Nueve años después de 'Fury Road' somos testigos de cómo George Miller continúa en plena forma
Ya han pasado 71 años desde que Godzilla puso patas arriba Japón por primera vez —y ya van 38—, 62 primaveras desde que James Bond debutó en la gran pantalla enfrentándose al infame 'Dr. No' en la primera de sus 25 aventuras consideradas canon, y 56 desde que los monetes evolucionados le amargaron el día a Charlton Heston en 'El planeta de los simios'. Como vemos, las franquicias cinematográficas no son cosa del siglo XXI, pero todas ellas, veteranas y actuales, siempre se han enfrentado al mismo reto: evitar caer en la repetición.
Si algo ha caracterizado a la saga Mad Max desde que debutó en 1979 es, precisamente, que cada una de sus entregas es diferente a la anterior. A lo largo de los últimos 45 años, George Miller se ha asegurado de no repetir en ningún momento la fórmula ni las sensaciones que ha transmitido cada una de sus visitas al Páramo sin perder en ningún momento las señas clave de identidad que la han convertido en una licencia de culto.
Esto es fácilmente visible en la trilogía original y, especialmente —gracias, en parte, al lapso temporal y tecnológico desde el estreno de 'Más allá de la cúpula del trueno'—, cuando en 2015 se estrenó una 'Furia en la carretera' que marcó un antes y un después en el cine de acción; desmarcándose radicalmente de su predecesora y convirtiéndose por méritos propios en la que, probablemente, sea una de las mejores producciones de la historia del género —si no la mejor—.
A pesar de que no ha pasado ni una década entre la cuarta 'Mad Max' y su precuela, el salto entre ambas ha sido, una vez más, considerable. 'Furiosa' no es mejor ni peor que 'Furia en la carretera', y sería tremendamente injusto evaluarla en esos términos; simplemente, nos encontramos ante una cinta con una naturaleza y aspiraciones distintas que comparte el código genético con la cinta protagonizada por Tom Hardy y Charlize Theron para moldear una nueva joya que, eso sí, podría decepcionar a todo aquél que espere una repetición de lo que vimos hace nueve años.
Una lección de narrativa, dirección y montaje
Poner frente a frente a las dos últimas 'Mad Max' nos permite comprobar que la principal distinción entre ellas radica en su narrativa. 'Fury Road', por una parte, ofreció un viaje de ida y vuelta con la acción como motor principal, con una historia muy concisa y con pequeñas —aunque más que suficientes— pinceladas sobre el mundo en el que se ambienta y los pasados de sus protagonistas y secundarios.
'Furiosa', por otro lado, hace aún más grande su escala para narrar una épica extendida a lo largo de unos 30 años, y que necesita para hacerlo correctamente una mayor construcción y conocimiento sobre su universo, un uso del diálogo mucho más amplio y, lo que es más importante, un ritmo mucho más reposado en comparación con el frenetismo que experimentamos en 2015.
Esto no significa, bajo ningún concepto, que la película renuncie a la intensidad que nos enamoró por aquél entonces, porque Miller ha demostrado una vez más que hay muy pocos cineastas en activo que sepan contar historias en imágenes con tantísima energía y lucidez. La cinética y la composición de planos, la relación causa-efecto intrínseca a la acción, el dinamismo a la hora de mover la cámara con los push-in y push-out constantes característicos... 'Furiosa' vuelve a ser una clase magistral de dirección que encuentra su mejor aliado, una vez más, en el montaje.
Los editores Eliot Knapman y la oscarizada Magaret Sixel, que repite, dan otra lección sobre cómo gestionar el ritmo, cómo dar dinamismo a las setpieces y cómo el corte es la herramienta más poderosa que posee un cineasta. Los pasajes más reposados y contenidos funcionan a la perfección, pero es cuando la cosa se desmadra cuando el montaje de 'Furiosa' desencaja la mandíbula, regresando al staccato picado en el que todo es legible en medio del caos más absoluto.
Por desgracia, el dúo debe hacer un gran sacrificio que, probablemente, sea lo más criticable del largometraje, y es el inevitable uso de la elipsis con cortes o fundidos a negro. Al extenderse durante tantos años, los saltos temporales son esenciales para abordar la historia de Furiosa, Dementus y compañía, y este recurso, aprovechado para dividir en capítulos el relato, termina afectando al tempo y haciendo que las dos horas y veinte minutos de metraje parezcan más abultadas de lo que realmente son.
El elefante en la habitación es digital
Llegados a este punto, es imposible continuar ignorando al elefante en la habitación: un tratamiento visual que se ha convertido en el aspecto más controvertido de 'Furiosa'. Está claro que el equipo de diseño de producción y el director de fotografía Simon Duggan ha optado por una visión mucho más excesiva en términos de paleta de colores y efectismos estéticos, lo cual no está reñido con brindar momentos realmente hermosos y dignos de verse en un pantallón gigantesco.
El problema para muchos, lo encontramos cuando entra en juego un CGI que está siendo criticado de forma un tanto injusta debido a dos factores: un recuerdo un tanto distorsionado de 'Furia en la carretera', recordada como una película casi analógica y práctica al 100% cuando está cargada de VFX, y el hecho de que no se está asimilando que 'Furiosa' no es una simple réplica de su precursora.
Si bien es cierto que hay algunos planos en los que el look digital es mucho más evidente, salvo en detalles concretos como el modelado y la animación de unos perros o alguna composición menos depurada de lo deseable, el conjunto no chirría en absoluto y juega muy a favor del concepto de la película. Estamos ante una épica disparatada y distorsionada y, como tal, la exageración está a la orden del día; algo que se aplica tanto a los hechos narrados como al modo en que se presentan en pantalla.
El pecado original
Puede que el mayor pecado que comete 'Furiosa' sea no ser 'Furia en la carretera' ni querer parecerse a ella bajo ningún concepto. Como ocurre con el resto de entregas de la saga, casi habría que abordarla como una unidad independiente perteneciente a un mismo universo. Es más ambiciosa en términos narrativos y dramáticos, más desatada en lo visual y más profunda en lo emocional, pero menos visceral e implacable en su concepción de la acción y en su lenguaje.
En una de las escenas de Furiosa, el personaje de Dementus le pregunta a Furiosa si tiene lo necesario para hacerlo épico. Pues bien, George Miller lo ha tenido, y en cantidades industriales, porque ha dado a luz otra joya instantánea a la que colgar desde ya la medalla a la mejor película de acción de 2024.
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