John Moore (responsable de los remakes de 'El Vuelo del Fénix' y 'La Profecía') no había mostrado ningún talento especial como para tener confianza en su nueva película, pero siendo éste un proyecto tan particular, y contando con el protagonismo de un Mark Wahlberg que se encuentra en el mejor momento de su aún joven carrera, me senté en la butaca del cine con la convicción de estar a punto de presenciar un producto diferente, un hijo de múltiples padres (el videojuego en el que se basa, la acción a lo Matrix, la estética de Sin City) con algo que ofrecer al género de acción actual, demasiado enfangado en los tópicos.
Tenía esperanzas puestas en esta película. Ninguna joya deslumbrante, por supuesto, sólo esperaba ver lo que los trailers habían prometido, un thriller policiaco con imágenes espectaculares. Durante gran parte del metraje, 'Max Payne' sorprende porque va a contracorriente. En lugar de planos cortos y cámara en constante movimiento, se apuesta por lo clásico, se huye del videoclip, se planifica con bastante inteligencia y se toma su tiempo para ir exponiendo la trama, sin prisas. Y cuando llega la hora de la verdad, se viene abajo.
Esta película me recuerda a un caso típico del fútbol (supongo que vale para más deportes). Estamos en una eliminatoria en la que dos equipos se juegan pasar a la siguiente ronda o irse a casita sin nada. John Moore dirige un equipo que empieza el partido con entusiasmo, haciendo bien las cosas, jugando tranquilo, cómodo, sabiendo que está todo bajo control. Llega el descanso y todo sigue igual, cero a cero, pero no pasa nada, porque es cuestión de tiempo que el balón acabe entrando, el juego está controlado. El segundo tiempo va consumiéndose y el equipo de Moore empieza a ponerse nervioso, no llega a ninguna parte, los delanteros no aciertan y el sistema empieza a hundirse. Cae el primer gol en contra. No pasa nada, Moore lanza a su equipo a una ofensiva desesperada, alocada, por intentar empatar. Pero de cara a portería son inofensivos, no tienen imaginación para romper esquemas convencionales, fracasan rematando las jugadas. Y entonces reciben el segundo gol del equipo contrario, la sentencia del partido. A casa. Con la sensación, muy amarga, de que podrían haber hecho mucho más. Pero no supieron exactamente cómo.
'Max Payne' llegó a los cines el pasado viernes 17 de octubre. Adaptación de un popular videojuego creado por Sam Lake, la película se centra en Max, un policía cuya vida dejó de ser la misma tras el asesinato de su mujer e hijo. Hundido en la oscuridad, Max no olvida, y cuando le acusan de ser el responsable de la muerte de su ex-compañero, sabe que están jugando con él de nuevo, que los responsables del crimen que marcó su vida, están detrás de este nuevo suceso. Unas alas tatuadas y una droga experimental son las pistas que tiene a su disposición.
La historia escrita por Beau Thorne es muy simple, es lo de menos, lo importante es cómo se va a narrar esa historia, qué ofrece esta película cuando todo, salvo la taquilla que ha comprado con efectiva publicidad, apunta en su contra. Y la respuesta es que se ha perdido la oportunidad de hacer algo de valor. Como he señalado, la película arranca con soltura, sabiendo a qué juega, sin fuegos artificiales, acercándose al cine negro clásico, con tranquilidad, sin perder de vista la modernidad en lo que a lo visual se refiere. Conforme van pasando los minutos, todo lo bueno se va quedando atrás, insuficientes para mantener el interés, mientras que los errores y los convencionalismos empiezan a ser evidentes.
Llegando a un último tramo realmente desastroso. Que tira por el retrete todo lo que se había logrado. Por un lado, hay una serie de giros tópicos que parecen de broma, como si el espectador no hubiese visto mil y un películas que ya han hecho lo mismo, y por otro lado, parece como si llegado a cierto punto, los responsables se hubiesen acordado de que esto era una adaptación de un videojuego y de que tenían dinero para invertir en efectos especiales. Así, tenemos un par de escenas donde, de forma totalmente gratuita, sin sentido, la acción se detiene para que veamos un tiroteo a cámara (super)lenta, y otras donde Max se le va la cabeza y se pone a gritar como loco mientras nosotros damos vueltas a su alrededor. Inevitablemente, perdido el rumbo, uno no deja de preguntarse de qué va todo esto.
Pero quizá lo más grave de todo es el recorte de violencia que ha sufrido 'Max Payne'. Ojo a la última escena de la película, donde antes de que veamos nada ya ha terminado todo. No soy de los que disfrutan con un producto que se regodea en las escenas violentas, pero hay una cosa que se llama coherencia y otra que se llama riesgo. En este film no hay ni lo uno ni lo otro. Apunta alto con la cabeza agachada, pensando en el dinero de la taquilla y dejando de lado a un público que esperaba que las balas llegaran a su objetivo, destrozando todo lo que se pusiera en su camino. Nada de nada. ¿Pasará factura? Probablemente no, ahí está el DVD, la oportunidad de los estudios para intentar ganarse a los que menospreció en el momento del estreno. A veces, la fábrica de sueños da un poco de asco, pero es lo que hay.
Continuando con el ejemplo deportivo que os puse antes, Mark Wahlberg es la estrella del equipo que no sabe cómo ganar el partido, a pesar de seguir al pie de la letra las directrices del entrenador. Wahlberg lleva tiempo tratando de demostrar que es un actor a tener en cuenta, que no está donde está simplemente por su cara bonita o sus contactos, que sabe de qué va todo esto. Tras su nominación al Oscar por 'Infiltrados' ha ofrecido inspiradas interpretaciones en títulos como 'La noche es nuestra' o 'El incidente', y en hace lo que puede. No se le puede exigir más de lo que da, no se puede esperar que salve este producto a medio enterrar. Del resto del reparto, destacar la presencia de rostros conocidos en roles secundarios bastante desaprovechados: Amaury Nolasco (Sucre en 'Prison Break'), Mila Kunis, Olga Kurylenko (apenas sale unos minutos, para hacer lo que ya suponéis), Donal Logue, Ludacris, Beau Bridges y Chris O´Donnell, que sorprende muy positivamente.
'Max Payne' es un fallido intento de maquillar como especial un producto que finalmente es más de lo mismo, un thriller de tiros que se revela lleno de tópicos, cuyo mayor interés reside en ver a Mark Wahlberg entregado con convicción a una causa perdida. Tan posible es que la película os entretenga como que os desespere, pero en todo caso me parece una oportunidad desgraciadamente desperdiciada, por culpa de un guión sin imaginación y un director sin ambición ni talento. Por cierto, hay una escena después de los créditos finales, no es que aporte nada, pero que os conste por si tenéis curiosidad.