En 1972, George Roy Hill adaptó la novela de Kurt Vonnegut Jr., 'Matadero cinco' ('Slaughterhouse-Five'), con el siguiente reparto: Michael Sacks, Ron Leibman, Eugene Roche y Valerie Perrine.
Kurt Vonnegut, que vivió el bombardeo de Dresde, quería escribir un libro que narrase aquel terrible acontecimiento. Al regresar de la Segunda Guerra Mundial, pensaba que no podría ser difícil retratar los hechos tal como los recordaba, pero no le salían las palabras. Visitó la ciudad en 1967 y siguió sin encontrar cómo narrarlo. Esta imposibilidad se convierte en una ventaja cuando lo que sale de la pluma de Vonnegut es un retrato de una mente desequilibrada y trastornada, mucho más interesante que el mero relato denuncia del episodio bélico de Dresde.
En pocos casos los lectores quedan contentos con la adaptación que se hace de su libro favorito. Y si ha sucedido aquí no es precisamente porque fuese tarea fácil, ya que ese delirio no se describe, sino que se le imprime a la estructura de lo narrado. Ni la película ni el libro son una descripción de un personaje loco, son una locura por sí mismos. En el caso de Vonnegut, al tratarse de algo autobiográfico, era lógico que resultase así. Pero para Hill –y para el guionista Stephen Geller— no pudo haber sido sencillo penetrar en su mente y contagiarse de la enajenación tan bien como para aparentar que, efectivamente, ellos habían padecido los mismos desequilibrios mientras creaban el film.
El resultado es un viaje fascinante. Los hechos, en ocasiones demoledores, se presentan ante el espectador a través de una anestesia, ya que las escenas de recuerdos, de sueños, de traslados temporales y de visitas al planeta Tralfamadore, nos hacen contemplar 'Matadero cinco' con estupor antes que con cualquier otro tipo de sentimiento.
Los juegos con el tiempo no solo denotan un magnífico trabajo de montaje de Dede Allen (montadora, por ejemplo, de 'Bonnie y Clyde', 'El buscavidas'). Además, son más interesantes que en otros films porque no suponen un capricho, un ejercicio estético, ni forman parte de una trama de aventuras, sino que responden a la percepción trastornada del protagonista y narrador. Son lo que crea esa sensación de adormecimiento emocional que mencionaba, pues el propio personaje protagonista padece esta indiferencia al percibir los hechos de manera ajena, como si no perteneciese a ellos, ya que son los saltos inesperados lo que le lleva en cada momento hasta ahí. Es una manera interesantísima de introducir los recuerdos en una narración, un avance con respecto a los flashbacks que, además de servir como recurso narrativo, habla por sí solo demostrándonos el estrés postraumático que sufren el autor y su alter ego. Se podría decir que es la estrategia que utiliza ahora 'Vals con Bashir' con un resultado considerablemente inferior.
Los actores, al igual que la progresión narrativa, hacen que parezca fácil algo complicado. Tanto para Michael Sacks, cuyo mayor reto es estar siempre sorprendido por los nuevos lugares a los que el viaje temporal le ha llevado; como para los demás intérpretes que actúan de una forma teóricamente más normal, pero que seguimos percibiendo como parte de una pesadilla… el trabajo es difícil. Pero está conseguido.
La presencia de los saltos en el tiempo y de planetas gobernados por entes invisibles ha hecho que se clasifique a Vonnegut Jr. dentro de los escritores de ciencia ficción, aunque pienso que esos elementos sólo demostraban un estado mental y que sus obras no son estricta sci-fi. Muchas otras de sus novelas han sido llevadas a la pequeña y gran pantallas con resultados de diferente calidad: 'El desayuno de los campeones', 'Slapstick (Of Another Kind)', ' Who am I This Time?', etc… En 2008 se habló de que Guillermo del Toro podría hacer una nueva versión de 'Matadero cinco'. Espero que no se llegue a producir porque no me parece un director nada adecuado para esta obra.
'Matadero cinco' es una película que puede no ser sencilla de ver y que quizá se disfrute mejor en posteriores visionados. Hay que, además, verla con una mente abierta para pasar por alto su estética primosetentera y algunos fallos de producción, como el envejecimiento poco logrado del actor protagonista. Pero su interés y fascinación son innegables.
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