'MaXXXine'. Sangre, videoclubs y luces de neón para reafirmar a Ti West como uno de los grandes referentes del terror de nuestro tiempo

'MaXXXine'. Sangre, videoclubs y luces de neón para reafirmar a Ti West como uno de los grandes referentes del terror de nuestro tiempo

Tras el slasher setentero de 'X' y el melodrama Technicolor de 'Pearl', West y Mia Goth nos llevan a los 80 del pánico satánico

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Tras iniciar su carrera con tres largometrajes de un perfil más bajo, pero no por ello menos recomendables, como 'El cobertizo', 'Trigger Man' y, por encima de ellos, una 'Cabin Fever 2' incluso más desmadrada y disfrutable que la 'Cabin Fever' original dirigida por Eli Roth, Ti West se reivindicó como una de las figuras más más interesantes del panorama del terror independiente estadounidense en el año 2009.

Por aquél entonces, con el movimiento conocido como mumblegore —nacido de la fusión entre el mumblecore y los códigos del cine de género— dando sus primeros pasos impulsados por cineastas como Mark Duplass, Adam Wingard o E.L. Katz, West estrenó 'La casa del diablo'; un pequeño milagro de esencia ochentera rodado en 16mm que incluir en las listas con las mejores cintas de terror de lo que va de siglo.

Ahora, 15 años más tarde, el cineasta ha vuelto a hacer gala de su extraordinaria capacidad para capturar épocas e identidades audiovisuales a través de la cámara con 'MaXXXine'; un thriller de núcleo depalmiano con tintes de terror bañado en sangre, letreros luminosos y suciedad que, además de constatar a Mia Goth como, probablemente, la gran scream queen del momento, demuestra que las trilogías redondas existen.

Genio y cinefilia

Cuando West estrenó en 2022 su notable slasher 'X' de la mano de una Goth magnífica en su doble papel como protagonista y antagonista al unísono, muy pocos esperaron que el proyecto terminase derivando en un tríptico; ni mucho menos en uno que atesorase semejantes niveles de calidad técnica y creativa, canalizados a través de la metaficción y las señas de identidad de diferentes eras cinematográficas.

Después de brillar con el festín de finales de los 70 que nos brindó la mencionada 'X' y de elevar aún más el listón si cabe llevándonos a los años 10 con la radicalmente diferente precuela 'Pearl', el cineasta ha terminado aterrizando inevitablemente en una década de los 80 tan esencial para entender el terror contemporáneo como las influencias de muchos de los realizadores en activo especializados en él que ya superan la cuarentena.

Como título individual, si dejamos a un lado algunas concesiones narrativas derivadas de un ajustado metraje de 100 minutos que no puede permitirse pisar el freno para justificar y sobreexplicar según qué decisiones, 'MaXXXine' cautiva sin paliativos gracias, en primer lugar, por su sugerente ambientación. Un cóctel de luces de neón, escenarios urbanos decadentes y sets de rodaje que evoca a clásicos de la talla de la 'Maniac' de William Lustig o imprescindibles del Giallo como 'El pájaro de las plumas de cristal'.

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Pero la película es mucho más que fachada, encanto estético, referencias cinéfilas constantes y violencia. Entre exabruptos gore explícitos y guiños a la factoría porno de antaño se vela un discurso sobre el éxito, la trascendencia y la picadora de sueños y personas que es Hollywood que, una vez más, encuentra en Mia Goth, su magnetismo y su innata energía su catalizador ideal.

De hecho, más allá de todo lo expuesto hasta el momento, puede que el verdadero as bajo la manga de la producción sea su reparto. Más allá de su impepinable protagonista, que se mueve sobre esa fina y precisa línea que separa el histrionismo de la energía más cruda, Giancarlo Esposito, Elizabeth Debicki y, por encima de todos, un Kevin Bacon tan lúcido como desagradable en su papel de detective "chinatownesco", aderezan con su polvo de estrellas una función de lo más apetecible.

En conjunto, mucho mejor

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No obstante, a pesar de sus muchas virtudes, 'MaXXXine' gana enteros cuando se mira en conjunto con el resto de la trilogía. Es entonces cuando vemos un todo digno de elogio que retuerce la historia del género a través de las décadas con su temática como principal hilo conductor y con el estilo como pincel para ilustrar sobre tres lienzos radicalmente diferentes pero, al final del día, complementarios narrativamente.

'X' trasladó el espíritu del slashers setentero tomando como molde la seminal 'La matanza de Texas' de Tobe Hooper, 'Pearl' regó con hemoglobina el melodrama de los 50 y el Technicolor —casi por accidente, ya que originalmente iba a ser un relato expresionista en blanco y negro para ajustarse a su marco temporal— y esta tercera entrega ha hecho lo propio con los 80 del videoclub, el VHS y el pánico satánico.

Sólo por la parte técnica y por los esfuerzos del realizador y sus equipos para replicar los lenguajes y apariencias de cada uno de estos periodos ya merece la pena sumergirnos en esta desmitificación de la magia del cine y el encanto de un Hollywood en el que Ti West continúa deslumbrando sin hacer ruido, casi como una antítesis de su Maxxxine Minx.

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