Todo el ruido con los anuncios de estos días puede habernos hecho olvidar que ese potente, en cuanto a estrenos se refiere, mes de mayo nos ha traído de vuelta la que sin dudarlo es la mejor serie policíaca de 2023. Volvemos a patrullar las calles de Belfast, volvemos a mordernos las uñas de la tensión y volvemos a querer a sus personajes.
Este pasado miércoles Movistar Plus+ ha estrenado la temporada 2 de 'Blue Lights', serie originaria de BBC. Una nueva tanda de seis episodios (aquí se ha emitido solo el primero, de momento) que partía con el reto de demostrar que no era una simple "flor de un día", sino que podían ser capaces de cautivarnos para adentrarnos en su retrato de las heridas que todavía hay en la Irlanda del Norte tras el conflicto.
Ya os digo yo que lo logran. Sin separarse prácticamente ni un ápice del manual del buen drama policíaco, el dúo escriba formado por Declan Lawn y Adam Patterson salta al comienzo de esta temporada 2 un año en el futuro para ver cómo están las calles de la ciudad tras la caída de los McIntyres y su imperio criminal. Algo cuyas secuelas se sigue notando tanto en este submundo como entre los agentes del departamento de policía.
En el corazón de la calle
En este contexto de droga en la calle y asaltos a farmacias a por metadona, el escenario a tener en cuenta es un pub regentado por Mags (Seána Kerslake) y su hermano Lee (Seamus O'Hara), un antiguo militar que empieza a estar harto de que las bandas locales le mangoneen y decide tomar el control en mitad de un enfrentamiento entre facciones unionistas.
No son los únicos fichajes de esta temporada 2, ya que veremos a Frank Blake como el agente Shane Bradley, quien se incorpora al elenco formado por Siân Brooke, Katherine Devlin, Nathan Braniff, Martin McCann, Hannah McClean, Jonathan Harden, Joanne Crawford, John Lynch, Michael Shea y Dane Whyte O'Hara.
Más allá de lo puramente policíaco, 'Blue Lights' arroja siempre una mirada muy humana y anclada a la realidad sobre los pormenores y la imposibilidad de portar una placa. La cámara se detiene en la tensión del momento, en el trauma que deriva del mero hecho de tener que sacar la pistola y también en lo que conlleva poder "aguantar el tipo" en situaciones adversas.
También, en el lado humano, tenemos ese toque de culebrón/soap opera donde navegamos por las relaciones entre los distintos agentes. Un elemento notable pero justificado en cierto escapismo, tanto para los personajes como para los espectadores, ante la seriedad de los temas, sociales, personales y políticos, que abundan en una serie totalmente imprescindible.
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