrás y adquiría un sentido único a la par que lógico, en 'Mentes en Blanco' va hacia atrás (en escenas con un toque onírico, muy mal rodadas) y a la vez hacia delante, ya que la situación en la que se encuentran los personajes ha de ser resuelta de alguna forma. Dicho así, no parece que sea un problema. Sin embargo, si uno se mantiene bien atento, se da cuenta de lo que te están contando es una estupidez como una casa, y la forma elegida para hacerlo no es la más adecuada, por enomemente tramposa e incluso facilona.
El guionista podría habernos contado cualquier otra cosa distinta a la que nos cuenta en la película, el resultado hubiera sido el mismo. Todas las situaciones y sorpresas que nos son desveladas están quitadas de la manga, y no tienen absolutamente ninguna coherencia con lo que nos cuentan. Es más, se podrían haber cambiado los roles en la resolución del misterio, por así llamarlo, y nos hubiera dado igual. Y es que la historia sin comienzo de 'Mentes en Blanco' se parece a esos juegos que los de mi generación acostumbrábamos a hacer partiendo de una situación casi ridícula y había que adivinar cómo se había llegado a esa situación. Normalmente se escogía siempre la misma historia, pero cada uno podía inventarse lo que fuera, siempre y cuando todo fuera conducido hacia esa situación incialmente planteada. Plantear un misterio o enigma de esa forma lo hace cualquiera.
El film también abusa de giros finales debido precisamente a que te puedes inventar lo que sea. El espectador se cansa de tantos giros, y lo cierto es que la sorpresa brilla por su ausencia, por no hablar de que estamos ante una película realmente aburrida, a pesar de lo interesante de la propuesta. Porque lo que no hay que negarle a este tipo de films es que sus propuestas o ideas siempre resultan interesantes. El desarrollo ya es otra cosa.
Como puntos positivos recalcaría que la puesta en escena, salvo esos flashbacks antes mencionados, es bastante sugerente y saca partido de los pocos elementos que tiene a su disposición el director, el debutante Simon Brand, para crear la atmósfera debida, algo que ciertamente consigue. También podemos disfrutar de un elenco de actores, que sin hacer grandísimas intepretaciones, ya que los personajes son todos muy poco interesantes, están todos muy correctos, cumpliendo sobradamente su labor. James Caviezel, que aguanta con todo el peso de la función, está más comedido que otras veces. Greg Kinnear demostrando una vez más, lo camaleónico que es, y todavía sin disgrutar del éxito que este actor merece. Barry Pepper otro tanto de lo mismo, y aquí incluso podríamos decir que es el mejor de todo el reparto. Joe Pantoliano no pinta absolutamente nada, y Peter Stormare en un rol demasiado tópico y sobre el que no cabe la más mínima duda acerca de sus intenciones, algo que nos desvelan demasiado pronto. Para contrarrestar tanta masculinidad, tenemos a Bridget Moynahan, que está impresionante, pero como actriz pues no impresiona tanto, si no más bien todo lo contrario. Su personaje probablemente sea el más absurdo de todos, y sobre el que más sorpresas recaen.
Una floja película que se va desinflando según avanza, y que en ciertos momentos puede provocar cierta gracia, debido a la desfachatez de un guión imposible, que parece que escribiera alguien con la mente en blanco, valga el chiste redundante. Habrá que estar atentos al próximo film de Brand, que apunta maneras, esperando que le toque dirigir otro tipo de historia más estimulante.
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