'Matusalén' tiene una personalidad propia adictiva y un Julián López fabuloso, pero no termina de rematar la faena

'Matusalén' tiene una personalidad propia adictiva y un Julián López fabuloso, pero no termina de rematar la faena

Un reparto estelar y un guion repleto de corazón le dan la actitud necesaria a una película en la que todo el equipo parece creer ciegamente

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Matusa

Admiro de forma genuina a todos los directores que consiguen sobrevivir dentro de la industria haciendo las cosas a su manera, aunque eso signifique contar con menos presupuesto, tener que tirar de favores y, entre películas, hacer malabares con decenas de otros proyectos paralelos para seguir adelante. Es el caso de David Galán Galindo, un todoterreno que ha hecho sus pinitos en la literatura, el cómic, el rap, la televisión y hasta el teatro. Y, de alguna manera, ha conseguido salir indemne de todas ellas sin dejar que su personalidad naufrague entre proyectos.

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¡Yi!

Vaya por delante que 'Matusalén' no es ninguna obra maestra ni una película que vaya a encabezar los tops de lo mejor del año. Pero tiene algo que muchas de esas cintas buscan sin encontrar nunca: autenticidad. Y es eso lo que consigue elevar un argumento modélico y sin trampas ni giros inesperados a otro nivel: podría ser un pastiche, pero su guion, que pone el humor y el corazón en los lugares adecuados, aniquila cualquier posibilidad de verla bajo un filtro de cinismo. Es exactamente lo que quiere ser. No es perfecta, pero, como las rimas de Elpho-K, es rabiosamente personal.

Y es que Galindo sabe tratar cada una de sus películas con la audacia y la desesperación de quien sabe que podría ser la última. Si 'Orígenes secretos' era una fabulosa oda de amor a los superhéroes y 'Gora automatikoa' una mofa hacia los Goya en la que demostraba una inusitada sabiduría sobre la animación, en esta cinta lo ha dado todo con su otra gran pasión: el rap. Pero 'Matusalén' no está entendida como museo ni escaparate del conocimiento enciclopédico de su director, sino como una autoparódica puerta de entrada al género en la que apenas hay un par de bromas a costa de Arkano o Kase.O.

El mayor problema de 'Matusalén' es que tiene todos sus ingredientes en orden (el corazón, la temática, la comedia) pero decide tomar, equivocadamente, el camino más cómodo. Cuando brilla, lo consigue gracias a unos personajes a los que da gusto querer y una comedia que te acaricia, como su protagonista, con una aparente actitud hardcore que esconde un corazón calentito. Pero, tras unos primeros dos actos tan hilarantes como emotivos, cae en las trampas que se pone a sí misma y acaba descoyuntándose en un final tan alargado como imposible. Eso sí, es difícil juzgar con severidad algo hecho con tanto amor.

Actitud hardcore

Al César lo que es del César: en cada línea de guion de 'Matusalén' se notan las horas de su director puliendo sus dotes cómicas y narrativas (ha estado donde menos le esperáis, desde script doctor para las obras de Pantomima Full hasta miembro de la sala de 'Sé lo que hicisteis' o guionista de los Goya) para llevar a buen puerto una historia que podría hacer aguas de no medir a la perfección los niveles de ingenuidad, patetismo y actitud aparentemente hardcore de su protagonista. Un ligero desliz en su personalidad o un error en el casting podría haber hecho que toda la película fuera insufrible.

Matusalen

Por suerte, Julián López es capaz de convertir lo que podría haber sido un desastre en otras manos en un milagro del que es inevitable no salir deseando dedicarle, entre las facturas, la rutina y el día a día, más horas a aquello que siempre te hizo feliz. Álber no deja de ser una representación de la eterna lucha de Galindo por reivindicar quiénes somos sin mirar alrededor y la felicidad de hacer lo que amamos. Aunque no seamos los mejores. Aunque solo lo hagamos para nosotros mismos.

A lo largo de sus casi dos horas, es difícil no darse cuenta de algo bastante inusual para una cinta de estas características: absolutamente todos los implicados creen en el proyecto hasta las últimas consecuencias. Y es que 'Matusalén' nace de la pasión, de unos personajes en los que todos (desde Carlos Areces hasta Raúl Cimas) trabajan para convertir simples bosquejos en personalidades tridimensionales tan complejas como entrañables. No, no pasará a la historia del séptimo arte, pero tiene tantas ganas detrás que es imposible no acabar contagiándose.

Podríamos pedirle a 'Matusalén' que tuviera más mala leche o se convirtiera en adalid del gamberrismo, pero sería negarle exactamente lo que quiere ser: una feel good movie tan bien rodada como argumentalmente inocente (de hecho, su moraleja peca de blandita), capaz de bombardear cualquier visión cínica sobre ella misma a golpe de hip hop, comedia y personajes entrañables. Porque, en el fondo, todos podemos vernos reflejados en un Matusa que, como el propio Galindo, se ha negado a seguir el camino preestablecido para él en la vida si para ello tiene que renunciar a su actitud. ¡Yi!

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